La derrota del populismo ultraderechista
«Las elecciones legislativas españolas del 23 de julio fueron seguidas en Italia con la misma atención que un acontecimiento de política interna, y sus resultados sonaron con la música de una muy mala noticia para Giorgia Meloni»
Conviene consultar el diccionario para buscar la metáfora justa de un fenómeno político. Cuando los analistas de un proceso electoral afirman que una oleada de ... votos en las urnas cambiará en tal o cual sentido el mapa de los partidos en litigio, olvidan aplicar la regla principal de ese ejercicio democrático: la ola más amenazante arrastra la arena de los sentimientos, se rompe a veces por el deseo secreto de los votantes en el choque crucial contra un peñasco y se pierde al fin casi siempre en el suave silencio de la playa. Ese parece haber sido el resultado de las elecciones del 23 de julio que rompieron los pronósticos y arrasaron las expectativas del populismo derechista radical. Con su acostumbrada certidumbre autoritaria y fanática, el partido ultraderechista Vox aspiraba a ocupar un territorio notable en el próximo Gobierno de España y la consolidación de su presencia en el concilio parlamentario de sus partidos hermanos, que ejercen ya algún poder político en una decena de países de la Unión Europea.
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El epicentro de ese poder ultraderechista aún en ciernes a escala europea se ha instalado en Italia, donde la opinión pública siguió con la mayor atención el proceso electoral español. 'Un alivio para Europa', decía el titular en su portada el pasado lunes el periódico liberal italiano 'La Repubblica'. La líder de extrema derecha Giorgia Meloni ganó las elecciones parlamentarias el pasado año, alcanzó ella con holgura el cargo de Primera Ministra y se alzó con el liderazgo de un europeísmo templado y ejercido por ahora con moderación. Desde esa tribuna del poder recién alcanzado frente a los europeístas más radicales de Bruselas, anunció ella que «la hora de los patriotas ha llegado», su mensaje en vídeo servido a sus aliados de Vox entregados a su campaña electoral. La estrategia de Giorgia Meloni es perfecta: Italia y España unidas en el campo de batalla sureño aspiran a crear una nueva Europa mediterránea, levantando una empalizada a la emigración que llega del sur oponiéndose a la debilidad de los liberales franceses y los socialistas alemanes. El objetivo principal de los países ultraconservadores apunta, según ella, a surfear con éxito la creciente ola nacionalista contra el Consejo Europeo alterando el equilibrio del poder político, de cara a las elecciones europeas del próximo año.
Las elecciones legislativas españolas del 23 de julio fueron seguidas en Italia con la misma atención que un acontecimiento de política interna, y sus resultados sonaron con la música de una muy mala noticia para Giorgia Meloni. La líder del partido 'Hermanos de Italia' habla español, le une una amistad personal a Santiago Abascal con el que desde hace tiempo comparte las obsesiones de Vox: la defensa de las identidades nacionales frente a la inmigración y la islamización, la protección de la familia y los valores cristianos. En España se habla menos de Franco que en Italia de Mussolini, aunque los perfiles franquistas se agitan en España con mayor entusiasmo que las exhibiciones y la memoria del Duce en Italia. Aquel Eje Latino que los dos líderes fascistas soñaron poner en valor con Francia en 1942 se ha desvanecido incluso en los libros de historia, pero aún palpita aquel sueño del poder imperial en los Acuerdos de Bordighera firmados en secreto por los dos dictadores. La familia política europea soñada ahora por Georgia Meloni cuenta con el eje Roma-Madrid para defender sus intereses comunes en el Consejo de Europa y en el Mediterráneo.
A pesar de ese nuevo fantasma que recorre Europa, la democracia ha funcionado en España y la luz fulgente de Vox se ha apagado. Los grandes países europeos no aceptan quedar atrapados entre los soberanistas de esta nueva versión conservadora y torva de los populistas, porque valoran sus derechos y libertades en un mundo global. España ha frenado la «ola Meloni», quien tiene escrito en su libro autobiográfico con tintes apocalípticos y postfascistas este aviso: la cruzada frente a la islamización, la protección de la familia, los valores cristianos y la defensa de las patrias europeas «van a terminar en fuego, y entonces todos debemos quemarnos juntos». La democracia es la mejor herramienta para resolver los graves problemas de la sociedad contemporánea, pero votar es sólo un asunto tribal conducido por la propaganda: la gente normalmente ya no vota para defender sus intereses, ni tampoco por razones de ideológicas.
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