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Mientras se apaciguaban los cañones en Ucrania, Donald Trump seguía admirando en Roma su grandeza al representar su sainete vaticano y mostró con su alta ... habilidad de actor político sus cualidades de bufón inagotables. Su deseo teatral de ocupar el papado, en son de broma, puso en evidencia su escaso respeto a los valores de las creencias religiosas. No se le puede negar, sin embargo, al presidente Trump su habilidad para apretar el paso y llevar a Ucrania hacia una rendición decisiva en la entrevista mantenida en la plaza del Vaticano con el presidente ucraniano Volodymyr Zelenski: «Esta es la oficina más bonita del mundo… Creo que Kiev entregará Crimea». Dos sillas conventuales y la cúpula de Miguel Ángel al fondo de la escena sellaron el escenario renacentista del acuerdo.
Han pasado doce años desde el inicio de la guerra ruso-ucraniana que se frenó por un alto el fuego el año 2015. La invasión del ejército ruso en febrero del año 2022 desemboca ahora en un acuerdo de paz, tras un duro conflicto bélico que ha costado más de un millón de muertos y heridos: unos 600.000 rusos y más de 400.000 ucranianos. En Washington se atribuye a Vladimir Putin el mérito de querer «una inmediata paz duradera», no una mera tregua. El precio de esa victoria militar es reivindicado por Rusia: la entrega de Crimea, Donetsk, Luhansk, Kherson, Zaporiyia, territorios deseados por Moscú aunque no los ha conquistado por completo. Los otros objetivos iniciales del invasor, un cambio de régimen en Kiev y mantener a distancia de Ucrania a la OTAN, son las discrepancias pendientes del acuerdo.
Los negociadores de Washington encargados de lograr una paz inmediata, atribuyen a Vladimir Putin el mérito de abrir la ventana esperada para acabar la guerra. La firma de la paz está en marcha, incluso si esto implica la reivindicación rusa de los llamados «cinco territorios» que aún no han podido fijarse. El ejército ruso no ha logrado conquistar completamente esos territorios. No se olvidan otros objetivos iniciales del invasor: un cambio de régimen en Kiev y el alejamiento de la OTAN a distancia de las fronteras de Ucrania. Donald Trump viene dando aire al abatido Zelenski desde su llegada a la Casa Blanca: cedes o lo perderás todo, le amenaza ahora al presidente norteamericano. Trump parece más molesto por la insistencia de Zelenski en la defensa de la soberanía de todo su país que por su escasa reticencia para entregarle los minerales estratégicos que el presidente norteamericano exige como precio del fin de la guerra. Es probable que el diálogo iniciado conduzca a un cambio estratégico. Los ucranianos y sus aliados europeos están dispuestos a marcar esa frontera de la libertad, sin obstáculos para hacer ya la paz.
El acuerdo previo para la extracción de minerales firmado con Estados Unidos se considera en Ucrania un mal menor fijado en tres puntos: el reconocimiento de la anexión de Crimea a la Federación Rusa, el alto al fuego a lo largo de la línea actual del frente y la entrada de Ucrania en la OTAN, ahora o nunca. El documento definitivo no menciona garantías de seguridad frente a Rusia, petición reiterada del presidente Volodymyr Zelenski; pero su país devastado por la guerra espera que la perspectiva de futuros intereses financieros estadounidenses le otorgue una posición privilegiada ante el gobierno de Washington. Zelenski había olvidado lo agotador que es vivir en el mundo de Donald Trump. No es éste sólo una figura política creadora de una atmósfera psicológica y social que impregna toda la estrategia desde sus estados de ánimo.
Si hay una palabra para definir la atmósfera de Donald Trump y sus rumbos, verdades y mentiras, ese lenguaje es «pagana», sostiene el columnista del 'New York Times' David Brooks. Los jefes paganos de la antigua Roma lucían su ego y la fama, valores que manipulan la esencia de Trump, desde su grandiosidad inmobiliaria hasta su pasión por la lucha libre. El paganismo atrajo a los narcisistas, y el amor propio es la única forma de amor que conocen, aunque cultiven una tolerancia insensible a la crueldad. Esa misma gloria, poder y fama arrastra Donald Trump por su escenario adecuado para mostrar su victoria. Así exhibió él su poder ante una multitud cristiana sentado en el Vaticano frente al derrotado Volodymyr Zelenski, víctima éste de la lucha como aquellos gladiadores del Coliseo.
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