Una Babel europea y tribal
La peste actual del etnorregionalismo es un separatismo creciente regado por un silencio mediático. Triste Europa nos espera amenazada y sentada sobre un enjambre de tribus
A veces los más graves misterios pueden explicarse en pocas palabras: todos los diputados españoles hablan perfectamente el castellano, pero una escasa minoría periférica requiere ... auriculares y servicio de intérpretes para entenderse en el Congreso, debatir las leyes y honrar a los idiomas de un nuevo régimen político: el regionalismo tribal. La misma ambición pretenden aplicar también en Bruselas para convocar a los etnorregionalistas de la Unión Europea, más de un centenar de pequeños partidos enraizados en países políglotas, desde Portugal a Rumanía, de Finlandia hasta Sicilia. Los promotores de esa nueva Babel europea, liderada ahora en Bruselas por la ciega ambición de los partidos separatistas catalanes, flotan sobre el sueño remoto de una ambición imperial sostenido por un separatismo legalizado.
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Conviene analizar quizás desde la alta literatura el espectáculo de arte vario servido esta semana en el Congreso de los Diputados, que ha mostrado la inutilidad y la inocencia casi infantil de quienes se entregaron sin emoción a un juego malabar y artificioso servido por el pinganillo. Siguieron ellos las reglas dictadas por Borges en su relato de la Biblioteca de Babel, para entender cómo funciona el juguete: hojearon su diccionario babélico los sabios de la patria en busca quizás de palabras infames en otras lenguas, pero no se descubrió ningún disparate. «Durante mucho tiempo se creyó que las leyes correspondían a lenguas pretéritas o remotas». Así describe Borges el misterioso encuentro: «Unas millas a la derecha de la Biblioteca la lengua es dialectal y noventa pisos más arriba, es incomprensible… Cuatrocientas diez páginas inalterables del MCV (libro sin palabras) no pueden corresponder a ningún idioma, por dialectal o rudimentario que sea». Remata el argentino, descifrador y ciego, que esa fórmula es aplicable a la política cuando fuera preciso hablar sin contenido: «Hablar es incurrir en tautologías de cada libro en todas las lenguas». Se impone el enigma de la literatura borgeana y se cierra la sesión en el Congreso de los Diputados.
En su libro de reciente publicación 'Francia en pedazos: Regionalismo, el otro separatismo', el politólogo francés Benjamin Morel sostiene que las lenguas de la Unión Europea ya no son las de sus Estados miembros, sino las de las tribus lingüísticas que se oponen al aumento de los poderes de la Unión, cegados por un populismo trasnochado. El etnorregionalismo, un desafío del Estado nacional, es hoy el único separatismo que goza de autorización legal, una ideología que vive de los pródigos subsidios públicos y la agresiva promoción mediática. Su objetivo originario es fortalecer la diversidad de los países que integran la Unión Europea, pues el etnorregionalismo aboga por la sublimación étnica e histórica de los territorios originarios de Europa. A pesar de esos asaltos al Parlamento Europeo, el profesor Morel pronostica que la iniciativa de los partidos catalanes independentistas, por ejemplo, fracasará a causa de los costes y el complejo funcionamiento de las sesenta regiones de la Unión que podrían aspirar a su ingreso en ese club privilegiado. Francia, Italia y España son los Estados que deberán dar respuesta más urgente a esa demanda de los etnorregionalistas, cuya prerrogativa ha inaugurado ya la Generalidad de Cataluña.
La obsesión de los países regionalistas por ingresar en la escala internacional tiene una corta historia. Don Miguel de Unamuno, testigo de ansiedades periféricas, defendía hace un siglo que el euskera era una lengua destinada a morir con merecido panegírico: «Y el vascuence? ¡Hermoso monumento de estudio! ¡Venerable reliquia! Enterrémosle santamente».
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Con su habitual cargamento anarquista y socarrón, el gramático y poeta Agustín García Calvo echó mano del dialecto zamorano, en su revolucionario 'Manifiesto de la Comuna Antinacionalista Zamorana', para reivindicar el poder de la lengua. Reclama él la fortaleza del dialecto zamorano, su raíz centenaria frente al idioma oficial español y los otros regionales, el vascuence, el gallego y el catalán, que hacen ruido permanente con sus desconciertos y desavenencias. En suma, resume García Calvo, «la Nación sabe que la lengua es el único pretexto fuerte y visible de su mantenimiento», porque su verdadera realidad y distinción es el lenguaje. En uno de sus '37 adioses al mundo' (Ed.Lucina), asuntos, instituciones y entes que habían amargado su vida, titula así el capítulo: ¡Adiós, idiomas, callaos ya! Es la voz del latinista. La peste actual del etnorregionalismo es un separatismo creciente regado por un silencio mediático. Triste Europa nos espera amenazada y sentada sobre un enjambre de tribus.
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