Sánchez sobrevive al tercer grado ideado por el PP para acorralarlo con la corrupción
La comparecencia del jefe del Ejecutivo ante la comisión del 'caso Koldo' en el Senado se salda sin más datos que lo incriminen
«Exitazo definitivo de Feijóo». El irónico comentario del ministro de Justicia, Félix Bolaños, resume el ánimo del Gobierno tras la comparecencia de Pedro Sánchez ... ayer ante la comisión de investigación del Senado sobre el 'caso Koldo' y la corrupción en el entorno del jefe del Ejecutivo. Cinco horas en las que ni el primer partido de la oposición, artífice de la convocatoria, ni ningún otro grupo político fueron capaces de poner realmente al presidente contra las cuerdas ni de obtener información que empeore su situación política. Él mismo bromeó al respecto ya casi al final de la sesión, durante el tenso interrogatorio protagonizado por el popular Alejo Miranda de Larra. «No vengo aquí obligado por el Código Penal y, a tenor de cómo ha ido esta comisión -se jactó-, tengo que decirles que vengo encantado».
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El PP se lleva al menos una cosa, y a eso se aferran en Génova: que en las televisiones y los medios de «todo el mundo» se verá al presidente del Gobierno de España respondiendo sobre la corrupción «de su familia, su partido y su Ejecutivo». Pero lo cierto es que, después de año y medio esperando el momento adecuado para dar la que debía ser, con esa poderosa imagen, una suerte de estocada definitiva al Gobierno, Alberto Núñez Feijóo no logró el objetivo pretendido. El hecho de que los socios de investidura -caso aparte de Junts, que se mueve ya en otros parámetros- optaran por un tono amable y muy distinto del que empleaban el pasado junio, cuando se conoció el demoledor informe de la UCO sobre Santos Cerdán, lo corrobora.
Sánchez había preparado a fondo esta cita con su equipo consciente de que jugaría en terreno hostil y sin las ventajas que le otorgan los debates monográficos ante el pleno del Congreso, en los que no solo puede intervenir cuantas veces lo desee sin límite de tiempo, sino que tiene siempre la última palabra. Y no es que todo le saliera según lo previsto. Sus intentos continuos de alargarse en las respuestas para llevarlas a su terreno y hablar de la 'Gürtel' o los sobresueldos en el PP chocaron desde el inicio contra el muro implacable de la senadora de UPN María Caballero, la primera en intervenir, y del presidente de la comisión, el popular Eloy Suárez. Y eso lo puso a la defensiva.
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Desde los primeros compases de la sesión, Sánchez trató, de hecho, de desacreditar el trabajo de la oposición hablando de «comisión de difamación» y «circo» y cargando contra Súarez. «Agradezco la imparcialidad del presidente», repitió en varias ocasiones con «sarcasmo». «Yo agradezco al presidente del Gobierno su valentía refiriéndose a quien sabe que por su posición institucional no puede responderle», replicó al envite una y otra vez el aludido.
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También hubo momentos en los que el jefe del Ejecutivo se mostró incómodo. «Usted pregunta y usted se responde», protestó a los senadores más incisivos. Pero para cuando llegó el momento clave, el esperado tercer grado del PP, ya se le veía relajado y había recurrido al tono jocoso en varias ocasiones. Tanto que el senador de Junts, Eduard Pujol, se lo echó en cara. «Su sonrisa sí que contribuye a la sensación de circo», le espetó. «A veces - replicó Sánchez- a las insidias y difamaciones es mejor responder con una sonrisa». Una sonrisa con la que, finalmente, tras el tan atropellado como ineficaz interrogatorio del popular Miranda, se montó en su coche oficial rumbo a la Moncloa, poco después de las 14:00 horas.
«¡Retiro la pregunta!»
El PP eligió a Miranda de Larra para esta ocasión creyendo que su formación de abogado y su condición de víctima de la Covid serían un plus. El exdirector general de Infraestructuras Sanitarias de la Comunidad de Madrid utilizó, no en vano, esa última baza para recordar que mientras él estaba en la UCI con respiración asistida, los hombres de confianza de Sánchez «estaban intentando hacerse de oro» con los contratos de las mascarillas. Pero a su exposición inicial siguió una metralleta de preguntas sin dirección clara y un aluvión de interrupciones, apenas Sánchez comenzaba a responder, que permitieron al jefe del Ejecutivo aparecer como un hombre templado y le valieron la reprimenda del presidente del órgano, de su propio partido. «¡Retiro la pregunta anterior!», repitió, ofuscado, en varios momentos.
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Fueron otros los que lograron del presidente del Gobierno respuestas con más enjundia. Sánchez no se salió del guion e insistió en que las cuentas de su partido están en orden, en que su mujer no intervino en el rescate de Air Europa o en que cesó a Ábalos como ministro por dar «un impulso» al Ejecutivo tras la pandemia y no por asuntos de su «cotidianeidad» que alegó desconocer entonces. Pero, por ejemplo, dijo no recordar si conoce o no al empresario Antxon Alonso, el dueño de Servinabar que, según Koldo García, entregaba «billetes de 500 euros» a Cerdán.
También se refugió en el «no me consta» para responder a diversas cuestiones, como la de si la 'fontanera' Leire Díez recibió algún encargo del PSOE, lo que complica al PP cumplir la amenaza de llevarlo al Supremo por falso testimonio. Los momentos en los que se le vio más serio fueron esos en los que se habló de la prostitución, a la que recurrían Ábalos y Koldo, y con la que, supuestamente, su suegro se lucró en sus negocios de saunas. Sánchez negó que fuera con ese dinero con el que financió su carrera política y replicó que los tribunales sentenciaron ya que la actividad del padre de su mujer era «lícita».
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