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a. cubillas
Viernes, 10 de febrero 2017, 10:40
La fase de instrucción de los seis de la Vasco encara su recta final. Lo hace a punto de cumplirse los tres años y cuatro meses del accidente en el pozo Emilio que se saldó con seis fallecidos y cinco mineros gravemente heridos tras la presentación este miércoles en el Juzgado de Instrucción nº4 de León de un informe pericial solicitado por las defensas.
Un documento que, según expuso el perito durante la vista oral, no hace otra cosa que ratificar el informe de la Autoridad de Minas y del perito judicial que determinaron que el accidente fue fruto de una falta de medidas de seguridad y organización en el interior de la explotación.
En este sentido, el perito apuntó a una falta de organización en prevención de riesgos laborales y medidas de seguridad a lo que sumó, según los detalles a los que ha tenido acceso este diario, una mala y errónea ubicación de los sistemas de ventilación por parte de la empresa, lo que llevó a hacer caso omiso a los avisos de la mina.
Informe que, en última instancia, según señaló al terminó de la vista Ramón Carro, representante legal de uno de los heridos, la existencia de una negligencia en las medidas de seguridad de la mina como hemos venido defendiendo insistentemente desde la acusación particular.
En último término, el perito mantiene que el accidente fue motivado a la invasión de la gas grisú bien a través de la ruptura o al desprendimiento de la bóveda que provocó el hundimiento de carbón, rellenando el hueco creado en el post-taller con gas con un alto porcentaje de metano que, al ser desplazado, invadió el taller y la galería de acceso de la planta séptima de dicho macizo.
Una nueva diligencia judicial que pondría punto y final a la fase de instrucción a falta de la incorporación de diversa documentación solicitada por las acusaciones particulares. Entre otros, el libro de registro general del segundo relevo, el libro de la brigada de salvamento así como el de registro de los vigilantes de seguridad y las hojas de trabajo de los trabajadores de todos los relevos de la planta séptima desde que se inició la explotación.
Nuevas pruebas
De esta forma, se trataría del último trámite previo a la apertura de la fase judicial con los escritos de las calificaciones de este procedimiento que ya se ha calificado de complejo, prolongándose en el tiempo durante más de tres años desde la fatídica fecha del 28 de octubre de 2013.
Fue a finales de julio del 2015 cuando Antonio de Valle cerraba la ronda de los testificales de los 16 imputados negándose a contestar las preguntas de las acusaciones y asegurando que el siniestro fue algo absolutamente imprevisto. Y es que si algo ha marcado este caso han sido las contradicciones entre las partes.
Mientras los máximos responsables de la Hullera negaban la existencia de un error en la ventilación de la explotación, Minas y varios testigos apuntaban directamente a su culpabilidad por ser perfectamente conscientes de que en el macizo séptimo existía una bóveda de tal envergadura que junto a la sobrecarga del carbón que soportaba provocó una desgasificación de grisú que se sumó al gas desplazado del hueco del post-taller.
Tragedia en al mina
Fueron minutos antes de las dos de la tarde del 28 de octubre de 2013 cuando un grupo de mineros se vieron sorprendidos por una bolsa de gas grisú. A 620 metro de profundidad y a escasos minutos de que terminase su turno, Carlos Pérez, Manuel Moure, Antonio Blanco, Orlando González, José Luis Arias y Roberto Álvarez encontraron la muerte.
Nada pudieron ni ellos ni los compañeros que rápido acudieron a su auxilio ante la magnitud del escape de gas que algunos han calificado de auténtico tsunami. Los peores presagios de todos los que trabajaban en el pozo Emilio se cumplieron y en el exterior se había instalado la confusión.
No fue hasta dos horas después cuando se conocía la trágica noticia. Seis mineros habían fallecido y cinco habían resultado heridos, uno de extrema gravedad. Seis muertes que dejaban rotas para siempre a seis familias que no podía creer lo que estaba ocurriendo.
Numerosos medios de comunicación locales y nacionales se agolpaban a las puertas del pozo Emilio donde se sucedían las muestras de dolor de los familiares de los fallecidos. Lágrimas y gritos desgarradores que no encontraban consuelo en los abrazos de los amigos y compañeros ante una pérdida irreparable.
Una tragedia que sacudió con fuerza a todo el país, pero sobre todo a una provincia, a una comarca y a un sector luchador que se derrumbaba como un castillo de naipes ante la puntilla a dos años de una lucha que por momentos dejó de tener sentido alguno.
Desde ese 28 de octubre más que nunca la cuenca de Ciñera se tiño de negro, el negro del luto y del dolor por la muerte inesperada de seis mineros, seis hombres que han dejado un importante vacío entre sus familiares y sus compañeros que hoy más que nunca claman justicia y piden que su memoria perviva por siempre.
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