Miguel Díaz-Canel y Lis Cuesta salen de votar en Santa Clara el pasado 11 de marzo.

Cuba vuelve a tener primera dama

La prensa oficial presenta a Lis Cuesta, esposa del presidente Díaz-Canel, con un título antes rechazado por el castrismo como «reducto burgés»

Antonio Corbillón

Valladolid

Jueves, 26 de abril 2018, 18:07

Durante el siglo XX y hasta el triunfo de la Revolución en 1959, Cuba cambiaba de primera dama a cada rato. Los historiadores cuentan al menos 18 entre 1902 y 1959. Marta Fernández, esposa de Fulgencio Batista, el dictador derrocado por los hermanos Castro, fue la penúltima. Cerró esa lista la mujer de Manuel Urrutia, el efímero presidente que sustituyó a Batista y dio paso a Fidel. Y de cuya huella resulta casi imposible rastrear siquiera su nombre en la convulsa historia cubana. A partir de ahí, el silencio. El concepto de primera dama era «un reducto burgués» para la nomenclatura oficial del régimen.

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Lis Cuesta Peraza (47 años), esposa en segundas nupcias del nuevo hombre fuerte de la isla, Miguel Díaz-Canel, es la llamada a acabar con ese ostracismo. A los regímenes autoritarios se les conoce por sus gestos, a veces casi imperceptibles. Pero los medios oficiales de La Habana no han evitado el manido término, primera dama, para referirse a Lis Cuesta durante la primera recepción oficial en la que participó su entronizado marido.

Ocurrió durante la visita del presidente venezolano, Nicolás Maduro. El líder bolivariano se presentó con su mujer, Cilia Flores, a la que dio el título de 'primera combatiente' para evitar tentaciones burguesas. Durante la rígida recepción en el Palacio de la Revolución de la capital cubana, Lis Cuesta no sabía muy bien dónde ubicarse y optó por el papel habitual de las consortes durante las casi seis décadas de castrismo: la invisibilidad. La rescató del fondo de la sala una funcionaria de protocolo que la colocó junto a su esposo, por lo que fue la primera persona a la que abrazaron Maduro y su mujer.

Es mucho más de lo que se ha exhibido a las esposas oficiales de los hermanos Castro. Solo entonces todo el mundo reparó en esta mujer madura que vestía un sobrio conjunto de chaqueta larga azul marino sobre un vestido negro y zapatos del mismo color. Un gesto que la ha situado en las agendas de los que tratan de analizar cómo va a afectar al último régimen comunista de América el cambio en su cúpula.

Sin embargo, y aunque siempre desde la discreción, Lis Cuesta se ha convertido en habitual junto a su marido desde que Díaz-Canel regresara a La Habana en 2009 convertido ya en el 'delfín' de Raúl Castro. De hecho, el matrimonio se presentó cogido del brazo el pasado 11 de marzo para votar en las elecciones a la Asamblea Nacional. Y Lis se ha dejado ver junto a él durante sus visitas oficiales a países como Corea del Norte, Japón o Bolivia.

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Experta en libros

Al igual que su marido, Cuesta Peraza tiene dos hijos, de un matrimonio anterior con un militar. La primera dama estudió Pedagogía en su tierra natal, Holguín, al este de la isla, donde desarrolló una carrera en el Sectorial Provincial de Cultura para luego dirigir el Centro Provincial del Libro y la Literatura, algo así como la Feria del Libro de Holguín.

Allí se conocieron en 2003, cuando Díaz-Canel fue enviado a la zona como primer secretario del Partido Comunista Cubano. La rápida progresión de 'Miguelito', como es conocido, llevó a su mujer al cargo capitalino de jefa de Servicios Académicos de la Agencia Paradiso, un ente estatal que organiza viajes a Cuba y tiene oficinas en varios países del mundo. Cualquier otro detalle sobre su vida todavía oscila entre el desconocimiento y el rumor, los dos trazos previos para poder establecer cualquier perfil público en La Habana de las habladurías.

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Un cotilleo que apenas salpicó a las que pudieron ser sus predecesoras. Fidel tuvo muchas amantes, pero la que después sería su viuda oficial, Dalia Soto del Valle, con la que se había casado en 1980 y tuvo cinco hijos, solo apareció junto a él en los últimos meses de su enfermedad. Parecía su enfermera.

Vilma Espín, esposa de siempre de Raúl Castro, murió en 2007, meses antes de que su marido tomara el relevo de su hermano. Para muchos, fue la primera dama real del país como esposa del vicepresidente. Y, sobre todo, por un pasado en el que luchó como guerrillera en Sierra Maestra y permaneció como miembro del buró político y presidenta de la Federación de Mujeres Cubanas. Una vez corrigió a un periodista extranjero que la presentó de forma tan «burguesa». «Use títulos políticos», le reclamó.

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