«Nada tan estúpido como vencer. La verdadera gloria está en convencer», escribió Victor Hugo. El debate sobre el debate buscará a su ganador, pero ... poco habrá persuadido al 30% de indecisos.
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Casi todos estos enfrentamientos electorales nos dejan con la impresión de oportunidad perdida. Este primer intercambio dialéctico no ha sido una excepción: encorsetado, a veces endogámico o naufragado en cuitas internas, insulso y alejado del ciudadano de a pie. Han sobrado reproches y problemas conocidos, han faltado soluciones ilusionantes más allá del cliché habitual.
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Persuade quien emociona, incluso entusiasma, quien ilumina el camino. Necesitamos que los líderes nos hablen de nuestras preocupaciones cotidianas y cómo encauzarlas. Sin embargo, los candidatos han desaprovechado esta ocasión excepcional. No han conseguido aterrizar un argumentario disperso y desestructurado. Faltaron ideas fuerza y mensajes claros, construidos con cabeza y corazón. La prueba del algodón, ¿podría resumir el discurso de cada uno en una sola frase?
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