Rugby / División de Honor

El Salvador da la campanada y echa al VRAC de la lucha por el título de liga

Si los promotores de la final de Copa en el Zorrilla buscaban una publicidad de impacto no encontrarán mejor guion que el desarrollo y el desenlace de la semifinal, liguero entre los dos grandes rivales del rugby vallisoletano. Tensión, igualdad, casi todos los minutos con un equipo por delante, y con el rival con el último oval en sus manos para remontar con el reloj sin granos de arena. Ganó El Salvador, perdió el Quesos Entrepinares, el vigente campeón y gran favorito, con lo que unido a la eliminación hace una semana del Burgos deja una División de Honor con más sorpresas y variantes que nunca.

El Quesos Entrepinares llegaba subido a la ola buena desde que conquistó la Copa Ibérica en una de esas finales en las que la victoria y la derrota dependen de una jugada; por su parte, El Salvador llegaba más justo, todavía con el susto que le metió en el cuerpo la Santboiana hace siete días. Sin embargo, el equipo colegial tenía escondido en la manga el comodín que se guardó en el último derbi, un 14-12 que le dio confianza para competir al VRAC casi de igual a igual. Ya en la primera jornada del curso cedieron por un estrecho 17-13.

Así que fueron los de blanco y negro los que saltaron al campo con más ímpetu; defendieron hasta sacar dos castigos de ataque del Quesos y saltaron a campo contrario a partir de las patadas profundas de Santi Ortega. Como, además, el apertura está fino frente a las maderas, el marcador se fue al 0-6 antes del primer cuarto de hora, y con los azulones mirándose unos a otros, llegó un punteo de Ortega al que llegó Julio Sanz como un búfalo.

0-13 y primeros chispazos en los choques de las dos delanteras, con el pilier Pelaz en el banco de pensar con una amarilla; el Quesos no dejó pasar la ocasión, ganó metros y aplicó el rodillo de su delantera, así forzó una buena posición de ensayo que prefirió jugar a palos para quitarse el cero del marcador. La inercia ya era otra, los de Merino dominaban las fases estáticas, tanto en la touch como en la melé, sin encontrar fruto porque sus avances pecaron de manos blandas. La tercera tángana de la tarde pedía el rejón de las tarjetas a unos y otros para rebajar calores, el árbitro Muñoz prefirió la línea amable, saldó la guerra con la paz de una melé y el Quesos Entrepinares salió del trance con un ensayo de su talonador Miejimolle. El campeón había asomado la cabeza, compensó el 0-13 inicial con un empate a trece, y sin embargo, se descuidó lo justo para que Ortega mandase a los suyos al vestuario con una ventaja mínima.

El comienzo de la segunda parte fue similar al de la primera, con el juego mucho más cerrado; Ortega y Taibo mandaban las pelotas a campo contrario, el Quesos no aprovechaba las recogidas para lanzar contragolpes y El Salvador lanzaba su primera línea de choque muy arriba, lo que cortó continuidad a las acciones del VRAC. Cuando el Colegio entró en la veintidós rival tuvo paciencia para madurar la jugada y abrir para la entrada imperial de John-Wessel Bell. El Quesos tenía que remar por segunda vez, ahora con un 13-21.

El paso de los minutos desgastaba cabezas y piernas, El Salvador tuvo que clavarse en su campo, mucho más con la sanción de Santa Cruz, con lo que jugó veinte minutos en inferioridad numérica. Pese a los puntos en contra, la dinámica era favorable al Quesos, que seguía arrastrando en la melé; el georgiano Turabelidze estrechó el tanteo hasta quedar a los suyos a punto, una patada de Ortega dio un soplo de vida al Chami, y el desenlace fue una agonía a cinco metros de la línea de marca. Apretó el, Quesos, empujó y empujó, forzó varios castigos que se jugó de todas maneras, a touch y a melé, y le faltó alternar con una salida a la mano para redondear la remontada. Se estrelló contra la pared y El Salvador festejó el pase a su segunda final del año.

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