Keke Rosberg ganó su título en 1982, con un motor atmosférico contra los turbo.
Fórmula 1

Keke: nadie regala nada

Fue campeón del Mundo en 1982 con una sola victoria. Muchos pensaron que el título era injusto. ¿Justicia? Pocos como Keke Rosberg saben de la dureza de este mundo

PPLL

Sábado, 21 de junio 2014, 10:39

Hoy todos hablan de Nico. Tiene la imagen perfecta, es atractivo, políticamente correcto visto desde el exterior y parece llevar con mano de hierro en guante de diplomático la pugna con su compañero Hamilton. Los hijos no siempre se parecen a los padres. Casi nunca.

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Keke, el padre. Aún recuerdo una rueda de prensa en Jerez, año 1986. Le pregunté por su estilo brusco de conducción. Por un momento temí que se levantara y estampara su puño en mi rostro. Con Keke pocas bromas. De pequeña estatura, pero fuerte; en vaqueros, con su camiseta del Hard Rock Café, un sombrero de cow-boy y las Ray-Ban, verle por el paddock imponía y no invitaba a cruzarse en su camino. En realidad su camino nunca fue fácil. En la Finlandia de principios de los setenta solo se habla de rallyes. La Fórmula 1 era un deporte que no interesaba y no había patrocinadores dispuestos a apoyar a un piloto. A los 22 años, con un viejo Datsun tirando de un remolque en el que lleva un monoplaza de la Fórmula Vee, va de circuito en circuito por toda Europa. El dinero para correr lo saca durante el invierno dando cursos de pilotaje en Holanda. Esta vida nómada curte su carácter, lo endurece. Y se sube en cualquier coche que le ofrezcan: en 1978, y ya con treinta años, debuta en la Fórmula 1 con el inconducible Theodore. Esa temporada corre un total de 42 carreras: Fórmula 1, con Theodore y Wolf o el no menos inconducible ATS; la serie Tasmania, en Nueva Zelanda; el europeo de Fórmula 2; la Fórmula Atlantic, en Estados Unidos; la temporada de F2, en Argentina. El mismo confiesa: «Me pasaba la vida en los aviones y tenía que tomar somníferos para combatir los desajustes horarios. No era fácil estar genial el domingo en las carreras, pero era eso o nada». Un mercenario del volante, pero él es más contundente: «Una prostituta. Pagado para conducir para cualquiera como otras para amar a cualquiera».

De circuito en circuito

En realidad, los jefes de equipo sabían que poseía talento, pero tenía tres cosas en su contra. Primero, era finlandés, un minúsculo mercado que no interesaba a los patrocinadores. Segundo, su estilo de conducción violento no inspiraba confianza. Y tercero, un carácter duro que le había llevado a enfadarse con sus padres, quienes no querían verlo como un vagabundo de circuito en circuito. Y a perder a su mujer, Vantaa, harta de esperarle.

Volvamos al Theodore: en su segunda carrera y bajo la lluvia, gana en Silverstone una competición fuera de campeonato, pero por delante de todos los grandes pilotos y equipos del Mundial. Les saca lo que nadie puede sacar a los peores coches, como al Fittipaldi con el que es tercero en el Gran Premio de Argentina de 1980. Pero se termina por ir del equipo brasileño, que no tiene dinero para desarrollar su monoplaza, al final de la siguiente temporada. Suena el teléfono. Es Frank Williams que se ha quedado sin Alan Jones, que ha intentado fichar a Watson y a Andretti sin lograrlo y que busca a alguien para acompañar a Reutemann. Pero el argentino renuncia a seguir en la F1 en marzo y Rosberg se encuentra como jefe de equipo: es la oportunidad de su vida. La temporada es terrible: Riccardo Paletti se mata en la salida del GP de Canadá; Jacques Villeneuve, en los entrenamientos de Zolder, y Didier Pironi sufre un pavoroso accidente en Hockenheim que le aparta de la F1 para siempre. Y en el equipo Renault la pugna entre Prost y Arnoux les neutraliza. Así, si al principio de año era lógico el dominio de los turbo, a mitad de temporada el que va sumando puntos es Rosberg con su Williams con motor atmosférico Ford. «Sería el colmo que Rosberg se convirtiera en campeón del mundo», dice Lauda expresando un pensamiento extendido en el paddock. Y con una sola victoria, Dijon, se llevó el título. Qué injusticia, decían algunos. Pero lo injusto era no reconocer la valía de Keke, que en el GP de Mónaco de 1983, bajo la lluvia y siempre con su motor atmosférico, dejó atrás a toda la élite de la F1 con coches más potentes. ¡Qué lección!

Rosberg es un hombre íntegro y también con encanto; con humor, pero que no consiente que le tomen el pelo. Estaba orgulloso de conseguir muchos patrocinadores que llenaban su mono de los logos. Un piloto le dijo un día: «Si tuvieras mi estatura podrías llevar más escudos y ganar más dinero» Keke le respondió: «Y si yo fuera tan lento como tú, el público tendría más tiempo para leer el nombre de mis patrocinadores».

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A Keke le molestaba la falsedad. En 1985 lleva dos años trabajando en Williams en el desarrollo del motor turbo de Honda cuando se entera de que en el verano de 1982 Frank había estado en conversaciones con un piloto puntero para colocarlo a la cabeza de su equipo y desplazar a Rosberg.Keke, dolido y enfadado, rompe con su patrón: «Nunca me ha perdonado que no fuese Jones».

Se fue a Mclaren en 1986, pero en realidad estaba ya pensando en otros negocios. Dejó la Fórmula 1 y luego quiso volver y las puertas se cerraron. Tenía más de 40 años. Pero se podía luchar por otros: gracias a su apoyo un joven llamado Mika Hakkinen llegó un día a la Fórmula 1. Claro que esa es otra historia.

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