El Laguna no termina de creérselo

No hay quien consuele a este Laguna, que tras un mes de competición continúa con los mismos puntos con los que empezó. Esto es así porque volvió a perder, esta vez contra un Almazán que, sin ser extremadamente superior, remontó con empuje, con el honor que le faltó al bloque vallisoletano, y no ganó con holgura porque el único hombre inspirado en las filas locales se encontraba debajo de los palos.

Preocupa la racha, pero sobre todo la imagen mostrada en una última media hora de silencio sepulcral. La grada enmudeció con el segundo tanto visitante, que dejó sin efecto el gol inicial de Isma Casado. Podría haber servido para algo si el conjunto rojinegro llega a creerse que quedaban aún quince minutos para remediarlo, para rescatar un punto que habría sido anímicamente fundamental, pero el equipo Laguna y el verbo creer cada vez se encuentran más distanciados.

Reaparecía Isma Casado en casa –ya lo hizo en Ávila hace seis días– y puso su sello a la media hora. Desniveló un encuentro hasta ese momento muy parejo, que el día del Bembibre cayó de espaldas y, en esta ocasión, de cara. Se aprovechó de un balón que se quedó entre la defensa y el guardameta para mandarla a la red y desatar el júbilo en el banquillo porque la diana suponía una liberación.

Un minuto después Anderson casi empata la contienda, Colino no culminó un mano a mano de los que tanto disfrutó el curso pasado, y así los locales consiguieron llegar al descanso con ventaja, la primera de toda la temporada. Hará falta una segunda para aprender a gestionarla

Esta, desde luego, no. Sin que el Almazán se volcara el Laguna ya echó el culo en su área nada más salir de vestuarios. Juntó sus líneas y se metió mucho más atrás de lo que la cabeza aconseja, quizás porque las piernas ya no daban para más. Plan fallido porque la defensa no andaba tan expeditiva como para aguantar el mundo que quedaba.

El portero sí, pero llega hasta donde llega. Salvó una falta directa nada más regresar de vestuario, despejó un centro peligroso, ya había librado un doble mano a mano en la primera mitad... solo retrasó lo inevitable. Albi igualó después de llevarse varios rechaces. Y ahí murió el Laguna.

Del letargo sacó fruto el plantel soriano, comandado por Bassirou, que entró al segundo acto con toda la energía que faltaba en las filas ajenas. Desbordó una y otra vez, Oliver siguió salvando y, en un ambiente en el que la derrota se sentía mucho más cercana que el triunfo, acabó llegando la insalvable.

Es más, veinte segundos después de que Oliver hiciera su penúltimo servicio bajo palos, Bassirou volvió a plantarse y definió. Para entonces Carlos Álvarez ya había agitado el avispero con sus jóvenes promesas, contagiados por la pesadumbre del resto. La grada tampoco alentó como la situación demandaba, seguramente porque no se sentía en deuda con los protagonistas con lo que estaba presenciando. Solo el descuento hizo volcarse, por fin, a los locales. Solo ahí se lo creyeron y no antes, pese a que el resultado mostraba que el encuentro no estaba para nada perdido. Y cuando el fútbol no llega, la fe es la única salida. Tampoco llegó esta vez un triunfo que, ahora sí, ya es una obligación.

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