Conde lleva la batuta
El centrocampista abrió el marcador y marcó los tiempos de la sexta victoria de una Gimnástica Segoviana intratable
Sergio Perela
Segovia
Lunes, 23 de noviembre 2020, 10:54
Diego Rojas es un entrenador con apellido de literato y ademanes ilustrados. Cabe imaginar que, en un sueño de los que seguro tienen los técnicos cuando piensan en el partido siguiente, entendió que valía la pena tomar al pie de la letra el origen del nombre del pueblo que defiende su club, Almazán, que en árabe quiere decir 'el fortificado'. Infiel al estilo mostrado en los partidos previos, decidió saltar al césped de La Albuera queriendo ser un fuerte, pero quizá sin los materiales adecuados para ello. Imaginó un asedio y eso fue el partido, pero los que cercaban, o sea la Sego, no dejó un resquicio ni consideró hacer prisioneros.
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Gimnástica Segoviana
Christian; Adrian, Viti, Rui, Rubén (Borao min 60); Conde, Manu (Nogueira min 60), Del Castillo (Calleja min 78); Dani Arribas (Gómez min 46), Adeva (Diego Fernández min 78) y Javi Borrego.
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Almazán
Heredia; Losi, Checa, Fatah, Íñigo (Raúl min 78); Dani Martínez (Dani Iraola min 78), Plaza (Diego min 78), Khalifa; Albitre, Elvi (Santa min 57) y Pablo (Sylla min 57).
La Gimnástica de esta temporada es como un ejército conformado por soldados bien entrenados, que saben por lo que luchan y que lo sienten como suyo. Nadie puede con una idea cuando se interioriza tanto. Nadie puede con esta versión del equipo segoviano cuando salta al verde enfocado en un objetivo. Como los misiles, persigue y destruye, pero de una forma tan inmisericorde como estética. Y en ambas cosas tiene mucho que ver el Álex Conde que se está viendo. Pide, dirige, se mueve entre líneas; conduce cuando hay que hacerlo, pero sobre todo obliga al resto a jugar con velocidad y precisión. Porque el partido lo ganaron esas dos virtudes.
Como marca el manual del fútbol cuando un equipo sale a cerrarse como lo hicieron los sorianos, la premisa nada más empezar el partido era abrir el campo. Pero no para los extremos, que ya sabemos que no lo son tanto y que se manejan mejor a banda cambiada, sino para los laterales. Los de arriba se meten en diagonal y el espacio a la espalda es del¡ que llega desde atrás por sorpresa. Vamos, que Adrián estaba en su salsa y una y otra vez sus arrancadas, cuanto más desde atrás más sorprendentes, fructificaban en centros peligrosos. La defensa del Almazán era de tres centrales, aunque la idea era que se quedaran dos cuando atacasen y que Plaza se colocase como medio. Esa era una idea muy optimista, porque Plaza no tocó una sola pelota más allá de un cuarto de su cancha.
Como en todo asedio, no es rentable cargar los cañones todo el rato. Hay que dar momentos de tregua para que la población asome la cabeza, aunque sólo sea para recibir otro golpe mayor. En esos momento en los que la Sego decidía tocar más atrás para ver si se abría el Almazán, es donde estaba la trampa del partido. Si los centrales se confiaban o un pase salía regular, ellos buscarían cazar. Rui cayó en esa trampa una vez y propició un tres contra dos que las ansias del delantero Elvi convirtieron en agua de borrajas, porque se metió en fuera de juego y atascó toda la salida. Dos minutos después, el propio Elvi iba al banquillo a ver si Diego Rojas le contaba otro plan de juego, porque el primer gol ya les había caído.
Dani Arribas, que siempre tiende a acomodarse la pelota a su pierna buena, la zurda, pisó línea de fondo con la derecha y colocó un balón medido a la cabeza de Adeva. Heredia puso los puños regular, así que evitó el gol del delantero, pero no el recurso de fino estilista de Conde que, de media chilena, marcaba con la derecha el final de la obertura. Ya solo quedaba esperar el resto de la sinfonía.
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Tras esa obertura llegaría el primer movimiento, el allegro. Pero un allegro nada pizpireto y más bien cargado de metales contundentes. Veinte minutos después del primero y tras alguna ocasión más marrada, de nuevo Diego Arribas sacaba un pase que parecía un recurso del pobre, de quitarse el balón de encima por exceso de tráfico en las líneas habituales de circulación. Pero de su pierna izquierda pueden esperarse siempre sorpresas y plantados como farolas puestas por el Ayuntamiento se quedaron defensas y portero del Almazán mientras Adeva llegaba al segundo palo, se estiraba, y con un toque de tacón con la derecha mandaba el balón botando manso al primer palo. La posición de Del Castillo, que salió para convertirse en una especie de segundo punta para recibir todos esos balones colgados, era más que dudosa, pero no la de Adeva, que llegaba desde atrás.
Por resumir, el primer gol tuvo algo de aquella famosa chilena de Bale en Champions y el segundo un aquel del que Torres le marcó al Betis; pero todo en su versión en Tercera, todo un poco más de andar por casa.
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En la segunda mitad Diego Rojas despertó tras el tiro en el pie a su habitual estilo y puso en liza a un delantero potente y de recursos como Sylla y al media punta Santa, claramente más talentosos y ofensivos. Hicieron lo que pudieron para estropearle la foto a la Sego, pero del otro lado entraba Gómez para hacer lo de siempre: dinamitar líneas enemigas como sea. Como un robot programado, como un cyborg de la saga de 'Terminator', a Gómez no hay más que darle las instrucciones y él las cumple caiga quien caiga por medio. Le pedía Manu González que buscara más portería y a los dos minutos de entrar ya lo había hecho. Todo lo que cazó en el área, buscó portería. Le hicieron hasta un penalti que no pudo convertir porque ralentizó la carrera y facilitó la labor de lectura de Heredia.
El cyborg Gómez complicó todos los planes sorianos de un lado, pero de nuevo iba a ser Conde el que pusiera la guinda. En una de esas escaramuzas del 9 gimnástico, el mago Conde debió pensar que aquello debía concluir y recogió el balón en parado para una arrancada potente por la derecha del área y un disparo que, entre Heredia y Plaza, casi con música de Benny Hill de fondo, no consiguieron sacar. Del Castillo llegó para poner la puntilla, como para ahorrarles el embarazo a los sorianos, pero aquello ya estaba finiquitado.
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Pudieron llegar más, porque casi hasta con pereza las ocasiones se creaban. Que si Rui aparecía solo al segundo palo y medía mal el bote, que si Nogueira se incorporaba y disparaba sin oposición desde la frontal, que si a un Javi Borrego un tanto frustrado consigo mismo le pasaba igual. Todo el mundo quería su gol, su momento de foto. Y esa foto la mereció el debut en partido oficial del juvenil Diego Fernández y también Christian. Supo sacarle un mano a mano a Sylla que podría haber supuesto el segundo gol encajado por la Gimnástica en seis partidos. Pequeñas desconexiones, 'pecata minuta' para un equipo que quiere subir por la línea más recta que existe: la de las baldosas amarillas que salen cuando consigues tres puntos.
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