Pancarta adaptada a la campaña anti-insultos en el estadio Ramón de Carranza del Cádiz CF.

No me llames gilipollas, dime chirimbaina

Todas las alarmas por la excesiva violencia verbal en los estadios no han evitado que tan reprobables prácticas hayan llegado a los despachos de los dirigentes del fútbol español. Urge acabar con la tendencia o, al menos, apostar por la originalidad

José María Cillero

Viernes, 6 de febrero 2015, 19:31

«Hoy me has llamado gilipollas». Así comienza la carta que Javier Tebas, presidente de la Liga de Fútbol Profesional, le dirigió al presidente de la Federación Española de Fútbol, Ángel María Villar, tras la junta directiva que dicho organismo ha celebrado esta misma semana. Es el último capítulo de la guerra abierta que mantiene la Federación contra la Liga de Fútbol Profesional y el Consejo Superior de Deportes. «Cuando algún miembro de la junta me insulta, no haces nada para evitarlo. Te puedo garantizar que en nuestros órganos, haré críticas a tu gestión y a tu proceder, pero jamás con insultos y vejaciones como haces y consientes», prosigue Tebas en su misiva.

Publicidad

Yo pensaba que todo el ruido mediático de las últimas semanas en torno a los comportamientos antideportivos y los insultos, en resumen, a la violencia, en el fútbol iba de que había que erradicar todas esas malas prácticas en los estadios, no en los despachos, pero todo lo malo es susceptible de empeorar y asistimos al lamentable espectáculo de que son los máximos responsables del fútbol español los que demuestran soltura para insultar. 'No insultéis, que ya insulto yo', es lema que puede emplear la Real Federación que preside Villar o algún otro organismo del deporte, a la vista de los hechos.

Lo que está evidente es que en el fútbol español hay soltura para la violencia verbal -germen de otras violencias de peores consecuencias, a las que hemos asistido recientemente-. Bueno, en realidad, más que soltura, facilidad. Facilidad para recurrir a los tres o cuatro insultos de siempre los gili-tal, los cabr y lo que sigue, como decíamos de críos, los h de p y las menciones escatológicas a las madres sobre los descalificativos racistas mejor ni pronunciarse, esos no tienen ni puta gracia y deberían acarrear detenciones y penas de cárcel-. Lo mejor sería no insultar, respetar. Acudir a los campos a festejar el talento de los de nuestro equipo y reconocer el del rival, aunque sea mordiéndonos los labios. Pero como en las gradas es mucha la adrenalina que se libera, si tiene que descargarla, hágalo con elegancia. Eso de echar mano de la santísima trinidad de los insultos no es soltura; es, sobre todo, vulgaridad, grosería, mala educación y falta de originalidad. ¡Con lo rico que es el castellano!

Porque está claro que somos capaces de cambiar la zafiedad por el ingenio. No hay más que ver las dotes para adaptarse a las circunstancias de la afición del Almería el pasado mes de diciembre, cuando con la visita del Real Madrid sustituyó el ripio más famoso con el que los estadios españoles reciben a Cristiano Ronaldo, por otro con el mismo soniquete pero menos ofensivo: «Ese portugués, no me cae muy bien».

Otra solución es inspirarse en los clásicos. En los clásicos del insulto, claro. Y para eso, los mejores ejemplos los dan las barras (aficiones futboleras) argentinas y el público taurino, especialmente en plazas como La Maestranza de Sevilla o la Monumental de México DF.

Publicidad

Por empezar por el final. El matador Luis Francisco Esplá era conocido por su afán de recuperar ritos, gestos y tradiciones de la tauromaquia clásica para reproducirlos en sus faenas, total, que había tardes en que entre los detalles de su traje de luces, los prolegómenos y las posturas, el alicantino llegaba a exasperar al aficionao. «Esplá, tienes más pamplinas que un mueble-bar», le gritaron una tarde desde el cemento del coso frente al Guadalquivir. Pero para relaciones amor-odio entre público y torero, lo mejor lo ha dado Sevilla con Curro Romero. Una temporada del de Camas en forma, cinco tardes en los carteles de la Feria de Abril saliendo a bronca por tarde, se le iban todos los toros. Aficionado a voz en cuello: «¡Curro!, el año que viene te va a venir a ver tu puta madre y yo».

En México no andan a la zaga. Allí es tradición eso que llaman el albur, que consiste en esconder con ironía lo que en realidad quieren decir, hasta el punto de que a mucha gente le pase desapercibido el sentido verdadero del mensaje. Ejemplos. Eloy Cabazos, matador, no se encontraba aquella tarde cómodo con un toro de su lote tan es así que un espectador le previno: «Cuidate, Eloyito» (¿O tal vez, «Cuidate el hoyito»?).

Publicidad

Otra tarde, un rejoneador poco diestro trataba de evitar la bronca por el fracaso de su lidia cambiando continuamente de caballo hasta que le llegó la sentencia desde la grada: «Caballooooooo!, cambia de rejoneadorrrrrrrrrrr!».

Argentina siempre ha presumido de que si bien no es el país donde nació el fútbol, al menos es donde más intensamente se vive, lo que da lugar a excesos reprobables pero también a ataques de cáustico ingenio que duelen más que algunas entradas con los tacos a la rodilla. Así, mejor que los jugadores cuiden su dieta porque al menor atisbo de que se han pasado de kilos les llueven los dardos, como al bueno de Christian Ogro Fabbiani, que estuvo dando bandazos de equipo en equipo hasta que fue despedido en 2013 de Independiente Rivadavia por su sobrepeso (104 kilos). Al parecer habría logrado deshacerse de 26 de esos kilos de más, con lo que podría evitarse dedicatorias como: «Fabbiani, la cancha no es chica vos sos gordo». Fabbiani en el suelo: «¡Tírenle agua que se seca la ballena!». O «¡No le hagás un antidoping, controlale el colesterol!».

Publicidad

Pero como todo el mundo no puede ser ingenioso, otro recurso es ser original. El castellano ofrece más de doscientos insultos que además de confirmar la riqueza de nuestro idioma, tienen la ventaja de que por no ser conocidos no son ni malsonantes.

Ahí van algunos ejemplos: Adufe, Alfeñique, Andurriasmo, Arrastracueros, Artabán, Bebecharcos, Bocabuzón, Bocallanta, Boquimuelle, Cabezaalberca, Cagalindes, Calambuco, Calzamonas, Cansalmas, Carapapa, Charrán, Cierrabares, Desgarracalzas, Echacantos, Esbaratabailes, Fanfosquero, Filimincias, Fulastre, Giraesquinas, Gorrumino, Habahelá, Lloramigas, Manegueta, Mangarrán, Metijaco, Muerdesartenes, Papirote, Pasmasuegras, Peinabombillas, Pelazarzas, Rastrapajo, Rebañasandías, Ríeleches, Sinentraero, Sosco, Tolai, Zamacuco, Zambombo, Zurcefrenillos y así hasta 221. Así que ya sabe: A) No insulte, respete. B) Si insulta, cambie la ordinariez por el ingenio. C) Si no siempre está inspirado acuda al diccionario, no me sea botarate.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad