Páramos y valles cerrateños en la provincia de Palencia. Luis Antonio Curiel Calleja
Diputación de Palencia

El Cerrato palentino, una tierra llena de personalidad y misterio

Es una de las comarcas más desconocidas y más peculiares de la provincia de Palencia, y un sorprendente destino para una escapada

Patricia Melero

Palencia

Sábado, 17 de abril 2021, 08:24

«Una cadena de tesos mondos como calaveras coronados por media docena de almendros raquíticos cerraba el horizonte por este lado. Bajo el sol, el yeso cristalizado de las laderas rebrillaba intermitentemente con unos guiños versicolores, como pretendiendo transmitir un mensaje indescifrable a los habitantes de los bajos». Así describía, pleno de lírica y sensibilidad, Miguel Delibes, en boca del Nini, el protagonista de 'Las Ratas', un paisaje de horizontes de lomas y cerros, hileras de chopos y almendros, historia y riquezas ocultas.

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Su particular belleza y un cierto misterio que se pierde en la memoria de los tiempos hacen de El Cerrato una de las comarcas más características de la provincia de Palencia. Un lugar donde el tiempo se desdibuja entre los campos de cereal, las riberas de los ríos, flanqueadas de chopos y de almendros, y los cerros calizos que le prestan su nombre y su encanto imperecedero. Desde sus lomas descubrimos un rincón poco conocido de la región en el que dejaron su huella los Reyes Católicos, Carlos V o José Bonaparte.

El Cerrato, una de las siete comarcas naturales de Palencia, se extiende a lo largo de unos 1.700 kilómetros cuadrados al sur de la provincia. Es una tierra ancestral que aún custodia viejas tradiciones y donde los pueblos de piedra y adobe conservan su arquitectura tradicional. Su particular fisionomía se viste cada temporada con los colores de las estaciones. El verde de los campos tempranos, entre todas sus gamas posibles, encarándose al azul infinito de su cielo, entrega a la primavera el privilegio de ser la mejor época para visitarlo.

Fuente en la comarca de El Cerrato. Luis Antonio Curiel

El Cerrato es un territorio con personalidad propia a pesar de que, a menudo, sus formas y su idiosincrasia se identifican con la más pura esencia del paisaje castellano. Para muchos, mirar y recorrer sus caminos es visitar la Castilla más tópica de pueblos de adobe y piedra caliza, llanuras de cereal, laderas tornasoladas, tesos, restos de castillos y templos inmensos como catedrales.

Este territorio ofrece al visitante un amplio abanico de posibilidades para disfrutar, ya sea en familia, con amigos o en soledad, pues son muchos los atractivos culturales, deportivos, naturales y monumentales que atesora y que se pueden recorrer a través de varias y diferentes rutas, en coche, a pie o en bicicleta. En todas ellas descubrimos interesantes reclamos que dan identidad a la comarca, como sus muestras vivas de arquitectura popular: los barrios de bodegas tradicionales, las casas-cueva, los molinos, los chozos de pastor, los palomares y las yeseras.

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Un paisaje ondulado

Páramos calcáreos y verde llanuras caracterizan el paisaje de El Cerrato pelentino. Luis Antonio Curiel

El Cerrato palentino recibe su nombre por los cerros que dibujan el paisaje ondulado, con páramos calcáreos y verdes llanuras atravesadas por ríos como el Pisuerga y el Arlanza, y algún tramo del Canal de Castilla. Adentrarse en él es encontrar un lugar para empaparse de paisaje.

Un buen rincón para hacerlo es desde Vertavillo que, por su posición elevada sobre un valle, constituye un mirador privilegiado. Especialmente en la puerta de la muralla, junto al rollo de justicia, se domina una de las más hermosas panorámicas sobre el horizonte de campos de cereal. Desde aquí, se aprecian también los llamados Ojos del Cerrato, como se conoce a las yeseras de Hornillos, unas galerías que en su día fueron excavadas para extraer yeso y que hoy, ya abandonadas, parecen vigilar desde el cerro a las ruinas del Castillo de los Enríquez.

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Baltanás es, desde finales del siglo XV, la capital del Cerrato. Otorgarle ese privilegio a la villa fue la manera que los Reyes Católicos emplearon para castigar a la vecina Palenzuela, que hasta entonces desempeñaba ese papel, por el apoyo que aquella localidad dio al bando de Juana la Beltraneja, contrario a Isabel, en la Guerra de Sucesión.

En dos edificios emblemáticos de Baltanás se asienta desde hace una década el Museo del Cerrato puede ser un buen punto de partida para familiarizarse con esta tierra y documentarse lo necesario antes de adentrarse por caminos y senderos y descubrir sus tesoros, o recorrer algunas de sus localidades, en las que aún se siente el peso de la historia.

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Patio Barroco del Museo del Cerrato, en Baltanás. L. A. Curiel

Un centro para entender El Cerrato

Mueso del Cerrato.

El Cerrato cuenta desde 2010 con un centro de interpretación que muestra la singular personalidad de esta comarca poco conocida. El Museo del Cerrato, situado en Baltanás, se asienta en dos edificios, el modernista ubicado en el antiguo Colegio de la Milagrosa y el Palacio-Hospital de Santo Tomás, del siglo XVIII. Ambos conforman un espacio museográfico unitario de 1.640 metros cuadrados que ofrece una experiencia cultural conjunta. En el edificio modernista se encuentra el Centro de Interpretación del Cerrato Castellano en el que se repasan los diferentes aspectos que conforman la comarca: paisaje, arquitectura popular, economía, tradiciones… Este espacio se complementa con la Sala de Exposiciones Temporales, la Tienda del Museo y la Oficina de Turismo. En el Palacio-Hospital de Santo Tomás se encuentra la Colección permanente que alberga la obra de pintores locales y costumbristas. También acoge una colección de Arte Sacro con interesantes piezas procedentes en su mayoría de la iglesia parroquial de San Millán de Baltanás y una muestra de restos arqueológicos. Además, el precioso patio barroco del edificio es en sí mismo un lugar para admirar y disfrutar.

Dueñas se levanta junto a los montes Torozos y ostenta la declaración de Conjunto Histórico Artístico por su bello entramado urbano de soportales y balconadas. Aquí la historia dejó su huella en el Palacio de los Buendía, donde Fernando de Aragón concertó su casamiento con Isabel de Castilla y donde ambos vieron nacer a su primogénita.

En Dueñas también cobra protagonismo el agua, no solo porque el río Carrión vuelca su caudal en el Pisuerga, sino también porque por sus campos discurre el Canal de Castilla, la gran obra de la ingeniería hidráulica del siglo XVIII.

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La iglesia más antigua de España también se encuentra en esta comarca. La basílica visigótica de San Juan de Baños, que fue construida por el rey Recesvinto en el año 661. Cuentan que el propio Carlos V se detuvo a admirarla en el que fuera su último viaje hacia el monasterio de Yuste y hoy, esta reliquia sigue en pie declarada Monumento Nacional.

Menos antigua, y bastante peor conservada, es la Iglesia de Santa Eulalia, en Palenzuela, de la que apenas queda un imponente esqueleto gótico sobrevolado por los pájaros y abierto al azul imponente de los cielos castellanos. Esta localidad, cercana a la confluencia de los ríos Arlanza y Arlanzón, conserva una fortaleza medieval, así como Torquemada conserva un monumental puente de veinticinco ojos que salva la brecha del Pisuerga.

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El paisaje, el patrimonio y la historia confieren a toda la comarca del Cerrato una personalidad propia y una identidad característica retratada en sus parajes naturales, sus vestigios arquitectónicos, su gastronomía y sus costumbres. Y en elementos como las bodegas y las cuevas que la hacen única y especial y la distinguen como un destino ideal para hacer una escapada hacia el corazón de nuestra propia historia.

Tierra de vinos y bodegas

Barrio de bodegas de Baltanás. Luis Antonio Curiel Calleja

La profunda personalidad de estas tierras no puede comprenderse del todo sin atender a su gastronomía. Su famoso queso, la miel, el lechazo, el pan y hortalizas excepcionales como el pimiento de Torquemada o la cebolla horcal de Palenzuela son elementos primordiales de su patrimonio. Pero no hay que perder de vista, además, que el Cerrato está atravesado por dos rutas del vino, las de las DO Cigales y Arlanza, dos vías que completan y enriquecen la oferta turística del sur de la provincia con sus propuestas de enoturismo. Precisamente, el cultivo de la vid y la elaboración tradicional de vinos son uno de los rasgos que más han marcado la personalidad de estas tierras, de su gente y de su arquitectura tradicional capitaneada por las bodegas.

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A Ortega y Gasset le parecían «pueblos de terrícolas, de hombres que viven como hormigas». Se refería a estas singulares construcciones que comparten muchas localidades de la comarca. Especialmente en dos localidades: Baltanás, cuyo casco está dominado por el pintoresco barrio de 374 bodegas, horadadas en seis niveles en las tripas de una colina, y Torquemada, donde el conjunto lo integran 477 bodegas. En ambos casos, se han revalorizado con la declaración de Bien de Interés Cultural con categoría de Conjunto Etnológico que se suma a su tradicional función social y lúdico-gastronómica bien conservada.

Calle entre las bodegas en Torquemada. Henar Sastre

Vistos desde lejos, sus conjuntos de chimeneas les dan un aspecto casi onírico. Dicen que en ellas se inspiró Antoni Gaudí, el genio del Modernismo, para las icónicas salidas de humo que caracterizan La Pedrera.

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Actualmente, más allá de su extraña belleza y de su función enológica, estos barrios de bodegas conservan el cometido, heredado generación tras generación, de ser el lugar de reunión de familiares y amigos.

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