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'La tortuga de Gaugin', montaje presentado en el TAC de 2018. Rodrigo Jiménez
Valladolid, ciudad de teatro

Valladolid, ciudad de teatro

La honda tradición de este arte abarca siglos en la capital, que acoge mañana la entrega de los XXII Premios Max en el Calderón

Samuel Regueira

Valladolid

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Domingo, 19 de mayo 2019

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El Calderón acoge mañana la entrega de premios de los XXII Premios Max, los más relevantes del teatro a nivel nacional. El enclave escogido para dicha ceremonia viene a refrendar la profunda relación que, desde hace décadas, une a nuestra ciudad con la interpretación sobre las tablas, y no solo porque entre las diferentes nominaciones compitan cuatro talentos locales; también por el compromiso y la entrega que espectadores y artistas vallisoletanos han demostrado, demuestran y seguirán demostrando por impulsar y visibilizar una disciplina y una cultura que encarna, como ninguno, el arte del teatro.

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Desde autores canónicos como José Zorrilla, que al legado de la literatura española cediera su celebérrimo 'Don Juan Tenorio', hasta dramaturgos locales como Narciso Alonso Cortés (biógrafo de aquel y también estudioso de este arte, responsable de la obra de referencia 'El teatro en Valladolid: siglo XIX'), Luis Maté, Domingo Rodríguez, Francisco Álvaro o Julio López Medina, la ciudad ha ido acogiendo a diferentes directores que han cosechado éxitos más allá de nuestras fronteras (locales e incluso nacionales) y que han ido consolidando un tejido de base que posteriormente ha influido, también, en la fama de la exigencia del espectador medio vallisoletano. Y no es para menos: pocos son los artistas de cualquier punto de España que no son conscientes de lo «difícil» que es satisfacer al público de Valladolid. Duro, pero justo: también reconocen que el aplauso sabe ser tan sincero como agradecido.

Regresando a los dramaturgos, además de los ya citados, el poeta Manuel Alonso Alcalde y el toledano José Luis Martín Descalzo precedieron en nacimiento y fueron coetáneos en carrera artística al que es, tras las bambalinas, quizá nuestro más importante talento en vida: José Luis Alonso de Santos, responsable de éxitos tan imborrables como 'La estanquera de Vallecas' o 'Bajarse al moro', entre otras muchas más obras. No cabe olvidar a los prematuramente fallecidos Fernando Urdiales, fundador de Teatro Corsario, y Ricardo Vicente; o al aún vivo y también actor Juan Antonio Quintana (zaragozano que vio en esta ciudad el mejor escenario posible para desarrollar su trayectoria teatral), en cuya versión de 'El avaro', de Molière, figuró, entre otros nombres escénicos, el del actual alcalde de la ciudad, Óscar Puente. También sobre las tablas vieron la luz en Valladolid numerosos rostros popularizados por el cine y la televisión, desde el Premio Max de Honor 2019 Concha Velasco hasta Roberto Enríquez, pasando por Lola Herrera, Emilio Laguna, Fernando Cayo, Emilio Gutiérrez Caba, Elvira Mínguez, Aurora Bautista, Daniel Muriel, Inés Sastre, Ágata Lys, Ana Otero o el también 'adoptivo' Diego Martín, entre otros muchos.

Pero si no fuera por los nombres, sería por los espacios. Solo la ciudad de Valladolid cuenta con siete salas en activo de distinta envergadura y semejante importancia para sus trescientos mil habitantes: el teatro Calderón, el Zorrilla, el Carrión, el Cervantes, la Sala Borja, la sala Experimental del Auditorio Miguel Delibes y la sala Concha Velasco del LAVA, sin contar las salas de teatro de los centros cívicos, el Recinto Ferial de Valladolid o los espacios potenciales que, en su día, acogieron importantes espectáculos y daban luz a la ciudad, y hoy se encuentran en un triste desuso y con un factor nostálgico tan importante que bien merece la pena estudiar su rescate, como la sala Ambigú o el teatro Lope de Vega. Y cuando los espacios se quedan pequeños, el teatro sale a la calle: el TAC se respira siempre en torno a estas fechas de mayo por plazas y enclaves fundamentales de Valladolid robusteciendo, como pocos, el vínculo de la ciudad con todas las variantes circenses, acrobáticas, clowns y en clave de danza contemporánea de esta disciplina artística.

Un público entregado

De los datos facilitados a El Norte de Castilla por las diferentes salas se percibe la entrega del público de Valladolid hacia sus espacios de representación escénica. Un caso ejemplar es precisamente el del Teatro Calderón, cuya sala principal ostenta el mayor aforo en un recinto cerrado en la provincia de Valladolid (1.185 localidades). En su temporada de 2017 acogieron a 72.950 espectadores entre toda su oferta escénica, de los cuales 32.413 acudieron a sus 59 representaciones estrictamente teatrales, de 22 obras distintas y con títulos tan sugerentes como 'Bodas de sangre', 'El festín de Babette', 'Trabajos de amor perdidos', 'El hombre duplicado' o 'El caballero de Olmedo'.

Otras salas de menor dimensión también han sabido responder a diferentes demandas teatrales. Por ejemplo, la sala experimental del auditorio Miguel Delibes, que si bien es un espacio que de primeras se puede concebir como un recinto estrictamente musical, ha ido reservando una zona con aforo en torno a las cuatrocientas localidades agotándolas para el público infantil y «con una aceptable aceptación», en palabras de los responsables, en el resto de casos desde que comenzaran su andadura teatral en otoño de 2017, con adaptaciones del 'Yerma' lorquiano o de 'El coronel no tiene quien le escriba' y con la posibilidad de brindar coloquios posteriores del elenco con el espectador «en la inmensa mayoría de los casos».

Otro caso a destacar pasa por la sala Concha Velasco del Laboratorio de las Artes. En su aforo de 610 localidades, durante la temporada 2017-2018 acogió a cuarenta y dos compañías; veinticinco de artes escénicas contemporáneas y diecisiete de programación infantil, que mantienen un decente porcentaje sobre el total de público que asiste a los espectáculos que allí se acogen (21%), si bien es cierto que en este espacio priman las convocatorias de índole musical.

La dupla que conforman la gestión del Teatro Zorrilla y el Carrión, compuesto por Enrique y Alain Cornejo, es reacia a facilitar datos cuantitativos «para evitar comparaciones innecesarias», y considera que el mejor reflejo de esta entrega de la ciudad por el teatro es que «se controlan todos los géneros: comedia, alta comedia, verso, prosa, infantiles, monólogos, de revista...», enumera Cornejo padre. «No hay que moverse de la ciudad para ver cualquier género, tenemos un gran número de títulos de toda índole, y el hecho de que pervivan estas siete salas para nuestros trescientos mil habitantes, que en proporción estamos a la cabeza con respecto a ciudades como Madrid o Barcelona, demuestran que esto pervive porque el público va».

Y si el público no va al teatro, el teatro va al público. Nuestro Teatro y Artes de Calle, o TAC, probablemente el mayor orgullo de evento cultural y artístico de la ciudad junto a la Seminci, viene entusiasmando a la ciudadanía con sus propuestas urbanas desde hace veinte ediciones. En sus memorias de 2017, las últimas publicadas, sesenta y tres compañías desarrollaron sus respectivos espectáculos en las secciones Oficial, OFF y Estación Norte, con dieciséis estrenos (doce en España y cuatro absolutos) que a lo largo de nueve días de mayo concitaron a 150.000 espectadores. La mitad del municipio. Y esto no es todo.

Valladolid es mucho más que su ciudad: es una provincia con 225 municipios que, de un modo u otro, también acogen sus distintas manifestaciones de teatro. Una de las más reputadas es la cita veraniega del Fetal, o Festival de Teatro Alternativo, que traslada al Corral de la Anuncia de Urones de Castroponce muy atrevidas propuestas de vanguardia desde 1995, dentro de un evento en constante crecimiento por otras poblaciones y que el año pasado se alzó con el premio Provincia de Valladolid de Teatro.

Al año siguiente de la creación del Fetal se sumó la inauguración de la Red Provincial de Teatros, que difunden por veinticinco espacios escénicos toda representación teatral (que abarca además magia, danza y música) por núcleos urbanos como Arroyo de la Encomienda, la Cistérniga, Aldeamayor de San Martín, Boecillo, Simancas, Medina de Rioseco, Campaspero, Peñafiel, Portillo, Serrada, Tordesillas, Tudela de Duero o Villanubla, así como otros municipios. Entre los no adscritos destaca la Casa de las Artes de Laguna de Duero. Pero sin duda uno de los alumnos más aventajados es Olmedo, que cuenta con espacios como el Centro de Artes Escénicas San Pedro y la Corrala Palacio del Caballero para diferentes programaciones durante todo el año, además de un Festival de Teatro Clásico que este mes de julio celebrará su decimocuarta edición.

Si bien las distintas programaciones de los recintos escénicos en la ciudad continúan apostando por dicho hermanamiento y estas saludables sinergias entre el arte sobre las tablas y el público, el futuro del teatro parece pasar, ineludiblemente, por la creación de una política cultural robusta y una serie de protecciones al trabajo de compañías (en especial, de las más pequeñas) que garantice no solo que se pueda trabajar, y vivir, con cierta dignidad de este arte; también que se sustente la investigación y formación de talento y patrimonio inmaterial de cara a que futuras generaciones puedan contar con los materiales construidos hoy para que en el futuro supongan el sustento del pasado en torno al cual inspirarse, cuestionar y, eventualmente, forjar un legado.

En esta línea cabe destacar el esfuerzo de Artesa, la Asociación de Empresas de Artes Escénicas Asociadas de Castilla y León, que a nivel autonómico ha presentado ante la Junta su propuesta de manifiesto por un Pacto de la Cultura, hecho público en Valladolid el pasado mes de marzo, en el que reclaman estabilidad en el sector a partir de la reordenación de recursos, planes de fomento de las artes escénicas y un modelo de gestión basado en la eficacia para que renueve, recupere, fidelice y forme debidamente al público del teatro. Sobre un discurso similar vertebran también sus esperanzas empresarios mayores, como el propio Cornejo: «Hay que crear canales de cultura establecidos por gente culta y vocacional, sin que cambien cada cuatro años, y deben aplicarse políticas culturales que vayan más allá: que los artistas capacitados se establezcan en un circuito y aprovechen alguna de las muchas infraestructuras que tenemos abandonadas para desarrollar sus capacidades creativas».

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