Lola Herrera y 'Cinco horas con Mario': un icono

Escribí mi primera crítica cuando 'Cinco horas con Mario' se estrenó en Madrid. Miguel Delibes me la agradeció con uno de sus tarjetones. Luego la he visto muchas veces en Valladolid y en la cárcel de Villanubla, en una representación a la que asistimos con Miguel, Ramón García y yo, y que estuvo a punto de suspenderse porque no se permitió el acceso a las reclusas. Un disparate que molestó mucho a la actriz. Lola, desde su monólogo, transformó el personaje que le ha acompañado muchos años.

La última vez que estuvo en Valladolid desapareció el hijo del final. No hacía falta. Ella y el túmulo donde reposaba el cadáver de Mario bastaban. El monólogo se transformaba en diálogo. La confesión de Carmen Sotillo tenía un interlocutor sin vida. El autor, Miguel Delibes, decía que había sido muy duro con ella.

Ni Mario era perfecto ni Carmen tan superficial y egoísta. Así quedaba la obra completa y riquísima. Actriz fetiche, con esa voz transida, ha quedado incorporada a la historia de nuestro teatro, a la social del país, a la obra eterna de Miguel. Ha interpretado muchas obras en teatro, cine y TVE, pero su trabajo antológico en 'Cinco horas con Mario' la hace portavoz de su historia personal y de la sociedad de aquel tiempo en esta ciudad, en este país. Ahora, la Ciudad de Valladolid le ha concedido con toda justicia la Medalla de Oro. Lola, como Miguel, es Valladolid, su mejor esencia, en la cultura y en ela vida. Otra vez este dúo tan hermoso nos llama y Lola lo revive con el autor mirándola desde arriba. Mario ha resucitado desde su ataúd postrero.