Fernando Cayo: «No tengo pensado jubilarme»
El actor vallisoletano protagoniza 'La culpa', de David Mamet, un 'thriller' sobre dilemas morales el viernes y el sábado en el Teatro Zorrilla
«Cuando uno quiere ser Gandhi, puede transformarse en todo lo contrario si no calcula bien». En la disyuntiva de las buenas intenciones y la duda de lo que es coherente se debate Fernando Cayo (Valladolid, 1968) en el papel central de psiquiatra en 'La culpa', obra estrenada por David Mamet en 2017 en Nueva York y que este viernes y el sábado desembarca en el Teatro Zorrilla. Un psiquiatra cuyo paciente ha cometido un asesinato múltiple se enfrenta a la acusación de la opinión pública y de los medios de comunicación, haciéndole responsable del funesto desenlace.
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–¿Qué aporta este montaje de Juan Carlos Rubio sobre la obra de Mamet?
–Mamet es un gran dramaturgo norteamericano, que escribe de manera muy cinematográfica y habla de temas candentes. Juan Carlos Rubio ha adaptado este 'thriller' psicológico con diálogos cruzados y vertiginosos que sumergen a los espectadores en una trama muy atractiva. Yo interpreto al psiquiatra, un personaje de fuertes convicciones éticas inmerso en una crisis profunda que intenta sobrellevar con sus creencias religiosas. La obra dibuja un entramado de manipulación informativa, noticias falsas, la religión, la ética, lo políticamente correcto... hay toda una salsa picante estupenda para diversión del espectador. Que el psiquiatra sea un tipo con ideas regidas por la moral supone un problema para muchos de quienes tratan con él. Los espectadores tendrán que decidir en qué punto está el personaje.
–La obra comenzó con Pepón Nieto en el papel que ahora usted representa. ¿Ha afectado el cambio?
–Yo estoy desde agosto porque Pepón empezaba una serie y yo terminaba 'La casa de papel'. Me lo propusieron y acepté. Nunca había hecho una sustitución, así que he construido el papel desde cero. Vi una vez el espectáculo antes de saber que iba a asumir este papel, y luego me dediqué durante dos meses a trabajar sobre el texto para ajustarlo a mi manera de decir, así que estuve trabajando para hacer mío el personaje sin referencia de nada.
–El intercambio dialéctico frenético es una de las señas de identidad de la obra.
–Parece que el espectador está espiando a los actores a través de un agujerito de una pared. Mamet ha construido los personajes con una capacidad de análisis y deducción de alto nivel, con lo cual da gusto escuchar cómo argumentan.
–Está siempre actuando, es difícil verle parado.
–Trabajo mucho y con mucha ilusión. La base de esto es que no es un trabajo, es mi vida, mi pasión, mi entretenimiento, mi espacio de crecimiento personal y no me supone un esfuerzo. He trabajado en teatro clásico, contemporáneo, en cine, en televisión..., siempre he hecho hincapié en la formación y eso me permite afrontar distintos registros.
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–¿En qué medida las series y las plataformas están abriendo nuevos horizontes a la profesión?
–Es el gran momento de las plataformas, esto se recordará de manera histórica. La entrada de Netflix en España permite que gente que siempre ha trabajado con presupuestos mínimos pueda hacer series como 'La casa de papel'. Talento siempre ha habido en España, faltaba el poderío económico para permitirse cierto tipo de cosas que ahora se pueden hacer. Pero sobre todo lo que han permitido las plataformas es la internacionalización de nuestros productos. Se están doblando a otros idiomas series y películas que antes solo se emitían subtituladas en inglés, y eso está haciendo que la ficción española sea puntera. Y de cara a los creadores españoles es como si nos hubiera tocado la lotería. La llegada de las plataformas ha permitido que se hagan productos con más criterio, porque las cadenas generalistas estaban estancadas.
–¿Qué metas se ha marcado?
–La primera, seguir disfrutando de mi trabajo tanto ahora. Quiero seguir involucrado en producciones que me permitan aprender de la gente que tengo a mi alrededor. Ahora que se habla mucho de las pensiones, no tengo pensado jubilarme, quiero seguir en esto hasta que me dé el cuerpo. Me encantaría profundizar en proyectos internacionales, ver cómo se trabaja fuera y tener proyección en otros mundos y mercados.
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–¿Con qué papel sueña?
–Llevo años estudiando canto y me gustaría hacer algo en audiovisual relacionado con el mundo de la canción. Yo soy músico, toco el piano, he estudiado música y aunar esos amores con el cine me encantaría.
–¿Qué faceta de la profesión le resulta más difícil?
–Muchas veces, lo que tiene que ver con lo personal, cómo manejas, por ejemplo, que de repente le den un papel a alguien porque está más de moda, lo que tiene que ver con los dramas de la vida. Todos los seres humanos tenemos que gestionarnos, pero en el caso de esta profesión –expuesta siempre a la mirada ajena– es más evidente. Hay que hacer una labor psicológica con técnicas de crecimiento personal y psicológico para afrontar un rodaje complicado o la tensión de un estreno. Llevo muchos años entregado a la terapia y a la meditación y eso enriquece mi vida personal.
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–¿Qué está leyendo?
–A Mario de la Rosa, jefe de los GEO en 'La casa de papel'. Ha publicado 'Perros con placa', una novela negra que estoy disfrutando mucho.
–¿De quién aprende más, quienes son sus referentes?
–Hay una generación maravillosa de actores españoles de la que más he aprendido: José Bódalo, José María Rodero, José Luis López Vázquez...y de los contemporános, Javier Bardem, Eduard Fernández... hay un montón de talentosos que me encantan. De los extranjeros me gustan no solo como actores sino por su implicación en luchas medioambientales Clooney y Di Caprio.
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