

Secciones
Servicios
Destacamos
Hoy muchos lo han olvidado, porque en la memoria de los aficionados permanece más el recuerdo legendario de 'El Padrino' que el prestigio de 'Cabaret' – ... y así lo reflejan también las encuestas sobre las mejores películas de la historia, donde la primera siempre está mejor situada–, pero hace 50 años, el mítico musical, con el que Bob Fosse renovó el género, humilló en los Oscar a la obra maestra de Francis Ford Coppola sobre la mafia.
En aquella edición, 'Cabaret' (que el próximo fin de semana llega a Valladolid con una versión teatral) obtuvo ocho estatuillas, entre ellas las de Liza Minnelli, Joel Grey y Bob Fosse como mejor director, mientras que 'El Padrino' tuvo que conformarse con tres menores. Ese mismo año, Fosse logró, simultáneamente, los otros dos premios más importantes: el Emmy y el Tony con otras dos obras.
La película protagonizada por Liza Minnelli se había estrenado un año antes, en medio de una gran expectación. Fosse era el coreógrafo de moda en Broadway, pero había fracasado en taquilla con su primera incursión en el cine, 'Sweet Charity', y nadie sabía qué ocurriría con esta nueva incursión musical. El estudio, de hecho, dudaba del coreógrafo y barajaba otros nombres que desde la mirada del presente nos resultan incomprensibles, pese a su innegable talento: J. L. Mankiewicz (el autor de 'Ellos y ellas') y Gene Kelly ('Cantando bajo la lluvia').
Afortunadamente para la historia del musical, tenía dos aliados importantes: el primero, el productor Cy Feuer, que estaba convencido de que la obra requería un tratamiento 'fuerte' y que Fosse era la persona adecuada. Pero también lo apoyaba la protagonista, Liza Minnelli, que admiraba su trabajo en Broadway.
Por esas paradojas que siempre nos regala el arte, Liza había sido rechazada para interpretar al personaje de Sally Bowles en los escenarios, lo que resulta casi tan sorprendente como imaginarse al gran Gene Kelly tras los mandos de 'Cabaret'. La decisión no había sido de Fosse, que no tenía relación con el montaje de Broadway, sino de Harold Prince, a la sazón el director de la versión teatral del celebérrimo musical.
Liza Minnelli se entregó de forma entusiasta a su personaje. «Se involucró más que nadie, pese a que ya entonces era una mujer con prestigio», recuerdan sus compañeros de rodaje. Intuyó que el papel de Sally Bowles, con el que seguramente se identificó muy profundamente, podía ser la oportunidad de su vida, y no la desaprovechó. «'Cabaret' fue un éxito enorme y pasamos a la historia con ella», recordaría después.
Es imposible imaginar a nadie que pueda mejorar su interpretación tanto en el registro musical como en la dimensión humana de su personaje. De hecho, Minnelli es una de las tres patas principales que sostienen aún hoy la grandeza de la película. La segunda es el actor Joel Grey, el cínico y perverso maestro de ceremonias, y la tercera y principal la del director Bob Fosse, que reinventó el cine musical con esta película, dándole un tono más adulto.
Fosse, quizás escarmentado por el fracaso de su primera obra, apostó fuerte y decidió darle una vuelta de tuerca al molde del género. Él admiraba a Fred Astaire y amaba los musicales clásicos, y se había iniciado como bailarín en algunos destacados de los años 50, como 'Kiss me Kate'. Pero, cuando afrontó el reto de 'Cabaret', decidió darle la vuelta al género, creando un nuevo modelo de musical. Un modelo muy personal que apenas ha tenido continuación después. 'All that jazz', del propio Fosse, y 'Chicago', de Rob Marshall, serían casi los únicos ejemplos.
¿Y en qué consistía el nuevo tipo de musical que Fosse estaba decidido a inventar? El primer rasgo nuevo, su rabioso realismo. Si los musicales clásicos creaban su propio mundo, ajeno a los conflictos sociales o políticos de su tiempo, en 'Cabaret' la política aparecería en superlativo: el violento ascenso del nazismo sería, ni más ni menos, el contexto social que serviría de telón de fondo a la historia y a los números musicales.
Pero la realidad se colaba también en el modo de retratar a sus personajes y las relaciones entre ellos. Michael York interpreta a uno de los primeros bisexuales del cine, y la relación que se establece entre los tres protagonistas termina en trío amoroso, lo que resultaba bastante rompedor en 1972, cuando a nadie se le hubiera ocurrido poner de moda el término poliamor.
La incorporación de una presencia áspera y desnuda de realidad social no fue la única novedad. En los años setenta, una parte del público empezaba a rechazar uno de los rasgos esenciales del cine musical clásico: que la música irrumpa en la narración convencional como un elemento que saca a los personajes del 'mundo real' y los eleva hacia otra dimensión sentimental. Curiosamente, ese rasgo, muy criticado entonces, ha sido luego rescatado desde la comedia por cineastas como Woody Allen, en 'Todos dicen I love yo', o Emilio Martínez Lázaro, 'El otro lado de la cama'. Sin olvidar la última manifestación del género 'Voy a pasármelo bien', de David Serrano, con música de Hombres G.
Pero en ese momento de crisis del musical, Fosse tomó una decisión radical: expulsar la música de la parte narrativa que describe la vida de los personajes (con una única excepción) y concentrar todos los números en el escenario del cabaré. Para ello hubo que reajustar algunos de ellos y prescindir de otros. De igual modo, renunció a los números en los que los personajes dialogaban entre sí mediante la música, algo muy común en el género. Y se esforzó por tejer una brillante interconexión entre los dos mundos: los de dentro y fuera de la escena teatral.
La apuesta era muy fuerte, como rotundas eran las coreografías y los números musicales, con su decidido sentido de la provocación y la insinuación sexual, pero los intérpretes estaban seguros de estar participando en algo importante. Y esa intuición se corroboró entusiastamente ya desde la primera proyección.
Joel Grey recuerda que la maravillosa ambientación del cabaré no surgió de la nada. De hecho, Fosse conocía muy bien el mundo de los clubes nocturnos «porque él mismo actuó de niño en clubes de striptease, y en burlesques (parodias teatrales), de modo que conocía todos esos ambientes muy bien». La película se basaba en una colección de historias cortas escrita en 1937 por Christopher Usherwood, ambientada en el decadente Berlín de los años 30, justo antes de que Hitler lograra el poder.
La mayoría del vestuario que luciría Liza Minnelli se compró en anticuarios y pequeñas tiendas de París. Y, como anécdota, para preparar al equipo para el rodaje y meterle en ambiente, Fosse ponía la canción de Marlene Dietrich 'Falling in love again'. Difícil imaginar mejor modo de trasladarse mentalmente a ese mundo.
La otra versión de Cabaret, el musical original estrenado en los escenarios de Broadway en 1966, podrá verse los días 28 y 29 de enero (a las 20.30 y 19 horas respectivamente) en el Teatro Carrión. Se trata de una nueva versión producida por la compañía Gypsy con motivo del 50 aniversario de la obra y que ponen en escena una veintena de bailarines e intérpretes. El argumento nos muestra al club Kit Kat como el escenario privilegiado que nos muestra como el movimiento nazi va impregnando la sociedad alemana mientras una parte del país vive su vida cotidiana ajeno a lo que está ocurriendo.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión
Publicidad
Publicidad
Te puede interesar
Publicidad
Publicidad
Esta funcionalidad es exclusiva para suscriptores.
Reporta un error en esta noticia
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.