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Ismael Fernández de la Cuesta.
«Los folcloristas nos han enseñado a buscar en la tradición oral»

«Los folcloristas nos han enseñado a buscar en la tradición oral»

Ismael Fernández de la Cuesta ha dirigido al Coro de los Monjes del Monasterio Silos en el doble cedé ‘El canto gregoriano en el Camino de Santiago’, publicado por Warner

Victoria M. Niño

Martes, 7 de junio 2016, 10:03

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En 1993 sacó el canto gregoriano fuera de los monasterios con un disco que fue superventas. Ismael Fernández de la Cuesta logró que aquella música litúrgica llegara a las salas de concierto. Los monjes de Santo Domingo de Silos cantaron en el Teatro Real y sus voces poblaron cientos de miles de discotecas de melómanos y curiosos que premiaron la aventura del musicólogo con un disco de oro. Ahora el mismo director se ha puesto al frente del coro benedictino para grabar el doble cedé El canto gregoriano en el Camino de Santiago que ha lanzado Warner.

Fernández de la Cuesta (Neila, 1939) sigue vinculado a su tierra gracias a la música. Frecuenta el Coro de Silos y mantiene el Coro de Gregoriano de Vitoria, con el que ofrece conciertos y hace giras. «Desgraciadamente ya no se usa en la liturgia y, sin embargo, sí puede escucharse en auditorios. En Hispanoamérica hay un gran interés».

Entre los muros del cenobio burgalés han grabado este disco que reúne el repertorio que escuchaban los peregrinos del Camino de Santiago en el momento de su mayor esplendor. Comienza con el Códice Calixtino, «que tiene las referencias litúrgicas en las tres fiestas jacobeas que celebra Santiago». A estas ocho entradas, han añadido las lamentaciones de Jeremías, del códice nueve de Silos al estilo mozárabe y que se agrupan en el Antifonario Mozárabe de Silos. En el segundo disco, han recopilado obras maestras del canto gregoriano.

De la Cuesta lleva cuatro décadas investigando el canto hispano, con especial dedicación al gregoriano. «En sus primeras manifestaciones no era un canto exclusivamente para el culto sino que tenía entidad artística y musicológica. Después se recluyó en monasterios e iglesias y hoy lamentablemente hoy no se canta en el culto, sino en teatros y salas». Sus trabajos en Silos le permiten estar en contacto con cantores que practican a diario, pero con los que no puede contar en su exposición extramuros. En su coro de Vitoria trabaja de otra manera.

La notación a través de neumas, la original, no es suficiente para poder ensayar. «Hago una labor de traducción por una cuestión práctica. El coro necesita una pauta que marco con la mano y el cuerpo, pero también un ritmo y una dinámica. Por eso paso la escritura original a la moderna, con compases, sus indicaciones de tipo tímbrico, melódico y de intensidad.Detrás hay un laborioso y meticuloso trabajo que permite que hoy sea cantado al aire», explica Ismael Fernández, que recibió recientemente la medalla de la Sociedad Musicológica de Americana cuya presidenta destacó precisamente ese trabajo, más allá del estudio documental, de traducción que facilita la materialización de ese canto intuitivo hoy.

La prueba del empaste

En cierta manera, los directores corales tienen un reto en esta parcela vocal. «Mi amigo Andrés Maspero, director del coro del Teatro Real y que conoce el mundo coral como nadie después de trabajar en América y Europa, me dice que lo único que le falta es dirigir gregoriano porque es donde se forja la verdadera calidad del empaste, lograr que varias voces canten a una misma que circula y se desarrolla de forma extremadamente libre. Si todos los coros cantaran primero gregoriano, aprenderían mucho de sí mismos y de su arte», explica este Premio Castilla y León de las Artes.

Ismael Fernández comenzó este milenio ingresando en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando con un discurso titulado Cantaré con el corazón. El músico recordaba su escuela musicológica en torno al leonés Samuel Rubio. Después de tantos años de estudio e indagación en archivos y bibliotecas, de seguir la corriente historicista europea, Fernández de la Cuesta ha llegado a la conclusión de que «somos esclavos de la música escrita desde los años 30. Como decían los medievales, la música no se somete a las reglas de Donato, a las gramaticales. Y en España gozamos de una tradición oral muy rica que todavía se mantiene. Tengo dos ejemplos registrados de cómo sacristanes y cantores adornan el canto de manera natural. Eso lo hemos aprendido de los folcloristas y su metodología. Tengo a JoaquínDíaz en un altar. A través de la música popular nos podemos hacer una idea de cómo se cantaba el gregoriano. La música es un arte efímero que nace y muere a la vez, por eso es tan importante la investigación de la oralidad. Hasta los filólogos necesitan ir al sonido de las palabras que estudian».

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