El tañedor polígamo
Harold Hill, viola de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León
Victoria M. Niño
Lunes, 16 de marzo 2015, 18:31
Su pesadilla más musical: se dispone a salir al escenario para un concierto didáctico y se da cuenta de que en vez de su viola moderna lleva la viola de amor. En la angustiosa confusión de los instrumentos, se despierta Harold Hill. Este titular de la Sinfónica de Castilla y León desde 1991 es un músico polígamo, que contrajo primeras nupcias profesionales con la viola, a la que abandona cuando se va de cuarteto con su violín y hace seis años sumó a su pequeño harén la viola damore.
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Cuando le presentaron los instrumentos en su escuela de primaria de Michigan, le gustó la flauta venía de atrás, de un disco de su madre en el que el gran Rampal tocaba los conciertos de Vivaldi, el saxofón y en tercer lugar, la viola. El profesor le encaminó hacia esta última «y no me arrepiento». Hijo de padres lingüistas, había antecedentes musicales lejanos en la familia. «Un tío de mi madre, violinista en la orquesta de Saint Louis, tocaba jazz con músicos legendarios. Pero, en aquel entonces, públicamente solo podían tocar los blancos con los blancos y los negros con los negros. Cuando terminaba la sesión y cerraban el local, entonces hacían música juntos».
También Harold viajó al sur con sus padres, pero más al sur. Las primeras clases de español las recibió a los nueve años en México, donde sus progenitores estudiaron la lengua nativa en la zona de Puebla. «Íbamos en coche hacia México, fue el momento en el que Nixon dimitió por el caso Watergate, y parábamos en cuanto había una colina para escuchar por la radio la renuncia». A su vuelta, en el instituto siguió estudiando castellano con un profesor español. «Nos hablaba en 1979 de que España vivía una transición democrática en la que el rey estaba teniendo un papel importante. Es curioso recordarlo ahora que se ha cuestionado tanto a la familia real, con razón».
Las guerras del estéreo
Harold creció en un estado capitaneado por la próspera Detroit, que acogía a una de las orquestas más importantes de su país, a la que ha visto morir por la crisis económica. Eso le ha dado otra visión de la financiación de la cultura. «En Estados Unidos se funciona con patrocinios, eso hace que las orquestas sean muy vulnerables a los ciclos económicos.Da igual que estén los mejores músicos, si no hay sponsors, se disuelven». Que la economía iba en serio, se dio cuenta más tarde, por eso se siente orgulloso de estar en una orquesta con una financiación estable.
El Harold indie militó en el periódico alternativo de su escuela, le tentó el periodismo. Sigue considerando los periódicos locales fundamentales para la defensa de la ciudadanía, aunque al final ganó la viola. Estudió en la Universidad de Michigan con el solista de la Sinfónica de Detroit Nathan Gordon, «toda una leyenda que tocó en la NBC con Toscanini». En seguida puso la mirada en el trabajo orquestal. «Si eliges la viola, descartas casi desde inicio una carrera de solista, porque no hay mucho repertorio. Por eso William Primrose es un héroe, cambió el rumbo de la viola, estrenó conciertos de Bartok y Walton. También me encanta Rysanov, aunque ya está metiéndose en tareas de dirección».
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De Gordon a Yizhak Schotten con quien estudió el máster, después aMiami. Allí le becó la New World Symphony, con Michael Tilson Thomas al frente, una suerte «de puente entre la vida de estudiante y la profesional». Los jóvenes músicos usurparon las habitaciones a los jubilados que tenían allí su Benidorm de invierno. «Compraron dos hoteles y creo que dejamos a varias personas sin su habitación. Tomamos prestado el lema con el que el Gobierno hacía campaña para alistarse en el ejército: No es solo un trabajo, es una aventura». Ycomo en el ejército, había guerras, pero de estéreo. «En cada habitación un músico. Lo bueno de la viola y el violín es que hay sordinas de estudio muy buenas».
AValladolid
La New World era la lanzadera para las orquestas profesionales y allí participó en la audición organizada por Max Bragado para venir a España. Para cuando le dijeron que había aprobado, Harold estaba en el festival de Aspen. «Solo había leído en una guía que decía: Valladolid es una ciudad moderna excepcionalmente fea, en medio de una de las partes más tristes de las llanuras castellanas. ¡Qué ánimo! También recomendaba la visita al Museo Nacional de Escultura Religiosa. Al cabo de pocas semanas, comencé a salir en bici y comprobé que no era tan feo. Los Torozos, los pinares y, sobre todo, los cielos eran bonitos».
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Sus aventuras ciclistas ampliaron el radio, cambió la bici de carreras por la de montaña y un exceso de confianza en la amortiguación acabó en caída y rotura de muñeca. «Me pusieron dos tornillos, la recuperé bien, pero ahora tengo mucho cuidado».
Si el disco de Rampal le hizo desear la flauta, también era Vivaldi el compositor de otro disco dedicado a la viola de amor. «Desde pequeño quise tocarla y a los 45 años decidí que debía hacer algo al respecto». El segundo violín del cuarteto Hamilton encargó al luthier Luis Fernández el instrumento que mira hoy orgulloso. «Tiene siete cuerdas, y otras siete de resonancia. Hay que afinar 14 clavijas. No es la antecesora de la viola moderna, tiene más relación con la viola da gamba. Las cuerdas de tripa procuran muchos matices dentro de una nota, permite el efecto messa di vocce. Los arcos son más ligeros, permiten un ataque especial. Esas cuerdas dan más armonía, por contra se pierde potencia, estabilidad y brillantez. Es un sonido más íntimo».
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Si el barroco es el mar sonoro en el que se zambulle con gusto en su tiempo libre, el fiddle es el lenguaje con sus amigos cuando hay fiesta musical. «Me gustan muchos instrumentos, muchos estilos, muchos repertorios. Por eso me encanta nuestra orquesta, en apenas dos semanas hicimos Bruckner y Blancanieves. Es un intento de compaginar el enfoque, la dedicación especializada, y la versatilidad». Un enigma menos para los freudianos estudiosos de las pesadillas.
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