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Personaje de fondo en el Belén y en la Biblia, San José es el hombre necesario y silencioso de la icónica familia cristiana. Su representación pasó del viejo gruñón en el medievo al tierno padre en el renacimiento. En su figura repara Teresa de Jesús ... y su discípulo Jerónimo Gracián publica la primera biografía, 'Josefina'. Creció en la Edad Moderna la devoción por el carpintero de la estirpe de David que desde su discreto banco protege el misterio de la Encarnación. San José fue entonces patrón de carmelitas y cofradías, de ciudades y naciones, hasta estar en la cabecera del panteón de los algunos papas. Desde mediados del siglo XX, la joseología es una rama de la teología que tiene en Valladolid su biblioteca especializada más extensa.
El Monasterio de San Benito acoge el Centro Josefino, referente de los investigadores, con más de 15.000 volúmenes desde el siglo XVII hasta hoy. Cada cuatro años hay un congreso internacional con sede itinerante por el mundo y el discreto esposo de la Virgen sigue siendo materia a investigar por los doctorandos.
Un San José de marfil del Congo al que le falta una oreja comparte estante con uno del XVIIoriginario de la República Dominicana. Otro del XIXmira al resto protegido por una campana de cristal. En las paredes, cuadros con el mismo protagonista. Uno de la escuela de Zurbarán recrea el regreso de Egipto. Conviven en la sala de trabajo, en el vestíbulo de la biblioteca que dirige el padre Luis Javier Fernández Frontela, director del Centro Josefino desde 2009. José Antonio Carrasco fundó en 1946 la revista 'Estudios Josefinos' «para aunar los estudios teológicos y reivindicar la figura de San José», explica Frontela. Esas estancias no han dejado de crecer a medida que llegaban imágenes y libros sobre el tema.
Junto a ellos, estampas, devocionarios, gozos, novenas, folletos además de una hemeroteca que guarda colecciones de las revistas especializadas ('Oratorio San José', de Canadá, la popular 'La Montaña de San José', 'El Templo', 'El correo de San José'...). Al padre Carrasco, le sucedió Teófanes Egido, el catedrático de Historia Moderna de la UVA, que murió el pasado verano.
Nombre popular desde el XVII
«Teófanes era colaborador de la revista desde que estudiaba en la Universidad de Valladolid. Iba a hacer una tesis sobre San José y el matrimonio, de hecho estudió el fondo carmelitano en la Biblioteca Nacional cuando estaba en Madrid. Pero una vez volvió a la UVA se dirigió hacia la historia de las mentalidades», recuerda su sucesor. La devoción, las cofradías y la antroponimia fueron otros intereses de Egido.
«La antroponimia es curiosa. Por ejemplo antes no se usaba el nombre de San José, pasó a ser mayoritario desde el XVII por la influencia de Santa Teresa difusora de esta devoción». Precisamente la mística fue uno de los temas de Teófanes que «estudió a San José en los pliegos de cordel o coplas de ciego, en los ilustrados, en el mundo de las reliquias. Tendrá cerca de cien artículos publicados, aunque solo dos firmados con su nombre. El resto fueron firmados con su renombre religioso José de Jesús María». Egido adoptó el nombre del carpintero para la nomenclatura monacal.
«Estudiaba Teófanes Egido en Segovia, en 1952, cuando con 16 años enferma de tuberculosis», explica Fernández Frontela, su amigo y sucesor. «Entonces era una enfermedad mortal. El maestro de novicios le llevó a todos los médicos, al sanatorio de Tablada. Le recomiendan comer carne, pero no había mucha. Como era una enfermedad contagiosa, si no se curaba tenía que renunciar a ser monje, no podía hacer vida en comunidad. El maestro puso a todos a rezar a San José. En la siguiente visita al médico, no había rastro de la enfermedad. Eso determinó la devoción josefina de Teófanes, además de Santa Teresa».
La joseología analiza el «personaje más cercano, junto con la Virgen, a Cristo. Si la Virgen da carne al hijo de Dios, José encarna a Jesús en la historia. Jesús es un judío, descendiente de las promesas davídicas. San José porta esa genealogía», cuenta el Frontela doctor. «En la Biblia no se habla de él, es el hombre del silencio. Todo lo recibe en sueños, algo tan común en la Biblia. Se le pide que acepte la misión del padre que en la cultura judía es quien pone el nombre al niño.Socialmente no se admitía a una madre soltera, él le da legitimidad, ayuda a que avance el misterio.Ante los ojos de los hombres es el padre, al lado de quien Jesús crece y aprende el oficio de carpintero, que ejerce hasta los 30 años antes de dedicarse a predicar durante los últimos tres. José cuida del niño, le enraíza y protege el honor de la Virgen».
Francisco, papa josefino
Sin embargo, no siempre fue visto así. «Si atendemos a su traslación en las artes, en la Edad Media San José es el gran olvidado y cuando se le representa es un hombre viejo, gruñón, malhumorado, ajeno, a veces casado con otros hijos, indiferente ante el niño. Se le menosprecia en Occidente». En realidad, si tenía que salvaguardar el honor de la Virgen «debía ser lo suficientemente joven para poder procrear. Esta visión cambia en el siglo XVI. Entonces aparece un San José joven, con el niño en brazos o de la mano, juega con él, es un padre como cualquier otro que expresa ternura, que acoge».
A esa acogida se refiere el actual papa Francisco. «Reivindica como modelo de ternura, de paternidad más allá de lo biológico ese saber acoger», aclara Fernández Frontela, al rememorar que hubo papas 'josefinos' como Pío Nono, León XIII, y en el siglo XX, Juan XXIII, Pío XI, Juan Pablo II, Benedicto XVI y el actual.
El anillo nupcial se convirtió en 'reliquia' de la que hay varias reproducciones en el mundo. Una de ellas cuelga en la biblioteca de San Benito, «alimento de cuento», apostilla Frontela. Es el eco del cuadro 'Los desposorios de la Virgen', de Rafael, que en 1604 pinta la boda delante de una versión renacentista del Santo Sepulcro.
En el convento carmelita conviven estudios bíblicos, teológicos, talmudes, enciclopedias judías, misnah, así como novelas contemporáneas, desde 'El pomposo viaje de Pomponio Flato', de Eduardo Mendoza, 'En el nombre de la madre', de Erri de Luca a 'El lenguaje de las fuentes', de Martín Garzo, todo lo que contenga alguna referencia a San José. Hay joyas como el 'Sumario de las Excelencias de San José' (1597), de Jerónimo Gracián, o el poema 'Vida, excelencias y muerte del gloriosísimo patriarca San José', de José de Valdivielso (Toledo, 1604), dedicada a ese personaje secundario, pero indispensable del Belén.
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