Rosa Montero, ayer en Valladolid. Carlos Espeso

Rosa Montero: «Los escritores somos mendigos desesperados por la mirada de los otros»

Aborda la «inseguridad patológica» del creador desde el ensayo, la biografía y la ficción en 'El peligro de estar cuerda', que presentó en Valladolid

Victoria M. Niño

Valladolid

Martes, 26 de abril 2022, 00:08

Gabriel García Márquez dijo que escribía para que le quisieran. Emily Dickinson, para sobrellevar la insoportable realidad con la locura de la creación. Entre los ... seguidores de la americana se encuentra Rosa Montero que ha titulado con un verso suyo el libro que presentó ayer en Valladolid. La librería Oletvm acogió a la escritora madrileña con 'El peligro de estar cuerda' (Seix Barral).

Publicidad

De «cabezas voladoras», de saltos de la conexión neuronal en un 15% de la población, de artistas atrapados en su adicción, pero sobre todo, de puentes de palabras con los semejantes, de locura y soledad habla este libro a caballo entre «el ensayo, la ciencia, la autobiografía y la ficción, ninguno tomado en su sentido tradicional». Rosa Montero está contenta con un puzzle al que se enfrentó sin saber cómo armarlo hasta que lo afrontó como una novela. «Es un artefacto literario, una indagación en los límites de la cordura y la mal llamada locura, en qué nos lleva a la creación literaria, en cómo funciona la cabeza de la familia de los 'nerviosos', que decía Proust».

Esta periodista que también estudió psicología, «no la terminé, lo dejé en cuarto», cuenta tres ataques de pánico en su década de los veinte para distinguir pronto entre depresión y angustia. Montero se apoya en un catálogo de escritores que sufrieron experiencias similares, como Virginia Woolf. «Estar loco es estar solo, en una soledad absoluta».

El puente de palabras

Entonces entra en acción la escritura. «Las personas que tenemos cableada la cabeza de otra manera –estoy segura de que la gente que necesita vivir para leer tiene esa cabeza también– somos personas que creemos que el espejismo de la realidad es poco fiable. Podemos ser simpáticos, tener muchos amigos, pero en el fondo la realidad no acaba de encajarnos, es un traje que nos tira. Tenemos cierta fisura con la realidad y necesitamos crear un puente de palabras. Escribir nos permite vivir, creer en la realidad, mirarla con el resto de la sociedad, en definitiva, no estar locos».

Publicidad

Echa mano de los especialistas para fundamentar algo que también constata con su experiencia: «hay una circunstancia muy común en los creadores, con independencia de la calidad de su obra, es el trauma infantil, a veces evidente a veces más secreto, que implica la pérdida violenta de la infancia. Entonces el niño se disocia en uno que sufre y otro yo que cuida del sufriente, que todo lo sabe pero no siente nada, dice Ferenczi. Ese yo es el que escribe, compone, esculpe, el que para poder hacerse cargo de sus emociones necesita el relato. Nuestro arte es el intermediario para entender nuestras emociones».

La terapia deviene en adicción. «Vivimos en la menesterosidad, los escritores somos mendigos desesperados de la mirada de los otros. No es del halago, no es vanidad, sino inseguridad patológica. Ser narrador es una actividad extravagante, te pasas años sola en un rincón de tu casa inventando mentiras y al cabo de dos o tres años sale una novela. Si no hay alguien al otro lado que te diga que siente como tú, que te entiende, ese tiempo es el delirio de un loco, te sales de al realidad, te vuelves un demente. No hacen falta millones de lectores, basta con unos poquitos y esos te normalizan, te socializan».

Publicidad

De entre todos los casos que cita, su favorita es la neozelandesa Janet Frame, salvada de una lobotomía al ganar un premio literario, aunque no la libró de demasiadas sesiones de electroshock por un diagnóstico equivocado. «Con la vida que la tocó y no se queja en su autobiografía», dice Montero.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad