El escritor, en Santander. juanjo santamaría
Félix G. Modroño, escritor

«Con el móvil, entregamos un arma a los niños sin enseñarles a usarla»

El escritor presenta este martes en Valladolid su última novela, 'Sol de brujas', la investigación de un crimen marcado por el acoso escolar

Víctor Vela

Valladolid

Martes, 19 de abril 2022

Silvia, la investigadora que protagoniza 'Sol de brujas', es una 'mesetaria' de Tierra de Campos, una antigua estudiante de Psicología metida a agente policial, que ... obtuvo plaza en Santander, y que echa tanto de menos su pueblo palentino que aprovecha los puentes y fines de semana para bajar a ver a la familia y llenar las maletas con productos de la tierra (la fabiola, la miel, los huevos del corral). «No he querido fijar un pueblo concreto, porque podría ser cualquiera de esa zona que comparten Palencia, Zamora o Valladolid», asegura Félix G. Modroño (Vizcaya, 1965), quien este martes presenta en la librería Maxtor (19:00 horas) su última novela, una investigación criminal en torno a unos casos de acoso escolar, donde los teléfonos móviles y las redes sociales se convierten en crueles herramientas para el abuso.

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La historia está ambientada en Santander. Una mañana de sol traicionero, una joven es hallada muerta (los labios cosidos, los pulgares amputados), colgada de una conocida grúa del puerto de la ciudad. «Siempre había utilizado una trama criminal como hilo de mis libros, pero tenía ganas de una novela cien por cien negra, totalmente 'noir'. Por desgracia, se me cruzó la historia de un acoso escolar que viví muy de cerca. Es increíble lo que puede ocurrir en los colegios, a espaldas del profesorado y de los padres. A los pocos días, se conoció el caso de otra niña, de una edad parecida, en el propio Santander, que se suicidó, se tiró por los acantilados de Cabo Mayor, porque sufría acoso escolar. Mi manera de denunciar todo esto ha sido escribir una novela».

–En el libro dice: «Los colegios son una jungla, y en todas las junglas hay depredadores».

–Hablando con la Policía, investigando para este libro, me comentaron que es rara la clase en la que no se registra algún caso de acoso. Uno de cada diez niños sufre 'bullying' y dos de cada diez son acosadores natos. El resto, testigos silenciosos. El gran problema es cuando se mira para otro lado. O cuando no se quiere ver. Hay muchos niños que sufren acoso a espaldas de los padres y de los profesores. Lo viven en silencio, un poco avergonzados por el sentimiento de falsa culpabilidad que tienen. Pero es que, además, los padres no saben cómo manejar estas situaciones.

–¿No?

–Las nuevas generaciones ahora van muy deprisa. Si un niño sale de fiesta, podemos imaginar lo que hace porque todos hemos pasado por ello. Pero no tenemos muy claro qué es lo que hacen con los teléfonos móviles.

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–En la novela sentencia: «Regalar a un niño el móvil marca el fin de la inocencia».

–En la comunión, les ponemos un arma a los críos y no se la enseñamos a utilizar. Creemos que con el control parental es suficiente, pero no basta. El teléfono es estupendo porque ofrece muchas opciones de ocio, de educación, pero detrás de ello están todos los depredadores, ahí, al acecho de la víctima. Y los niños no son conscientes de que hay un solo mundo. Ellos distinguen entre lo real y lo virtual y no es así.

–Uno de sus personajes, una cría, afirma: «Es que los mayores viven en la realidad».

–Eso es. Piensan que hay un mundo real y otro que se vive en las redes sociales. Pero es el mismo. Muchos chavales tienen varios perfiles. Uno público para que sus padres y los profesores piensen que eso es lo que hay, las tonterías que hacen, sus actos más inocentes. Pero muchos tienen un perfil privado donde se exhiben, se venden de alguna manera. El porno casero está en auge. Es un tema muy delicado. Los padres cuando se dan cuenta, ya es tarde.

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Una pandilla le pegaba en Portugalete

–La trama enlaza ese caso de acoso actual con otro que se dio en el pasado.

–El acoso ha existido siempre. A mí también me pegaba, cuando salía del colegio, una pandilla de 'quinquis' en Portugalete, donde me crié. Pero llegábamos a casa y estábamos a salvo, de alguna manera. Ahora el acoso se sufre las 24 horas del día. A través del móvil, es imposible no ver lo que se dice de ellos, los insultos, las barbaridades. Es una situación de acoso permanente, de angustia vital, que a veces desemboca en el suicidio. En la novela cuento un caso del pasado, basado en hechos reales, de un niño que fue acosado por homosexual. Lamentablemente, han pasado 30 o 40 años de aquella historia, pero todavía ocurre. Esta semana me han contado el caso de un niño de once años al que han golpeado llamándole maricón. Es increíble que sigamos en esas mismas situaciones y que haya abusadores que siguen actuando con el silencio de los testigos.

–¿Qué poder tiene la ficción ante estas situaciones reales?

–'Sol de brujas' no deja de ser una novela ágil, amena, creo que divertida, incluso amable, a pesar de los sórdido de las situaciones que puedo contar y de la denuncia que hay detrás. A través del entretenimiento se pone el dedo en la llaga. Muchos de los casos que cuento en la novela son basados en hechos reales. Porque mi proceso de documentación es muy obsesivo. Ya lo hacía con las novelas históricas. Investigué a fondo los archivos de Alaejos solo para confirmar el nombre de un médico de 1683.

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–Valladolid ha estado presente en sus libros anteriores.

–Mi familia procede de allí. Todos los Modroño descendemos de Castronuño. Mi abuelo materno, Mateo Modroño, se marchó a vivir a Argentina a principios del siglo XX. Luego, al regresar, se estableció en Villalpando (Zamora). En 'Muerte dulce' hice un homenaje a Valladolid. La novela comenzaba en Alaejos y seguía por Trigueros del Valle y Valladolid capital, en el siglo XVI.

–Y ahora...

–Ese espíritu castellano, recio, sencillo, está en el personaje de Silvia. Ella es más sobria, más austera, en su moda de vida y en su pensamiento. Y eso contrasta con sus compañeros de comisaría, que le llaman 'mesetaria'. Llevo cuatro años viviendo en Santander y tienen una peculiar relación con los vascos, con los propios cántabros (por ejemplo, de Torrelavega) y con los castellanos. Mi protagonista vive en El Sardinero y eso es visto como algo que solo hace quien llega de fuera, el mesetario.

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–El sol de brujas...

–En Cantabria, es una expresión que utilizan los viejos marineros, los pescadores, las gentes del mar. Es ese sol de falsas apariencias, que por la mañana parece que se va a abrir paso entre las nubes, pero luego te cae una tormenta que llegas empapado a casa. Me pareció un título muy sugerente y apropiado para la historia.

–El escenario es estupendo.

–Me gustaría hacer una saga en torno a la costa Quebrada, esos kilómetros que van desde la península de la Magdalena (algunos dicen que desde Cabo Mayor) hasta la desembocadura del Pas, en la parte de Liencres. Tiene unos acantilados, unas playitas escondidas donde sitúo parte de la novela. Y si funciona, me gustaría continuar. Tengo las ideas, he dejado las relaciones de los personajes para que pueda seguir con nuevos casos.

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