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Lola Herrera, caracterizada como Menchu Sotillo. El Norte

Menchu Sotillo, en prisión

Ramón García recuera la representación de 'Cinco horas con Mario' en la cárcel de Villanubla

Ramón garcía

Valladolid

Domingo, 31 de mayo 2020, 09:30

Lo insinué en mi 'hora' anterior. Lola Herrera, a quien nunca se le puso nada por delante, representó 'Cinco horas con Mario', nada ... más y nada menos que en la cárcel de Valladolid, en el centro penitenciario de Villanubla. Fue el 13 de febrero de 1989. Y la acompañamos, al igual que en la comida que narré el pasado domingo, Miguel Delibes y quien esto escribe.

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Ya cuando íbamos de camino los tres, Miguel bromeaba, entre guasón y siniestro: ¡Menudos rehenes para los reclusos: Lola Herrera y Miguel Delibes! Yo sigo la broma y me excluyo del posible secuestro de «famosos»: No os preocupéis, yo doy parte a las autoridades, al ejército si es preciso, a los mismísimos geos y en un pis pas os liberan.

Son las cuatro y media de la tarde. Accedemos al centro después de varios controles e identificaciones. En el gran salón de actos de la cárcel, solo espectadores varones. Esto incomoda a Lola, pero le explican los funcionarios que tienen tajantemente prohibido juntar reclusos con reclusas. Incluso en actos culturales como este. Lola refunfuña: «Eso se avisa».

La puesta en escena transcurre en un tono tenso, con los funcionarios alertas a cualquier posible incidente. En un momento dado del monólogo, Menchu dice: «...un problema de almas, Mario, que en las almas todos somos iguales, claro que sí, pero luego ya se sabe, los negros, todos boxeadores o para la caña de azúcar».

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Rumor denso y todas las cabezas girándose hacia dos muchachos de color que se sientan no lejos de donde lo hacemos Delibes y yo.

– En ese momento –nos comentaron luego– pudo haber pasado cualquier cosa, una bullanga por lo menos.

Esto nos lo dijo el propio director de la prisión, tomando al final un café con nosotros. Y fue cuando también Lola se sinceró con el funcionario revelándole –Miguel y yo ya habíamos caído en la cuenta– que había pasado por alto la escena en que se remanga la falda para estirarse con total desenvoltura las medias. «No sé... eran muchos hombres y solo hombres mirándome».

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Pero no pasó nada. Por el contrario, el público carcelario se comportó correctísimamente, y le regaló a Lola un cerrado y largo aplauso y un espléndido ramo de flores. Ramo que, por cierto, pidió la actriz que se lo subiesen a las reclusas que habían presenciado la función en un separado y alto palco.

Aquella representación teatral en Villanubla nos dio a Miguel y a mí materia de charla y comentarios durante unas cuantas «horas».

Libros con dedicatoria

Pero aquella jornada «carcelaria» propició, además, otra divertida anécdota. Protagonizada ahora por Miguel. Me llama por la mañana por teléfono y me lo cuenta lleno de dudas:

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– Quiero llevar esta tarde varios libros míos para la biblioteca de la cárcel, y me estoy devanando los sesos sobre qué dedicatoria escribir. Poner 'presos' no sé qué me da, y poner 'internos' es un eufemismo que tampoco me cuadra. Me suena a algo parecido a 'tercera edad', en lugar de vejez. Y mira, después de mil vueltas creo que voy a poner: «Para mis lectores de la prisión de Villanubla, etc, etc.» Por supuesto que uno de los títulos que Delibes regaló a los presos lectores fue 'Cinco horas con Mario'.

Ah, se me olvidaba. Cuando al final de aquella memorable jornada carcelaria nos despedíamos del director del centro, Lola Herrera le espetó sin morderse la lengua:

– La próxima vez que vuelva, que volveré, le pido encarecidamente que las mujeres reclusas estén en el patio de butacas y los hombres en el gallinero. Lo contrario que esta tarde. ¿Sí?

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