Eduardo Roldán, autor de 'Versión original'. Ramón Gómez

Eduardo Roldán: «El cine tiene la capacidad de enseñarnos a mirar»

Eduardo Roldán publica 'Versión original', novela que explora los entresijos de la industria audiovisual

Eduardo Roldán

Valladolid

Lunes, 29 de mayo 2023, 19:17

Cuenta Eduardo Roldán (Valladolid, 1978) que el cine ha sido siempre un habitante más en su casa. Ala mesa se sentaban Hitchcock y James Bond. ... El sofá se llenaba de westerns y aventuras. Su padre, de vez en cuando, decía en voz alta Fellini y el pequeño Eduardo, sin conocer muy bien a ese señor ni haber visto ninguna de sus películas (aún), supo que aquel tipo debía ser un buen cineasta. Seguro. El fervor cinéfilo de Roldán llegó con Woody Allen y la colección de películas en VHS que le prestó un amigo de su padre. «Al verlas en sucesión me di cuenta (no sé si por primera vez, pero sí mucho más claramente) de qué era un autor, y de que se podían ensayar formas muy distintas (comedia o drama, blanco y negro o color, película de época o de actualidad…) sin perder ese sello peculiar». Así que el cine llegó para quedarse en su vida. Como hambriento espectador. Como acertado cronista (es autor de la serie 'Panteón de plata' en La sombra del ciprés, el suplemento cultural de El Norte de Castilla). Y también como fino observador. Porque el cine (su industria, sus trampas, sus líos y miserias)es el nutriente de 'Versión original' (Éride Ediciones), una novela que ya está en librerías.

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El escenario principal de su libro es una productora de cine y televisión. «Me proporcionaba un entorno donde se podían conjugar múltiples voces y registros, distintos niveles sociales y también psicológicos», explica. No es el único espacio dramático, «sino más bien el nexo común de las historias de los distintos personajes, no todas relacionadas directamente con el séptimo arte. Este era mi interés principal, y el reto primero al escribir la novela: tratar de armar una historia poliédrica a base de historias menores y distintivas sin que se perdiera el tono, la cohesión global».

–Por el libro desfilan críticos de cine:¿puede esa profesión hablar solo de películas o es imposible sin caer en la crónica rosa?

–El cine es un arte, pero en no menor medida, y de manera inseparable, una industria, un negocio (esto es algo a lo que 'Versión original' apunta). El crítico de cine suele omitir este segundo aspecto, por una cuestión puramente física, del espacio de que dispone para hacer la reseña, o porque desconoce los aspectos de la producción o prefiere no entrar en ellos. Esta omisión se comprende. Al fin y al cabo, el lector lo que quiere es saber si el dinero y el tiempo que va a invertir en ver la película, lo que aparece en pantalla, le compensa o no, y el primer deber del crítico es dar respuesta a esta cuestión. Para lo que ha de proporcionar razones cinematográficas, propias del cine, artísticas si se quiere. Quienes prefieren desviarse hacia asuntos que van más allá (como el personaje que firma como El Pretor de la Última Fila en la novela) no pueden considerarse crítícos, pues en sus piezas el comentario sobre la película es circunstancial, puede o no darse (y generalmente de manera muy superficial). Lo que hacen es otra cosa, crónica rosa sensacionalismo…

–¿Quiénes son hoy los prescriptores de cine?

–Mi recomendación es ir probando hasta que se haya dado con dos, tres, cuatro firmas que te interesen, y después atenerse a estos y no seguir buscando (hasta que alguno te canse o deje de interesar, claro). De otro modo, el tiempo se va en ir de un lado para otro y la irritación no deja de crecer.

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–¿Ycómo elegir entre la oleada de títulos en cines y plataformas?

–Depende del interés de cada cual.Normalmente se identifica la elección con estrenos recientes, cuando no tiene, ni mucho menos, que ser así. Las bibliotecas públicas cuentan con un fondo de catálogo muy surtido, y es raro que si alguien se interesa por un cineasta, un periodo de la historia del cine o un género, no encuentre títulos suficientes como para hacerse una idea cabal. Con frecuencia un título o un nombre te lleva a otro –a mí me ocurre–, y este no me parece tampoco mal criterio, como tampoco el de dejarse, a veces, simplemente llevar por el azar.

–Los guionistas de la novela tienen divertidos juegos, como elegir al actor más soso o la mejor película nunca filmada.

–De lo primero, quizá, de entre los de hoy, mi voto iría para Chris Pratt. En cuanto a la mejor película no filmada de la historia, mayoritariamente el galardón se atribuye al 'Napoleón' de Kubrick, figura que obsesionó al cineasta toda su vida. Sin embargo, contamos con 'Barry Lyndon', que de algún modo redime la ausencia de ese gran proyecto. Por otro lado, parece que por fin Coppola ha comenzado a rodar 'Megalópolis', así que quizá para el próximo año habría que excluirla del juego.

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–Con lo cual...

–Mi voto sería para 'En busca del tiempo perdido' con el guion de Harold Pinter. Es asombroso cómo sintetiza más de 3.000 páginas en un libreto que no sé si alcanzaría para un filme de dos horas.

–En un momento de la novela se apunta que la lista de películas por ver es interminable. «Por una que ves, añades cinco». ¿Cómo superar esa tensión?

–Hay que tratar de olvidarse de qué no se está viendo y procurar disfrutar de lo que sí (se dice pronto, pero no siempre es fácil).

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–La novela comienza con una cita de Updike: «La realidad es un empobrecimiento continuo de la posibilidad».

–Alude a un patrón que se da en varios personajes de la novela, que tienen sueños, proyectos, misiones por realizar (no necesariamente ligados al mundo del cine) frente a los que la realidad —o esto que llamamos 'la realidad', el mundo sensible del día a día— les planta obstáculos y al cabo, si consiguen materializar el sueño o proyecto, el resultado dista de la idea que tenían al principio. Antes mencionábamos 'Megalópolis'...

–Sí.

–No sería extraño que tras tantos años de espera, el resultado final no cumpliese con las expectativas (de hecho, sería extraño que las cumpliese). Esto cabe aplicarlo a cualquier esfera de la vida. Si no necesaria, la brecha entre posibilidad, meta inicial y resultado final o realidad es muy frecuente. No creo que haya que quedarse en la pantalla, y tampoco sé si es posible. Al cabo, las luces de la sala se encienden, el disco se termina… El cine, el arte es capaz de enriquecer, y conforma, aun en un plano inconsciente, a quien lo explora. No cabe concluir —ojalá fuera así— que ese enriquecimiento produzca un comportamiento más noble o altruista. La historia está llena de casos, por todos conocidos, que desmienten brutalmente esta creencia.

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