Descubierto en Princeton un diccionario español-latín del XV que pudo ser previo al de Nebrija
Su autor, el palentino Alfonso de Palencia, fue un reputado humanista, lexicógrafo e historiador próximo a los Reyes Católicos
La Universidad norteamericana de Princeton acaba de comunicar un sorprendente hallazgo: la aparición de varias hojas sueltas del que probablemente fue el primer diccionario español- ... latín de la historia, anterior al de Antonio de Nebrija, y obra del castellano Alfonso de Palencia, reputado humanista y lexicógrafo del siglo XV. El hallazgo ha sido dado a conocer por el conservador de la biblioteca universitaria Eric White en el blog Notabilia, dedicado a libros raros, de la propia universidad de Nueva Jersey, y en su texto se anuncia la próxima publicación de varios estudios detallados sobre este relevante descubrimiento bibliográfico.
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Palencia ya se adelantó a Nebrija con su 'Vocabulario universal en latín y romance', que era un diccionario latín-español, pero no se tenía noticia hasta ahora de esta segunda obra diferente.
El catedrático de la Universidad Complutense Ángel Gómez Moreno, figura de referencia en Literatura Medieval, confirmó que el hallazgo «es absolutamente solvente desde el punto de vista científico; los nombres de investigadores que han participado en la investigación son de una total fiabilidad». El experto español destaca que es muy importante que aparezca un nuevo incunable del que no teníamos noticia, que esté dedicado a la lexicografía y datado en un año tan relevante como 1492. Las muy peculiares circunstancias en las que ha aparecido el libro son también importantes, «porque animan a buscar otros posibles textos desaparecidos de los que podamos tener constancia por vías similares», explica Ángel Gómez Moreno.
El sorprendente descubrimiento es el resultado de una de esas casualidades de la historia, de esos momentos en los que los caminos del pasado se cruzan de forma inesperada. Y es que las hojas sueltas, hoy tan valiosas, se encontraban 'recicladas' en el interior de otra obra, usadas a modo de salvaguarda o protección. El libro que las acogía era la copia de la biblioteca de Princeton del citado 'Vocabulario universal en latín y romance' de Alfonso de Palencia, editado en 1490 en Sevilla, donde discurrió la mayor parte de la vida del humanista castellano. Pese a la aparente similitud entre ambos libros se trata de dos obras diferentes, como la investigación ha podido determinar y probar.
El primer fragmento consta de un breve prólogo en español y latín que dedica el nuevo diccionario a la reina Isabel de Castilla a la que se identifica también como reina de Aragón, Sicilia y Granada, título este último crucial para la datación porque revelaría que la obra se publicó en 1492 (en enero de ese año se produjo la conquista del reino nazarí) o en fechas posteriores.
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El segundo fragmento es ya una parte de la obra e incluye algunos términos como Apuesta o Arreboçar, cada uno de ellos con breves definiciones latinas que ocasionalmente incluyen citas extraídas de las obras del poeta romano Virgilio.
Después de varias indagaciones, el primer avance para la identificación del documento vino de la mano del experto alemán Oliver Duntze, uno de los redactores del Catálogo Completo de Incunables, un ambicioso proyecto de la Biblioteca Estatal de Berlín, centro de referencia en la investigación y catalogación de la imprenta europea durante el siglo XV.
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«Duntze pudo proporcionar una identificación casi segura de los impresores», relata White. «Los tipos (de letra) coincidían con precisión con los de la imprenta sevillana de Meinhard Ungut y Stanislaus Polonus, concretamente con los que usaban en 1492».
Sin embargo, tras un intenso rastreo mediante las herramientas bibliográficas disponibles para los historiadores, no fue posible hallar ninguna correspondencia entre el texto contenido en las hojas halladas y cualquier diccionario español conocido de esas fechas, o de principios del XVI. «Comenzamos a sospechar, como lo había hecho Frederick Vinton, el bibliotecario que supervisó la adquisición del volumen en 1873, que pertenecía a una edición sin rastrear previamente y un descubrimiento potencialmente importante», explica el conservador de la universidad de EEUU.
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Durante una visita a la biblioteca de Princeton, la especialista en literatura medieval de la Universidad de Buenos Aires Cinthia María Hamlin tuvo conocimiento del hallazgo y se dispuso a indagar. Trabajando a partir de imágenes digitales, Hamlin analizó las características lingüísticas de la pequeña muestra de definiciones que proporcionaban los fragmentos disponibles. Tras descartar otros textos de Antonio de Nebrija y Fernández de Santaella, y siguiendo una sugerencia de Juan Héctor Fuentes, la investigadora descubrió unas sorprendentes coincidencias de los textos no identificados con un Vocabulario hispano-latino anónimo del siglo XV, conocido únicamente por un manuscrito de la Real Biblioteca del Monasterio de El Escorial, en Madrid.
«Son palabras mayores», según Santonja
V.A.
El director del Instituto Castellanoleonés de la Lengua, Gonzalo Santonja, celebró el descubrimiento del diccionario de Alfonso de Palencia. «Son palabras mayores», resumió. A su juicio «se trata de una investigación interesante, bastante bien razonada y fundamentada que merece la pena encarar y estudiar». Por este motivo, anunció que el Instituto convocará a primeros del próximo año una reunión científica de expertos con el fin de estudiar este nuevo incunable y extraer conclusiones.
«Voy a convocar a latinistas, filólogos, paleógrafos, gramáticos y expertos en incunables. Pondremos el documento encima de la mesa y veremos lo que puede salir de ahí. Personalmente soy un gran defensor del trabajo interdisciplinar, que siempre enriquece mucho las perspectivas de estudio», asegura Gonzalo Santonja.
El responsable del Instituto de la Lengua resalta que no es casual que estas publicaciones sobre gramática y lexicografía se desarrollen especialmente en la época de los Reyes Católicos. «España es el país de vanguardia en investigación filológica en la Europa de la época, y Alfonso de Palencia es una figura clave de esa investigación, junto con Antonio de Nebrija. No tiene sentido establecer competición entre ambos: son complementarios». Santonja resalta que, para la corte, que tiene un ambicioso proyecto de centralización del poder para crear un nuevo estado moderno, es importante contar con una lengua unificada.
El catedrático Ángel Gómez Moreno insiste en esta idea y recuerda que en este momento existe la convicción de que no puede haber poder militar sin un poderío cultural y lingüístico equivalente. De ahí el interés por encontrar argumentos que eleven la dignidad del castellano, y cuando Antonio de Nebrija escribe en 1492 su Gramática Castellana está elevando la lengua al prestigio que entonces tiene la gramática. El propio Nebrija formularía la teoría de que la lengua era compañera del imperio y que, por tanto, cuando el Imperio se expande, la lengua lo debe acompañar. De ahí el extraordinario interés de la corte y del mundo cultural español de la época por este tipo de estudios.
«En esta época existe un optimismo muy marcado. Existe la convicción de que España está llamada a hacer grandes gestas y que llegarán tiempos en los que nadie estará por encima. Y muchos intelectuales trabajarán para avalar esa creencia. Y el descubrimiento de la importancia de la lengua castellana, que no lo proclaman los reyes, sino los intelectuales, juega un papel crucial», explica Gómez Moreno. «En esta época todo tiene un tinte providencial, marcado por el anuncio de una nueva era».
El trabajo de Hamlin y Fuentes les permitió datar la obra en el entorno de los años 1492-93, lo que le convertiría en el primer vocabulario de español a latín jamás impreso, anterior a la primera edición de Salamanca de Nebrija, que a veces se fecha en 1492, pero que es mucho más probable que fuera editada en 1494-95. Este hallazgo ha sido publicado ya en la edición de primavera de este año de la revista 'Romance Philology', y Hamlin lo desarrollará con más detalle en otra publicación en el Boletín de la Real Academia Española, que está prevista para el próximo año y que llevará por título 'Alfonso de Palencia, autor del primer vocabulario romance-latín que llegó a la imprenta'.
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Determinar la autoría del humanista palentino también requirió su propio trabajo de indagación, que llevó a la experta argentina a detectar las coincidencias entre esta obra desconocida y aquella otra entre cuyas páginas se encontró, y que se sabe que es obra de Alfonso de Palencia, el Vocabulario universal. «Como señala Hamlin, el Vocabulario universal de Palencia tiene muchas de las mismas citas de autoridad, definiciones muy similares (especialmente para los topónimos) y varios de los términos tienen la misma explicación gramatical y, por lo tanto, es casi seguro que son obras del mismo autor», relata el conservador Eric White en la publicación de la Universidad de Princeton.
White subraya el papel crucial jugado por la colaboración de distintos investigadores para resolver esta incógnita que ha permitido «resucitar una impresión desconocida de una obra previamente anónima de tanta importancia». «Los campos de la historia de la imprenta y la historia de la lingüística española se han beneficiado enormemente de la colaboración que resolvió este misterio bibliográfico», asegura el conservador de Princeton.
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Un negociador para los Reyes Católicos
V. A.
«No deja de sorprender la ingente producción (literaria) de Palencia, cuya labor política y burocrática fue tan intensa», asegura el investigador José Julio Martín Romero. Y no es para menos, porque el humanista castellano no sólo ejerció de traductor, historiador y lexicógrafo (faceta en la que logró sus mayores reconocimientos), y escribió sus propias obras de ficción, sino que durante buena parte de su vida realizó labores de intermediación y comisionados al servicio de clérigos -como el arzobispo de Sevilla, Alfonso de Fonseca, o el de Toledo, Alonso de Carrillo- y de nobles, como el Duque de Medina Sidonia.
Especialmente relevante es el servicio que prestó a los Reyes Católicos, antes y después de su llegada al trono. De hecho, fue Alfonso de Palencia (también conocido como Alfonso Fernández de Palencia, o Alonso de Palencia) quien convenció al Duque de Medina Sidonia para que consintiese el matrimonio de Isabel y Fernando, lo que consiguió «con su prudencia y exhortaciones», según destaca en su semblanza Marcelino Menéndez Pelayo. Y posteriormente se encargaría de desbaratar los sucesivos obstáculos que entorpecían la boda, convirtiéndose, por la vía de los hechos, en una figura de máxima confianza de los príncipes.
En el año 1469 fue enviado a Aragón a vencer las reticencias que despertaba el matrimonio entre parte de los nobles, misión que resolvió con éxito. Y fue Alfonso de Palencia la persona a la que se encomendó el traslado a Castilla de las arras que enviaba el príncipe Fernando para la boda: un rico collar de perlas y 8.000 florines. Y, asimismo, encontramos a nuestro palentino, en compañía de Gutierre de Cárdenas, viajando a Aragón para acompañar al príncipe Fernando a territorio castellano, con el fin de proceder al enlace «corriendo en el viaje no pocos peligros y librándose de las asechanzas puestas a su vida», según explicó él mismo en la nota final de su 'Vocabulario universal', también conocido como 'Universal vocabulario'. En la localidad de Berdejo, en la comarca aragonesa de Calatayud, él y Gutierre se encontraron con el príncipe Fernando, que había salido de Zaragoza disfrazado y con la única compañía de tres servidores fieles. Juntos se dirigieron a El Burgo de Osma, pasando de allí a Dueñas y luego a Valladolid, donde se ofició el matrimonio.
Y aún antes de que llegaran al trono hubo de encargarse también de detectar y desbaratar una trama que conspiraba contra los futuros reyes. De modo que no puede extrañar a nadie que, una vez en el poder, los Reyes Católicos confiaran en Alfonso de Palencia para importantes trabajos de mediación y otros encargos.
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