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El periodista Carlos del Amor.
Carlos del Amor: «Me interesan los pequeños héroes anónimos»

Carlos del Amor: «Me interesan los pequeños héroes anónimos»

El periodista se estrena en la novela con 'El año sin verano', historias entrelazadas en un edificio de siete plantas hiladas por un personaje empeñado en descubrir la intimidad de sus vecinos

Rosario González

Sábado, 28 de febrero 2015, 07:25

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En mayo de 2013, el respetado canal francés Meteo pronosticó un año sin verano y auguró la estación más fría y húmeda registrada desde 1816, en referencia al conocido como 'Año sin verano' o 'Año de la pobreza' en el que el descenso de la temperatura mundial llegó incluso a causar hambruna. El pronóstico resultó erróneo y el verano llegó sin dificultades, pero sirvió al periodista Carlos del Amor para detectar la figura poética con la que titular el texto que andaba pergeñando, 'El año sin verano' (Espasa), su primera novela tras debutar con un libro de relatos. "Los veranos tienen para mí algo mágico, algo de la infancia, de anhelo... Era una excelente situación para la novela", explica el periodista. Con esos mimbres, Del Amor presenta una historia de vidas entrelazadas en un edificio de siete plantas, hiladas por un personaje empeñado en descubrir la intimidad de sus vecinos cuando un manojo de llaves cae en sus manos.

Es casi una metanovela donde realidad y ficción se dan la mano, ¿cuál es la línea que lo separa?

Por deformación profesional, necesito la realidad para sentirme seguro, como ancla para que el barco no se vaya mar adentro y la que yo conozco es la del mundo del periodismo, la del Museo del Prado y todos esos elementos que se dejan ver en la novela. Parto de la realidad pero en 'El año sin verano' incluyo un juego cómplice con el lector para confundir realidad y ficción, con una línea tan fina que el lector llegue a dudar de si el personaje existe, si entró o no en las casas o si hay o no una muerte de verdad, y eso me gusta mucho.

¿De donde nace el interés por curiosear vidas ajenas?

Si las relaciones entre vecinos fueran más fluídas o el contacto más natural igual no se despertaría la curiosidad por saber cómo es su casa o cuáles son sus preocupaciones. El lector tiene mucha información pero el protagonista de la novela entra e intuye, trata de hacer una labor detectivesca, a veces un tanto patosa, intentando reconstruir cada vida con retales de una conversación con la portera, un recorte de un periódico o una fotografía sobre un viejo televisor.

¿Observar a los vecinos fue un ejercicio de documentación?

Cuando salgo al balcón de mi casa a tomar café, tengo enfrente un edificio con muchas ventanas y todos los días veo a un hombre mayor que lee siempre a la misma hora en un escritorio, o a una pareja que baila mucho, y a veces me siento como Jon Stewart en 'La ventana indiscreta'. Creo que todos tenemos algo de voyeur y, si vemos algo que puede englobar una historia, nos quedamos mirando un rato intentando no invadir una intimidad que no es nuestra. La mejor justificación es la realidad, porque la mejor novela está en la calle y los mejores personajes literarios caminan al lado nuestro, sufriendo o gozando como uno más. Son personajes anónimos que no han ganado grandes batallas, pero tienen sus preocupaciones y son pequeños héroes en sus vidas anónimas. Son los personajes que más me interesan.

¿Sus vecinos lo miran ahora con desconfianza?

No lo sé, aún no lo habrán leído, pero a lo mejor alguna vecina ya no me deja sus llaves para dar de comer al gato por si fisgoneo más de la cuenta. En el fondo creo que es un homenaje y reivindica el regreso de la convivencia entre los vecinos, porque al final nos rozamos mucho y nos tocamos poco e incluso subimos en el ascensor e intentamos evitar la conversación. Será porque no provengo de una gran ciudad o por haber visto pueblos donde uno saca la silla a la puerta de casa y tiene tertulias con su vecino con las que arreglan su pequeño mundo.

Define su novela como "penrosiana", aludiendo a la famosa escalera infinita de los matemáticos Lionel y Roger Penrose.

Tiene algo de esa escalera infinita, porque puedes subir y bajar constantemente y no tener fin. El libro podría ir creciendo y creciendo con más vidas que se cruzan, más historias, más vecinos...hasta que no tuviera un final claro. Pero toda escalera y patio de vecinos es penrosiano e infinito en cuanto a que las historias y las combinaciones de historias tienden a infinito, no tienen un final claro.

También aborda 'la metafísica de los pisos' para definir a los personajes.

Tengo una tara con la distribución de las casas y observar hacia dónde orienta cada uno su vida, porque dice mucho de nosotros. Plantearse una habitación más grande y un salón más pequeño o decidir cuál de las dos estancias orientas al exterior. Una señora me resaltó una vez la importancia de la entrada a tu casa, porque no es lo mismo abrir la puerta y dejar al descubierto tu intimidad que tener una pequeña pared que sirva como salvoconducto. Aunque no recuerdo el tiempo que hace que nadie viene a pedir sal a mi puerta, de hecho si alguien llama para pedir café directamente llamas a la Policía. Los timbres están cayendo en desuso, son víctimas colaterales de nuestro pequeño aislamiento.

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