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La historia de un trozo de madera

André da Loba propone a los dibujantes salirse de su registro habitual

Victoria M. Niño

Jueves, 10 de julio 2014, 20:44

Enseña un piso más arriba que su profesor. André da Loba estudió en la Escuela Massana de Barcelona, se siente deudor de Arnal Ballester, cercano a su compañero Pablo Amargo, inspirado por los poetas visuales españoles como Brossa y por el autor de las greguerías, Ramón Gómez de la Serna. Este ilustrador portugués ha elegido un largo título para su taller en IlustraTour, Pregunta!Exclamación? Punto: Piedra! Papel? Tijera. Y la mesa de trabajo está llena de papeles de periódicos que se mojan para hacer pasta en la que esculpir, de pegamentos, acuarelas, tijeras...

«Les propongo un juego con los materiales. Es muy común entre los ilustradores que empiezan saber explicarse, encontrar cómo y qué quieren decir. Hay quien lo llama estilo, yo prefiero hablar de enfoque.Qué puedes hacer con las palabras que tienes dentro a partir de los objetos que conoces», dice un tranquilo Da Loba. Entonces con una caja de cerillas les anima a hacer un personaje. Y el cuento elegido ha sido Los tres cerditos pero «no se pueden dibujar ni cerdos, ni lobos, ni casas. Eso nos obliga a salir de nuestro registro habitual. Es como en la ilustración de prensa que hay que cosas que no puedes utilizar, pues aquí nos ponemos esa limitación. Quiero que vean la ilustración no como un añadido al texto sino como un compañero, hacer una narrativa propia. Se pueden contar las cosas de muchas maneras distintas».

El objeto que te ilustra

Cada objeto se convierte «en un tótem, en un animal personal para el alumno y acaba ilustrándose, identificándose, con él». También este animador de las palabras les propone jugar con ellas. «Un alumno ha elegido un oso, al mover las orejas cambia los ojos para que durante medio año duerma y el otro medio, esté despierto. Otra ha creado un cama-león jugando con ambas palabras y vive en el reino de la sábana. Otra alumna crea una mariquita y plantea un juego con los días de la semana».

Da Loba viaja desde hace cinco años con una maleta llena de materiales imprevisibles. «Tengo objetos que me sirven para contar una historia, por ejemplo un trozo de madera. Eso me ayuda en mi trabajo a buscar soluciones que no son las habituales». Como ya le salen muy parecidas ha decido que al final de este verano tendrá que cambiar.

Herederos de la Bauhaus

Sus dibujos parecen salidos de una escuela de sombras chinas. «Es lo que aprendí en Barcelona, también así dibuja Pablo y los que salimos de allí. Parecemos herederos de la Bauhaus». En cuanto a los colores, durante mucho tiempo no ha salido de los primarios «porque no dominaba la mezcla y los demás. Poco a poco he ido probando con medios tonos. Si trabajas en el ordenador tienes quince millones de posibilidades pero hay que saber mezclar».

Entre los libros ilustrados (entre ellos El cuervo y el oso, editorial OQO) intercala la ilustración para prensa, en su caso para publicaciones estadounidenses como The New York Times, Times, The New Yorker. «En ese campo tiendo a sintentizar una idea. Estamos llenos de información pero en dos horas elijo una idea sencilla y la desarrollo. Allí aceptan menos el simbolismo, la metáfora, no puedes jugar con varios niveles de lectura. Así que hay que optar por algo sencillo en lo que solo se fijarán 10 segundo, un minuto como máximo. Eso no admite preciosismos».

Ahora prepara la ilustraciones para un libro de «poesía erótica o pornográfica casi» de la escritora brasileña Hilsa Hilst. «En verano suelo aprovechar para hacer la animación de algún álbum mío. Esta vez toca el de Querer mucho, un libro con un texto muy bonito».

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