¿Para qué sirve la filosofía?

En aquella primera clase las preguntas se multiplicaban y las respuestas se escondían. Hace unos días visitábamos Gante en un viaje organizado por el departamento de Historia del arte de la Universidad y delante de 'La adoración del Cordero Místico' de los hermanos van Eyck yo me hacía la misma pregunta: ¿para qué sirve este políptico? Y mi pregunta se alargaba a través de la historia y de la geografía: ¿para qué sirven las obras de arte y la naturaleza que abruma e impresiona? Y continuaba trasladándome a aquella primera clase de filosofía. Ahora llegaban más preguntas: ¿Todo tiene que servir para algo? ¿El que sirve es dueño o esclavo? ¿Nosotros qué queremos ser: dueños de nosotros mismos o esclavos de los demás? Así empezaba el camino de nuestra reflexión filosófica.

Algunos de mis mejores alumnos estudiaron filosofía a pesar de que sus padres les auguraban un triste porvenir: «Esa carrera no tiene ninguna salida». Aquellos chicos se convertían en Quijotes porque en la sociedad que aparecía delante de ellos solo los «caballeros andantes» podían dedicarse a estudiar filosofía. ¿Dónde estaba la raíz de su locura? ¿Cuál era el modelo de hombre y de sociedad que aparecía en el horizonte?

¿Estaría llevando a mis alumnos por derroteros quijotescos cuando les advertía que lo que iba a llenar su vida sería dar respuesta a esa primera pregunta que está al principio, en el origen de las cosas: ¿De dónde? ¿De dónde vengo yo y de dónde viene toda la realidad? Y una pregunta final, que estaba apuntando más allá, a un horizonte siempre mayor: ¿A dónde? ¿Esto se acaba y todo se destruye? ¿Queda algo? En medio de estas preguntas nuestra persona: lo más importante. ¡Qué me importa que yo resuelva el mayor problema matemático o económico si yo me pierdo, me autodestruyo y ese problema resuelto a mí no me sirve para nada!

Hoy, que están tan de moda las noticias falseadas y los bulos, es urgente saber discernir, desembarazarse de una montaña de información, que solo sirve para ser manipulado, y saber navegar contra corriente. ¿Hay que ser héroes? En la cultura clásica grecolatina el héroe era el modelo de hombre que rompía con la vida vulgar, adocenada y «productiva». Pero vivimos en una cultura con muchas tendencias típicas de lo contrario, fomentada por una filosofía donde solo lo útil tiene valor, donde lo llamado «científico» se ha convertido en la 'religión' de hoy. Y tristemente estamos imitando esa cultura en donde sólo hay beneficios, rendimientos, especulaciones dinerarias y formas de vida atolondradas y guiadas por nuestra cuenta corriente.

Aquí está la contestación a ¿para qué sirve la filosofía? Nadie vive sin pensar, sin decir y sin hacer. El rumbo que sigue nuestro mundo responde a una filosofía, a mi juicio equivocada, pero que nos dice con claridad que es imposible vivir sin filosofía.