Miguel de Unamuno, el suceso
María Zambrano,Emilio Salcedo, Luciano G.Egido, Jon Juaristi o los Rabaté, varias han sido las aproximaciones literarias y académicas a la biografía del catedrático de Salamanca
«De entre todos los seres creadores ninguno con menos vida que el filósofo. Su biografía está íntegra en su pensamiento», escribe María Zambrano. Y, sin embargo, ella misma se para a la orilla de la vida de Unamuno, aunque fuera para escudriñar sus ideas. Varios han sido los fascinados por la mundanal existencia del catedrático, y algunos, como los Rabaté, se quedaron medio siglo en ella.
En 1940 Zambrano publica 'Unamuno y su obra', desde su exilio mexicano. La malagueña consideraba entonces que el referido «ha sido, más que nada, un suceso. Ha llenado buena parte de los acontecimientos del espíritu en la vida española». Y la colmó desde la palabra. «Hubiera sido capaz de inventar un idioma entero, de tan hondo llega su espíritu expresivo... No es cosa demasiado española. Parece que el último español que habló tanto y tan alto fue Quevedo», sostiene la pensadora. Desde la perspectiva internacional, Zambrano alinea a Unamuno en la liga de contemporáneos como Freud, Bergson, Husserl, y, pese a que «no somos sincrónicos con Europa», comparte con ellos «el espacio vital que han cubierto».
La primera gran biografía de Unamuno, 'Vida de don Miguel', la firmó el periodista salmantino Emilio Salcedo y la publicó Anaya el año del centenario del nacimiento del vasco, 1964. Salcedo contó con la complicidad de un discípulo del rector y con el poso sentimental de haber respirado el mismo aire de la ciudad mesetaria y la Universidad centenaria. El autor invoca una cita de Unamuno al inicio: «No cabe participar en una guerra civil sin sentir la motivación de los dos bandos en lucha; como quien no sienta la justicia de su adversario –por llevarlo dentro de sí– no puede sentir su propia justicia». En ese punto medio entre las razones encontradas está el filme de Amenábar.
Contó con el prólogo de Pedro Laín Entralgo que esbozaba al Unamuno agónico, en constante liza. La biografía de Salcedo, que poco después vino a trabajar a este diario, desarrolla esa lucha contra todo y contra todos. El libro tuvo una segunda edición en 1970 y en 1998, revisadas por Salcedo pese a su temprana muerte (1992), y se convirtió en el pilar biográfico a matizar, ampliar, ratificar o contrariar.
Luciano G. Egido pertenece a las huestes de Salcedo, escritor y periodista marcado por el paisanaje con el Unamuno salmantino. De sus tres libros dedicados al rector, es 'Agonizar en Salamanca' (Tusquets, 2006) el que se ciñe a los últimos seis meses de su vida, hechos que cuenta 'Mientras dure la guerra'. Es el tiempo de la condensación de este viejo liberal que predijo en 1918 su final: «Todo hombre civil que sea noble y entero está predestinado a la soledad senil: su vejez será un trágico aislamiento...¿hay nada más grande y más heroico que un anciano vigoroso que se mantiene defendiendo su soledad?». Egido coincide con Zambrano: «Las palabras le rebosaban, después de 70 años de complacida convivencia con ellas... Habían sido el vehículo de su humanidad». El autor de 'Los túneles del paraíso' recorre literaria y rigurosamente la agonía de Unamuno en la que «sus viejos amigos habían desaparecido y sus enemigos se metían hasta en su casa». Se detiene en la animadversión contra Azaña, anterior a que le retirara el rectorado vitalicio en 1934. Egido sintetiza así: «Azaña como monstruo culpable y la frenopatía como ciencia adecuada para el entendimiento de lo que estaba ocurriendo, se convertirían en la base de sus declaraciones de aquellos tiempos». El autor de 'Niebla' reprochaba al presidente de la República su narcisismo literario y su condición de político más nominal que ejecutor. Unamuno será utilizado por la propaganda de ambos bandos y Egido sigue la pista de las entrevistas concedidas a los corresponsables extranjeros. Don Miguel le dice a Knickerbocker, periodista estadounidense: «Cuando todo pase, estoy seguro de que yo, como siempre, me enfrentaré con los vencedores», algo que repitió en distintas ocasiones. Pero no tuvo tiempo para sumarse a los nuevos perdedores. «Espiado por sus enemigos, azuzado por su conciencia y entrizado por los reglamentos, no es de extrañar que su organismo se debilitara, ahogado de burocracia y de fascismo», así describe Egido al pensador de dos meses antes de su muerte.
Jon Juaristi retomó la biografía del vizcaíno para la colección 'Españoles eminentes' de Taurus en 2012. En ciertos aspectos, contesta a Egido como en su «atribución de la autoría de clichés como lo de 'salvar la civilización occidental cristiana'» usados por los sublevados «un tópico profusamente difundido en la literatura de la derecha autoritaria europea desde la década anterior». No es contradictoria la coincidencia.
Pero los que tienen el crédito de haber nadado en los papeles de Unamuno desde 1969 han sido Colette y Jean-Claude Rabaté. Suya es la edición de los tomos de su correspondencia (publicados por la USAL) y suya es una biografía de 2009 que ha venido a completarse con 'Miguel de Unamuno (1864-1936) Convencer hasta la muerte'. Los Rabaté presentan en octubre su obra en Salamanca y en Valladolid y han sido fuente fundamental para el documental de Manuel Menchón aún sin estrenar.