Albrecht Haushofer.

Manuscrito encontrado

Sonetos de la cárcel de Moabit. Albrecht Haushofer. Edición y traducción de Jesús Munárriz. Hiperión. Madrid, 2021

josé luis garcía martín

Viernes, 11 de junio 2021, 09:26

De las historias de manuscritos encontrados, pocas tan inverosímiles como la verdadera historia de los Moabiter Sonette, los Sonetos de la cárcel de Moabit. La ... noche del 23 al 24 de abril de 1945 (o la del 22 al 23, según otras fuentes), cuando las tropas soviéticas están a punto de entrar en Berlín y pocos días antes del suicidio de Hitler, se decide trasladar a un grupo de prisioneros. Entre ellos está Albrecht Haushofer, a quien se había detenido –no era la primera vez-- por su presunta participación en la operación Valkiria, el atentado contra Hitler que tuvo lugar en la Guarida del Lobo el 20 de julio de 1944. Pero el supuesto traslado no era más que una excusa para la ejecución sumaria. Sumaria y un tanto chapucera: uno de los ejecutados, el joven comunista Herbert Kosney salvó la vida y pudo indicar al hermano de Albrecht, Heinz Haushofer, donde se entraba el cadáver. «Albrecht yacía pacíficamente de lado –contó Heinz a sus padres en una carta de mayo de 1945--, como si acabara de caer. No presentaba signos de agonía; la muerte debió haber sido instantánea. En su bolsillo tenía una copia de los ochenta sonetos que había escrito en prisión y un fragmento de Thomas More en el que había trabajado por última vez».

Publicidad

Los ochenta sonetos ocupaban, en letra minúscula, cinco folios. Se conserva ese manuscrito, con sus manchas de sangre. En el soneto LII leemos: «Desde hace unas semanas tengo manos y pies / libres de las cadenas, No sabría decir / si ha sido mucho o poco lo que las he llevado / ni si habré de volver otra vez a llevarlas». ¿Cómo puede un hombre encadenado escribir en unos pocos meses –la detención tuvo lugar en diciembre-- tantos sonetos y corregirlos y preparar una copia definitiva que sus carceleros –nada menos que la Gestapo-- le permiten sacar de la prisión?

No es el único misterio que rodea la vida de Albrecht Haushofer. Su padre, Karl Haushofer, fue amigo y mentor de Hitler, estudioso de la geopolítica, creador del concepto de «espacio vital» que sirvió de coartada para el expansionismo nazi. Padre e hijo estarían detrás del viaje de Rudolf Hess a Inglaterra para buscar una paz por separado. Un viaje que estaba lejos de ser improvisado y una locura personal. Hay noticia de un memorándum, fechado el 5 de mayo de 1941 en Obersalzberg, en el que Haushofer le ofrece a Hitler sus contactos para establecer conversaciones secretas con Gran Bretaña. Esas conversaciones, que existieron, serían pronto negadas por ambas partes. Testigo incómodo de ellas era el padre de Albrecht, quien se suicidó –junto a su mujer-- en 1946, tras ser interrogado por los servicios de inteligencia británicos. Puede que fuera un suicidio pactado para evitar males mayores.

Hay mucha historia y muchos enigmas detrás de este manuscrito encontrado. Los sonetos más conmovedores son los que nos hablan de la vida en la prisión, aunque –como ha hemos indicado—ofrecen algunas dudas sobre su verosimilitud autobiográfica. «Encadenado» se titula el primero de ellos y en él podemos leer: «No he sido yo el primero a quien en este espacio / le cortan las muñecas los grilletes, / en cuyo dolor hurga una inscripción ajena». Quizá escribiera los sonetos de memoria y los copiara cuando le quitaron los grilletes de las manos y pies, pero si eso no ocurrió hasta pasado el medio centenar parecen demasiados para retener en la memoria.

Publicidad

Los sonetos no se limitan a reflejar las condiciones de la cárcel y a expresar la mala conciencia por haber apoyado durante demasiado tiempo a un régimen criminal. Hay otros que hablan de música y pintura o de los viajes del autor, también los que resumen antiguas leyendas orientales. Extraños juegos para esperar la muerte.

«Gorriones» recrea un tema clásico de la vida en prisión, emparentado con el tradicional «Romance del prisionero»: «Tengo a veces visita: los barrotes de hierro, / si prisión para mí, son para otros apoyo. / Le gusta a una pareja de gorriones posarse, / una joven gorriona junto a un galán gorrión. / Alternan en su amor peleas y ternura, / se cuentan muchas cosas mientras se picotean, / y si eligiera otro gorrión a esa gorriona / la pelea entre ellos podría ser terrible. / Qué raro es estar cerca de esa vida sin trabas / estando encadenado y lleno de preguntas… / ¿Me ven esos veloces ojos negros? / Miran fijos. Un pío, un aleteo, / se vacía el barrote. Y estoy solo. / ¡Cómo me gustaría ser gorrión yo también».

Publicidad

Quizá estos sonetos tienen más valor humano –al menos en la traducción-- que estrictamente lírico. O nos interesan menos cuando parecen un mero ejercicio culturalista.

Lo que más nos interesa –para qué engañarnos-- es la novela que hay detrás, llena de inverosimilitudes y de misterios sin resolver. El nazismo no fue obra de un pequeño grupo de sádicos y criminales que hipnotizaron al pueblo alemán, que lo llevaron a la perdición como en el cuento del flautista de Hamelín (tema, por cierto, de uno de los sonetos). Mucha gente culpa lo apoyó, como hicieron los Haushofer –pensemos en Heidegger--, media Francia estaba a su favor y también buena parte del Reino Unido. ¿Se habría desengañado Albrecht Haushofer del nazismo si se hubiera firmado una paz con Inglaterra y hubiera triunfado la operación Barbarroja? No lo sabemos. De lo que no hay duda es que las conspiraciones contra Hitler solo comenzaron cuando parte de la élite nazi se dio cuenta de que los llevaba a la derrota.

Este puñado de sonetos, este manuscrito encontrado en el bolsillo de un cadáver, se escribieron quizá como un salva conducto para cuando ocurriera la inminente derrota. Pero un oficial de la Gestapo, Müller, que se la tenía jurada a Haushofer desde que lo detuvo cuando el vuelo de Hess y vio cómo salía ileso, no permitió que eso volviera a ocurrir.

Este contenido es exclusivo para suscriptores

3€ primer mes

Publicidad