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De manera análoga a la interpretación, que se transmite, más allá del texto guionizado, con expresivos gestos faciales, movimientos corporales e incluso silencios significativos; una canción puede transportar una emoción no solo con su propia letra, también mediante una melodía conmovedora, unos solos instrumentales impactantes ... y, en un directo, con la mirada cómplice de su artista. En primera línea pone esta comunicación, y así entiende la música, la cantante Rocío Torío, vocalista de De Perdidos y un rostro (con voz) conocido por toda persona aficionada a los grupos locales en Valladolid.
Y es que Torío, madrileña de nacimiento pero afincada en la ciudad castellana desde más de la mitad de su vida, no antepone la coherencia matemática de las notas musicales, la profesionalidad de las afinaciones o la precisión flaubertiana del lenguaje a lo que es, para ella, lo fundamental en una canción: transmitir un sentimiento. «Un tema plano no me emociona», asevera. Se mueve cómoda en estilos «profundos, personales y sensibles», como el soul o el blues. Sin embargo, para saber trasladar hay que saber también asimilar. Y eso, admite, no le resulta ningún problema: ha llorado con tantas canciones y se ha inspirado en tantos paréntesis depresivos que, ironiza, mucho de lo que compone viene bautizado como «temas de autoayuda».
«Creo que es bueno hablar de esperanza, e incluso inspirarse en momentos distintos a cuando estás triste, pero también que todo lo que a una le ayuda le puede ser útil a otras personas». Sin embargo, no hay que dejarse engañar por esta aparente solemnidad: con una contagiosa sonrisa y un sentido del humor muy desenfadado, Torío también es capaz de trasladar entusiasmo, con un estilo «más cañero, a veces hasta de guasa».
Con ese espíritu nació De Perdidos Al Trío en 2016, conjunto que fusiona jazz, soul y funk y que ha sido uno de los éxitos musicales locales de referencia en los últimos años. El grupo, rebautizado en 2020 como 'De Perdidos', cuenta hoy con Nacho Tomillo (saxo tenor), Inés Velázquez (bajo), Jesús Bravo (teclista) y José R. Arribí (baterista), tras haber acogido a otros músicos como Rebeca Panedas, Olmo Vera o Santi Sierra (Chacho Cósmico).
Torío, como su propio grupo, se resiste a considerarse 100% de jazz, por la acotación desmedida con la que los puristas del estilo musical han delimitado las reglas de qué se puede considerar (y qué no) dentro del género: «Es un registro que permite jugar, motiva y deja fluir a gusto», concede, «pero no encaja ni con ciertos festivales de género ni con un público generalista que a veces es demasiado impaciente o aprovecha los temas instrumentales para conversar», se lamenta.
Por ello, no se deja etiquetar. En su casa han entrado desde Prince hasta Greta y los Garbo, y por su garganta han salido temas de Mónica Naranjo y Francisco Céspedes, Rihanna, Beyoncé o, claro, Ella Fitzgerald y Billie Holiday: «Son voces complejas, que no sabes qué tienen pero que te emocionan, son capaces de erizarte la piel...», describe. En el conjunto de gypsy swing Manusser, liderado por Poncho Corral, brilla con luz propia la versión de 'It don't mean a thing' que Torío es capaz de hacer de Lady Ella.
Con pinitos también en la locución de cuñas y en la interpretación (junto a compañías como Ghetto 13/26 o Tripabajo), y su reciente incursión en un concurso musical televisivo a nivel nacional, Torío encara 2025 «con un chute de energía y de confianza», resuelta a dar salida a varios temas que conformen su primer proyecto en solitario: «Son varias composiciones más íntimas, algunas con bastante tiempo ya, que me propongo sacar casi sin pretensión, y que tendrán tintes de soul, western, pop y algo de 'folkie' de Estados Unidos», anticipa.
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