María Ángeles Jiménez, psicoanalista y profesora de escritura creativa. José C. Castillo

Escribir, instrucciones de uso

La psicoanalista María Ángeles Jiménez escucha desde hace 32 años la lectura de miles de alumnos que pasan por su taller de escritura creativa

Victoria M. Niño

Valladolid

Sábado, 15 de febrero 2025, 10:30

Cada viernes medio centenar de adultos bajan a un sótano, en dos turnos. Dejan atrás la toga, la calculadora, la cara seriamable de ventanilla, el ... casco de obra, la bata de consulta. Bullicio inicial, silencio, una voz, varias. Edad media, 45 años, más mujeres que hombres. En el piso de arriba, Mar explica a un cliente intrigado; «son los del taller de escritura». En la librería Margen además de venderse historias, se crean y su impulsora protagoniza esta que les contamos.

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María Ángeles Jiménez escribe desde siempre y desde entonces le encanta la docencia. Sin embargo su campo académico es la medicina y el psicoanálisis, su práctica profesional. Tiene pacientes en dos ciudades y en ambas ha abierto taller literario. El de Valladolid cumple 32 años, hasta 2011 ligado al Ayuntamiento, después en la sede actual, y gira en torno a la narrativa. El de Madrid, un poco más joven, versa sobre el guion cinematográfico. Ningún género le es ajeno a Jiménez.

'¡Cuéntame un cuento que no te sepas!' reta el título del taller de creación literaria de este año, dedicado al relato. «Concretamente trabajamos sobre las epifanías, historia en la que hay un descubrimiento. Joyce o Chéjov son grandes maestros, también leemos a Clarice Lispector, Cortázar, Borges o Katherine Mansfield», explica María Ángeles. Descubrir el mundo, ahí reside el motor de la escritura para quien cita a Julia Kristeva: «Hay tres maneras de vivir plenamente: escribiendo, psiconalizándose o enamorándose».

Esa plenitud transita por un camino hecho de palabras y tachones en el que Jiménez tiende la mano al aventurero para mostrarle las herramientas del oficio. «Es imposible enseñar a escribir; sí, a reescribir. La escritura debe ser algo automático, sin filtro, sin censura, y, a partir de ahí, se practica el oficio; se elige un punto de vista, se cambia el narrador, se diseñan los personajes, se mejora el léxico, se construyen los diálogos. Sin todo esto no hay historia, es necesario conocerlo». Leer a los maestros, escribir, poner en común, aceptar la opinión de los otros. Y a pesar de la sinceridad de la profesora, volver. Porque son muchos los fieles que repiten. «Eso me obliga a cambiar cada año la propuesta, el taller se va haciendo, ves cómo evoluciona el grupo y me adapto», cuenta quien ha comprobado que «los de ciencias suelen escribir muy bien, no elucubran, van directos a lo que quieren contar, estructuran mejor, tienen la cabeza muy ordenada. En cambio los filósofos escriben fatal, quieren transmitir pensamiento y eso es muy difícil».

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Una vez al año Jiménez propone a sus alumnos un viaje que esta primavera les llevará a Normandía de la mano de Flaubert y Proust. Igual que no se enseña a escribir, tampoco «se enseña a vivir, a atreverse con lo que sientes, a emocionarse, a no tener miedo. Pero quien apuesta por la vida sí puede aprender a reescribir y a entusiasmarse». María Ángeles anda entusiasmada ahora con los versos y ha elegido como cicerone al poeta Sergio García Zamora. Hay poemario en ciernes.

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