Javier Castán: «El cine es una escuela de vida»
El decano de la Facultad de Filosofía y Letras reivindica en su discurso de ingreso en la Academia de la Purísima el rol formador del séptimo arte en las primeras proyecciones de Valladolid
La Real Academia de Bellas Artes de la Purísima Concepción ha celebrado este jueves en la casa de Cervantes la recepción pública del académico electo ... Javier Castán. El historiador y decano de la Facultad de Filosofía y Letras, ha protagonizado así un acto donde ha leído el discurso 'Cine, sociedad y cultura en Valladolid de 1896 a 1919', donde reivindica el papel del séptimo arte como formador en otras áreas de la cultura.
«He pretendido defender que el cine es una escuela de vida que educa en otros muchos campos», anticipa Castán. Literatura, historia, geografía... El historiador enumera así diferentes áreas del saber y la cultura que llegaron por primera vez a muchas más personas gracias a los económicos precios de las primeras proyecciones y su eminente carácter popular: «Por un quinto de lo que costaba la leche, es decir, por unos diez céntimos de peseta, se podía acceder a algunas de estas sesiones en torno a los pasados años veinte», señala.
Y es que, a pesar de encontrarse perdido un generoso porcentaje de las primeras películas rodadas, su carácter popular y su importancia tanto histórica como social, tanto generacional como democratizadora, ameritan su reivindicación cien años después, al explicar quiénes somos hoy y cómo hemos llegado hasta aquí, gracias a esas primeras formaciones que recibieron nuestros padres, abuelos y antepasados: «La relevancia para ellos del cine juega un papel equivalente al que ha sido Internet para la generación de los años 2000, que universalizó el planeta en nuestras pantallas, y lo que pasará próximamente con la inteligencia artificial», señala.
«El cine hizo mucho también por acercar clásicos de la literatura, desde Dumas a Zola pasando por Víctor Hugo»
Esa formación de la calle, popular, reconfiguró las paredes del mundo para un segmento muy significativo de la población, con altos grados de analfabetismo y que de repente podían conocer lo que era un trasatlántico, cómo fue la coronación del rey de Inglaterra o cuán espectacular podía verse el canal de Panamá: «Hizo mucho también por acercar clásicos de la literatura, desde Dumas a Zola pasando por Víctor Hugo», apunta Castán. Y es que, a pesar de que muchas de estas adaptaciones fuesen versiones libérrimas con respecto a las obras germinales, estas primeras películas «ayudaban a dar a conocer que existían ciertos libros y obras artísticas, ampliaban el conocimiento del mundo en el que se vivía y ensanchaba la frontera más allá de la taberna de al lado o de la cupletista que cantaba en las fiestas de San Pedro Regalado».
Pero demás del carácter cultural, Castán también reivindica el mero papel de entretenimiento, de ocio puro y duro y de creación de nuevos hábitos que el cine tuvo en estos primeros momentos para un sector de la población que no accedía a la cultura y que cuya vida se dividía entre el trabajo, el hogar y el bar de la esquina: «Mucha gente que sabía leer no tenía el tiempo o el dinero para entretenerse», lamenta. Este acceso propició cierto rechazo en la entonces asentada burguesía vallisoletana, que no veía con buenos ojos que la chusma pudiera tener a su alcance manifestaciones culturales, hasta la fecha, reservada solo a ellos: «Algunos aficionados protestaron porque su coliseo se convirtiera en una sala de espectáculos de perra gorda», apunta.
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