Guillermo Gortázar. luis michelena

Guillermo Gortázar, en el Aula de Cultura de El Norte

La vida y obra del conde de Romanones protagonizarán en el Palacio Real el Aula de Cultura de El Norte

fernando conde

Miércoles, 2 de junio 2021

El conde de Romanones es un personaje más o menos conocido de nuestra historia, pero quizá no tanto por lo que hizo como por la sonoridad de su nombre o por alguna que otra anécdota de las muchas que se le atribuyen. Pero, en realidad, Álvaro Figueroa fue un auténtico huracán político que en sí mismo explica muchos de los vaivenes que caracterizaron la política española entre 1876 y 1923. Un periodo en el que España intentó lograr un régimen democrático que finalmente tuvo que esperar muchas décadas, demasiadas, como explica en su libro 'Romanones, la transición fallida a la democracia', el historiador y abogado Guillermo Gortázar. Gortázar protagonizará hoy jueves, a partir de las 20 horas, una nueva sesión del Aula de Cultura en el Palacio Real, con el patrocinio de Obra Social laCaixa y Fundación Vocento.

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–¿Qué y quién fue Romanones?

–Uno de los diez políticos más importantes de la Restauración (1876-1923), el periodo más largo de constitucionalismo, parlamentarismo y libertad de la Historia de España. Sorprendentemente hasta hoy no había tenido una biografía completa. Los historiadores de izquierdas no han tenido interés en reconocer a un político que competía con la izquierda y que les ganó siempre en las elecciones al Congreso, tanto en la Monarquía como en la República. Por su parte, los historiadores del otro lado le responsabilizaron de la caída de la monarquía y no compartían la oposición del conde al dictador Primo de Rivera.

Este libro trae a colación, a través de muchas fuentes inéditas, aquellas élites dinásticas que buscaron democratizar el reinado de Alfonso XIII, pero también a las élites republicanas que no supieron ni pudieron consolidar la democracia en la II República. Entre 1923 y 1936 se produjo una transición fallida a la democracia y hubo que esperar, con la lección aprendida, a 1978.

Sin democracia

–¿Hubiera sido posible una democracia en aquel momento?

–En el XIX, la democracia no existía salvo, quizás, en Suiza y en los EE UU, para los blancos. En el siglo XX las elites liberales de toda Europa, (Rusia incluida) intentaron diversas transiciones del parlamentarismo liberal a la democracia a través del sufragio universal masculino. Pocos países lo lograron.

–En la Restauración era frecuente que los próceres políticos tuvieran un periódico a su servicio (en propiedad), no parece algo muy ético, ¿no?

–Hoy nos puede llamar la atención que un político 'posea' un periódico, pero en los regímenes liberales era muy habitual. Era su forma de conectar con sus seguidores. En España, hoy todavía el PNV y Bildu (quizás los partidos más anticuados) tienen periódicos de partido. Hoy la política se comunica por medios pagados por los contribuyentes: las radios y televisiones oficiales regionales al servicio del partido ganador.

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–¿Los españoles conocen su Historia?

–De una manera muy superficial y, lo que es peor, tergiversada por los historiadores parciales de la izquierda. Hoy para hacer carrera académica es casi imposible salirse de lo políticamente correcto, de esa mal llamada y entendida 'memoria' histórica.

–La pérdida de nuestras colonias nos abocó a un segundo plano internacional. Sin embargo, ¿qué predicamento conservaba aún el rey de España –sobre todo en Europa– durante la Gran Guerra?

–El siglo XIX fue una mezcla de decadencia nacional (en gran medida por la invasión de Napoleón) y de meritorio esfuerzo de los liberales y conservadores moderados por construir un Estado. España pasa de ser una potencia en el XVIII a un país en crisis casi permanente hasta 1875. En 1906, la Conferencia de Algeciras, nos devolvió a un cierto protagonismo europeo y, cien años después, España obtiene en Las Azores el reconocimiento de una potencia internacional de segundo orden.

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–¿Qué valores tenía el conde de Romanones que no tienen los políticos actuales?

–La clase política de la Restauración y también de la República era esencialmente honrada. En 1876, los políticos eran miembros adinerados de la sociedad y profesionales liberales y no vivían de la política. Los diputados no cobraban sueldo alguno. No hubo, en más de cincuenta años, ningún escándalo de corrupción con el uso de los fondos públicos. Ahora los juzgados tienen a cientos de políticos en procesos judiciales. La política era una profesión atractiva para personas de gran preparación. Ahora la carrera política es un cursus honorum de miembros de las juventudes políticas que normalmente no tienen otra experiencia que la habilidad para prosperar dentro de la organización. Así vamos.

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