«La envidia es una emoción específica de la democracia»
José Antonio Marina habla de su libro 'El deseo interminable' en el Aula de Cultura de El Norte de Castilla
José Antonio Marina ha ido aplicando el análisis desde la psicología a la creatividad artística, a la organización política, a la inteligencia, a la educación, a los sentimientos, hasta ambicionar el vasto territorio de la historia. Ese interés se ha materializado en el ensayo 'El deseo interminable: las claves emocionales de la historia' (Ariel) del que habló con Ángel Ortiz, director de El Norte de Castilla, y con Carlos Aganzo, director de la Fundación Vocento. Precisamente esta institución junto a la Fundación laCaixa apoyan el Aula de Cultura de El Norte que celebró otra sesión en el Círculo de Recreo, lleno de nuevo.
Quien estudia el trasfondo del ser humano comenzó confesando su incredulidad por la asistencia de tan nutrido público «en una tarde tan maravillosa». Y acto seguido Marina aclaró, a petición de Ortiz, que es la 'psicohistoria'. «Es el estudio de las motivaciones, de los deseos, de los sentimientos que mueven a los hombres, sin los cuales no puedo comprender la historia, que es mucho más que estadística». Y puso un ejemplo, «en los titulares sobre lo que está ocurriendo en Francia se habla de la ira de los franceses, ese es un punto de vista emocional que atiende a lo que les mueve».
Libertad o armonía
Para Marina la historia de la humanidad es la de la búsqueda de la felicidad, aunque esta sea «como el horizonte cuando se navega, a medida que se avanza, más alejado está, no sabemos lo que es». En esa trayectoria común «hay épocas especialmente agitadas como la Revolución Francesa, que llegó tras el romanticismo cuando las emociones estaban a flor de piel. Es probable que ahora estemos en un momento más emocional en el que la razón está de capa caída.Lo vemos en la polarización, en Francia, en Ucrania». Preguntado por los vaivenes emocionales de la historia consideró dos grandes etapas. «Una de obediencia, durante siglos fue una virtud esencial, fuimos una especie que se domesticó a sí misma. La educación es un adiestramiento. Luego se resquebraja esa idea, hay una rebeldía frente al poder absoluto y emergen las libertades individuales», relata el pensador.
«En democracia, todos somos iguales y una emoción específica de esta es la envidia, algo que no podía ocurrir en momentos de sumisión». Globalizados estos conceptos, Marina esbozó un mundo en el que Occidente ha puesto su foco en la libertad y la gran potencia oriental, China, en la armonía. «Son confucianos, anteponen la justicia y bondad. No tienen prisa y son capaces de planificar a medio y largo plazo. Nosotros hemos perdido eso».
