Augusto Ferrer Dalmau: «Vivo y padezco lo que pinto; cada cuadro me consume muchísimo»
El pintor catalán, afectivamente ligado a Valladolid, acaba de publicar Imperio, su tercer libro de pintura histórica en los últimos dos años
Acaba de publicar Imperio. Hace unos meses fue Bocetos para la Historia. Y poco antes Pintor de batallas. El artista catalán Augusto Ferrer Dalmau -afectivamente ... unido a Valladolid, ciudad en la que vivió cuatro años, y a la que no descarta volver- está viviendo un momento de esplendor editorial. Su mayor éxito: haber logrado crear escuela en un estilo, el de la pintura histórica y la pintura de batallas, que en España se recibía con desdén cuando comenzó. Hoy contempla con realismo la posibilidad de crear un Taller específicamente orientado a esta rama del trabajo artístico.
- ¿Qué recuerdos guarda de su estancia en Valladolid?
-Fueron cuatro años maravillosos que supusieron un «antes y un después» en mi vida. Me marché de Barcelona, cansado de discutir con amigos y extraños, muy harto de lo que me rodeaba, y encontré la armonía y entorno que necesitaba para crear cuadros como El milagro de Empel, Rocroi o El Glorioso.
Valladolid siempre tendrá un lugar muy especial en mi alma: sus gentes, sus calles, ese frío seco y cálido al sol… No sé, algo entrañable que no sabría explicar. No descarto terminar mis días en esta gran ciudad.
- Imperio culmina dos años de intensa actividad editorial.
–En estos dos años se han publicado el monográfico Pintor de Batallas, Bocetos para la Historia, Imperio y se ha vuelto a publicar mi revista FD Magazine (www.fdmagazine.es). Supongo que hay una demanda de un público que se identifica con la historia gráfica de España, y que, sin duda alguna, va en aumento. La gente joven necesita identificarse con su pasado y sentirse orgullosa de él.
- Está considerado la figura más importante de la pintura histórico militar española. Pero aparte de sus innegables méritos propios, imagino que también cuenta que pocos juegan en esta división.
- Cuando empecé con esta temática, era un bicho raro; nadie daba un duro por mi trabajo. Abandoné una pintura comercial que me daba una seguridad económica para meterme en este jardín. La ilusión me podía más que la razón y es que la frase «sólo se vive una vez» siempre ha estado muy presente en mí. La vida es un paseo muy corto que hay que aprovechar, no importa si vas contra corriente; lo importante es sentirte bien con lo que haces y la pintura histórica militar siempre fue mi sueño desde la infancia.
Hoy están surgiendo jóvenes y no tan jóvenes que se están sumando a esta corriente y éste es mi mayor éxito. Tengo entre manos el gran proyecto de crear el «Taller de pintores de historia». Soy optimista y es muy posible que en poco tiempo sea una realidad.
- ¿A qué atribuye la proyección internacional de su obra? Hasta donde me consta, tiene cuadros en museos de Moscú, Georgia, Nueva Orleans, Bruselas, Holanda, París…
Supongo que mi estilo tiene algo que ver. Mi pintura es clásica, elaborada, y, sobre todo, sale de mi corazón. Vivo y padezco lo que pinto: cada cuadro me consume muchísimo.
- ¿Va parejo el desdén por la pintura militar con el desdén social hacia el Ejército? ¿Y con la crisis del sentimiento patriótico?
- Es evidente que hay una crisis de sentimiento patriótico, junto a una corriente antiespañola de gente que sigue relacionando a las Fuerza Armadas con el franquismo, sin haberlo vivido. Pero está claro que la historia de España, al igual que la de todas las naciones, va unida a sus ejércitos. Hasta hace poco, la supervivencia o desarrollo de las naciones dependía de las guerras que ganaba o perdía y no había una generación que no hubiera vivido alguna guerra. Y si hoy España sigue siendo un referente en el mundo es porque en el pasado se luchó, y mucho. Me resulta incomprensible que se demonice a los ejércitos, o a las fuerzas de seguridad, siendo parte de nosotros y tan necesarios para protegernos.
- El sentimiento patriótico y el ideal heroico ¿quedaron arrasados en las guerras mundiales del siglo XX?
- Las guerras del siglo XX fueron las más crueles de la humanidad; hicieron falta millones y millones de muertos para que la sociedad reaccionara. Hoy sería impensable una guerra entre occidentales por un metro más de tierra. Pero sigue habiendo amenazas. Ahora a nuestros ejércitos les toca defendernos de amenazas extremistas, de quienes odian nuestra forma de vida. Son más necesarios de lo que imaginamos: he estado donde se luchaba con esos extremismos, como el islámico, y puedo asegurar que el peligro es muy real.
- Impresiona leer en su biografía lo frecuentemente que has pisado terreno de combate, compartiendo vida con unidades militares desplazadas. ¿Tiene que ver con la preocupación por la verdad y la autenticidad?
- Ver para sentir; así veo mis incursiones en zonas de guerra. No se trata sólo de plasmar las guerras del momento, sino también de poder trasmitir esos sentimientos en los cuadros del pasado. El que pinta flores necesita verlas y olerlas, el que pinta batallas, también. Y, además, necesita oírlas, porque los sonidos también se ven. Hay que estar en escenarios de guerra para poder trasmitir lo que ocurre ahí.
- El realismo de su obra es una impugnación de la modernidad entendida como vanguardia. También en eso va a la contra.
- Realmente, estoy fuera del circuito artístico, no sigo las corrientes de moda, no voy a exposiciones, no he ido nunca a Arco… para algunos soy el anti arte. Pero sí voy mucho a los museos y compro libros de los clásicos. Intento refleja algo que todo el mundo pueda entender, una instantánea del pasado.
- En sus obras hay una gran preocupación por el detalle, por la composición estética, y por el perfeccionismo técnico. Pero también una mirada que, a menudo, involucra al espectador en el centro de la escena.
- La documentación es vital en los cuadros históricos; es lo que permite que el espectador se meta dentro de la escena y la vea creíble. Para ello cuento con los mejores y más exigentes asesores. Son tan perfeccionistas con el rigor histórico que llegan a ser crueles en su rechazo a permitirme pintar lo que no corresponde o no es históricamente verosímil.
- Ser pintor de batallas ¿implica ver belleza en la guerra? ¿Qué significan los combates y los enfrentamientos bélicos para usted?
- La guerra es cruel: hombres que eran buenas personas se convierten es bestias salvajes, es cuando el ser humano se desnuda y sale lo peor de nosotros. Todos tenemos esta bestia dentro cuando se trata de sobrevivir… ¿Belleza? Yo diría que provoca una variada gama de sentimientos, no sólo el del dramatismo o la violencia. Una carga de caballería es bella por el movimiento, colorido, y porque te hace sentir emoción. Unas ruinas en Alepo (Siria), por raro que parezca, son bellas por el desorden, por el sentimiento que te despiertan. Sin sentimientos no hay belleza.
- Aunque el tono general de su pintura es eminentemente realista, también hay detalles que evocan el impresionismo.
- Los bocetos: allí está el impresionismo. También en los fondos desdibujados del paisaje o elementos que no merecen demasiado detalle.
- Si le dicen que es un pintor académico, ¿se ofende?
- No, de hecho, soy académico de la Real Academia de Bellas Artes de Santa Isabel de Hungría, la más antigua de España. Es un honor.
- ¿Qué busca, en fin, con sus pinturas? ¿Qué quiere contar a los espectadores, más allá de la recreación de los sucesos concretos a los que remiten?
- Recuperar y recordar una parte de la historia que hemos leído y estudiado pero que no tiene imágenes. Sin duda esta es mi obsesión desde siempre.
- Respecto a su último libro, Imperio, ¿debe ser entendido como una reivindicación desde el orgullo del pasado español?
- Se trata de recordar quienes somos y de dónde venimos. Recordar que fuimos una gran potencia durante siglos, con sus luces y sus sombras, y que si hoy estamos donde estamos es gracias al esfuerzo y sufrimiento de los que nos precedieron.
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