La pintura oceánica de Manuel Padorno inunda La Pasión

Cuarenta cuadros de gran formato además de dibujos, plaquettes, libros y una vitrina que sintetiza la gran biblioteca de Padorno (1933-2002) llenan los dos pisos de La Pasión. Su serie 'Nómadas urbanos' dedicada a «su ciudad ideal, dominada por las verticales, por los campos de color y sus veladuras», explica Patricia Padorno, está dispuesta en la planta baja. Las dos paredes culminan en el cuadro del altar 'Carretera del mar Piet Mondrian'. Dos líneas rojas oblicuas concentran la mirada sobre un mar gris, de remolinos de color. El viaje caracteriza la trayectoria de este nómada vital que hizo del «vivir» su gran droga. De Italia escogió a Giotto, de Gran Bretaña a Turner y Blake, de Holanda a Vermeer y Mondrian, y así sucesivos referentes y compañeros de taller.

«Estos primeros 'nómadas' urbanos son de la década de los setenta hasta mitad de los ochenta», ilustró Patricia, que leyó un poema parejo titulado 'Ciudad pintada', en el Padorno cuenta cómo pinta, cómo coge el «camino lienzo adentro».

A partir de 1985 la horizontalidad prevalece en sus 'Nómadas marítimos', que se despliegan en el primer piso. Allí el cuadro central es uno en el que se retrata con dos amigos pintores, Millares y Domínguez. Los azules dominan en una paleta al servicio de carreteras de mar, de nubes rosas, de árboles de luz. En la película 'La música callada', que puede verse en la sacristía, Josefina, su mujer, explica su labor documental de los paseos diarios por la playa del artista, cuando después de la etapa madrileña, en 1989, se asientan en Canarias. Su casa, Punta Brava, «de sentido palladiano», es el faro desde el que mira la inmensidad atlántica. Cada día recogía en la playa lo que encontraba y Josefina lo metía en botes de cristal con la fecha. «Era un dar valor a cosas invisibles que luego salían en sus cuadros», explica su esposa en la cinta.

'Desnudo en Punta brava' es un poemario que publicó Hiperión. Su obra poética comenzó a conocerse a partir de que ganara el accésit al Premio Adonais de 1962 con 'A la sombra del mar' (Rialp). De ambos volúmenes hay ejemplares en al exposición además de dedicatorias, dibujos y otros papeles. Los custodia, como todo el fondo Padorno, la Fundación Jorge Guillén desde 2019.