Fundación Díaz-Caneja, memoria de un pintor, casa de sus sucesores
Cubista, místico del paisaje castellano, la obra del palentino tiene museo propio desde 1995
Nació en Palencia donde transcurrió su infancia y juventud, pasando el resto de su vida fuera. Desde 1995 es su ciudad la que preserva su memoria en la Fundación que lleva su nombre, Díaz-Caneja (1905-1988). El pintor, que vivió ismos y escuelas, no sintió más pertenencia que a su trazo, empeño y recuerdos. Se le llama místico del paisaje castellano, el que recreaba constantemente, el del pueblo materno en la Tierra de Campos palentina, desde su piso en Madrid.
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La Fundación está ubicada en la Casa de Cultura que se transforma en un museo de arte contemporáneo.
La colección permanente la constituyen los cuadros de Juan Manuel, unos 120 de los que se exponen la mitad habitualmente. Hay otra sala para exposiciones temporales que en la actualidad acoge 'Ánima', de Noelia Báscones, y un salón de actos.
Dar a conocer la obra del artista así como el arte contemporáneo español son los objetivos de la Fundación. Rafael del Valle, secretario del patronato, así lo apunta: «Por desgracia no se conoce lo suficientemente el arte contemporáneo. Las cuestiones que no son mayoritarias no interesan y la pintura no es fácil de ver. De ahí que nuestra pelea a brazo partido sea que los palentinos le entiendan y conozcan. Normalmente el estudio del arte contemporáneo se queda en Picasso».
Juan Manuel Díaz-Caneja se trasladó a Madrid en 1923, donde su padre abre un bufete, y donde él iba a estudiar arquitectura. Para preparar la asignatura de dibujo ingresa en la escuela del pintor Daniel Vázquez Díaz y ahí permanecerá siete años.
Amigo de Benjamín Palencia y Alberto Sánchez, participa en las tertulias literarias gracias a su amigo el poeta Francisco Vighi. La pintura le hará olvidar su primigenia intención y en 1930 viaja por primera vez a París. A su vuelta, vivirá en la Residencia de Estudiantes. La relación con los poetas y artistas republicanos le marcarán en el franquismo. En 1937 se afilia al PCE. «Fue muy fiel a su mujer, a sus vestidos, a sus bebidas, a su tabaco. No hizo otra cosa que pintar, no tuvo actividad políticas solo la cárcel y su postura comunista clara. Fue de los pocos que se quedó en la posguerra», explica Del Valle. Entre 1948 y 1950 estuvo preso en dos penales, en Carabanchel y Ocaña (donde estaban los reos políticos), en la primera podía pintar, en la segunda no.
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«Artísticamente es una isla dentro de una explosión de las vanguardias. Adopta el cubismo como una moda pero no al estilo de Juan Gris, con quien se relaciona, sino muy a su manera. Su originalidad le hizo merecer premios a pesar de la situación política. Gana en 1958 el Nacional de Pintura por méritos propios a pesar de haber estado en la cárcel».
Amigo de los pintores de la Escuela de Vallecas y de la Escuela de Madrid, «no llegó a formar parte de ellas, aunque como se le incluye, cuando hacen exposiciones cedemos los cuadros. Tuvo una forma de pintar como su vida, en una libertad austera, espartana».
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La Fundación inaugura en agosto nueva exposición, una de Narciso Maisterra, otro palentino de regreso cercano.
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