Se llaman Silvia, Ever, Alexander y Peyo. Yson cuatro de los protagonistas de la exposición que, en el Museo de la Universidad (plaza de Santa Cruz), reivindica la fotografía como «vehículo de denuncia y de transformación social». Médicos del Mundo presenta en Valladolid, hasta el 23 de febrero, el trabajo ganador y tres de las colecciones finalistas del Premio de Fotografía Humanitaria Luis Valtueña, que desde hace 26 años convoca la ONG para «crear conciencia y no vivir de espaldas a lo que ocurre cerca de nosotros», dicen María Díez, coordinadora de Médicos del Mundo en Castilla y León, y Andrea García, vocal de educación para la transformación social.
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La exposición muestra unos reportajes fotográficos que, de forma «veraz, original e impactante»,retratan el drama de los refugiados en México, las heridas de las protestas políticas en Bielorrusia, la huella de la explotación del territorio en Perú, la esperanza de la lucha contra el cáncer en Francia. Ytodo esto tiene rostros y nombres. Los de Silvia, Ever, Alexander y Peyo. Tres seres humanos... y un caballo.
Alexander tiene los ojos azules y una mirada triste enmarcada por un moratón que todavía duele. Mira –desde el cartel que anuncia la exposición– a la cámara del polaco Jędrzej Nowicki, quien con su serie 'Las cicatrices' ganó el premio en su edición número 25. Alexander, estudiante en la Politécnica de Minsk, caminaba por la calle el 10 de agosto de 2020, camino de la casa de un amigo, cuando fue capturado por los militares bielorrusos. Pasó cuatro días detenido. Le golpearon varias veces. Y su ojo es el resumen de unas protestas masivas que el presidente, Alexander Lukashenko, respondió con extrema brutalidad.
La sufrió, por ejemplo, Artiom, quien se asoma a una de las fotografías de esta serie (en color, formato cuadrado) mientras está sentado en una cama del segundo departamento de Enfermedades Quirúrgicas. Fue detenido por la milicia bielorrusa en la segunda noche de las protestas y sufrió heridas de las que ahora se recupera. «Más allá de la agresividad, estas fotografías nos hablana de las secuelas psicológicas que dejaron las protestas», explica Álvaro Sancha, voluntario de comunicación de Médicos del Mundo.
Ever es hondureño. Y su figura destaca en la foto que Alejandro Cegara tomó en las fronteras de Centroamérica, para alertar sobre las durísimas políticas migratorias de EEUUy cómo México ha dejado de ser un lugar seguro para los solicitantes de asilo. YEver Sosa destaca en la foto porque lleva a hombros a su hijita, mientras cruza el río Suchiate que separa Guatemala y México.
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La colección muestra una amenazante fila de miembros de la Guardia Nacional (con escudos para enfrentarse a los migrantes), una multitud de personas llegadas de Haiti que descansa después de muchas horas de caminata y, justo al lado, estampas donde puede verse a niños salvadoreños que juegan al fútbol dentro de una tienda de campaña que en su dia fue un comedor colectivo de un campo de refugiados. O a un grupo de chavales que se divierten con pompas de jabón.
Silvia Chilo Choque tiene 40 años. Allesandro Cinque le ha fotografiado mientras lava a Julio César, su hijo de trece años, con parálisis cerebral. Lo tiene que hacer en un barreño lleno de agua de lluvia, porque la codicia minera ha explotado hasta el máximo los recursos hídricos y agrícolas de muchas comunidades de Perú.
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Perú es el primer productor de oro, plata y plomo de América Latina. El segundo de cobre a nivel mundial. La minería es el motor de su economía. Pero, como contrapartida, millones de personas ven cómo su modo tradicional de vida se ve trastocado por unas explotaciones voraces que esquilman los recursos naturales. El fotoperiodista Alessandro Cinque trabajó durante cinco años y recorrió más de 20.000 kilómetros para conocer cómo viven esta situación 35 comunidades afectadas. Como la Ayaviry, donde no hay agua potable porque sus lagos y ríos están contaminados por los residuos mineros.
Grimalda de Cuno, en una de las imágenes, llora porque hace unas horas había muerto uno de sus terneros. «La tasa de mortalidad de los animales de granja aumentó desde que se impuso la extracción de minerales, porque beben aguas de ríos contaminados», le contaba la mujer al fotógrafo.
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Y luego está Peyo, un caballo de carreras que, una vez retirado de la competición, ha demostrado un extraño don:tiene un talento especial para detectar a los enfermos de cáncer y los pacientes que requieren cuidados especiales. Por eso, la presencia de Peyo es habitual en un hospital de cuidados paliativos de Calais, en Francia, donde Jérémy Lempin lo ha retratado mientras, junto a su cuidador, Hassen Bouchakour, recorre el hospital para ofrecer alivio y cuidado a enfermos terminales, como Marion (una mujer de 24 años con metástasis), Roger (quien tiene 64), Robert (67 años y un cáncer terminal) o Daniel.
Peyo forma parte de uno de los servicios de terapia asistida con animales. «En los hospitales para enfermos terminales, su objetivo consiste en aprovechar el vínculo natural entre los seres humanos y los animales para ofrecer comodidad, paz y acompañamiento a los pacientes», asegura Lempin en uno de los carteles de la muestra.
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Estas historias, las de Silvia, Ever, Alexander y Peyo, son las protagonistas de los trabajos que forman parte de una exposición que todos los martes 7, 14 y 21 de febrero, a las 17:00 horas, ofrece visitas guiadas.
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