Enrique San Norberto: «Los trombos por las vacunas del covid son rarísimos y tienen tratamiento»

Como en casi todo, lo importante es disponer de toda la información. Para conocer qué síntomas hay que vigilar y cómo hay que actuar. Y sobre todo para disipar dudas. Porque sí, son «tratables», dice San Norberto, pero según los datos de la Agencia Europea del Medicamento (EMA), entre 25.000.000 personas inoculadas con Astra Zeneca se dieron 84 diagnósticos de trombos y fallecieron, de ellos, 18 personas. «La mayoría de los fallecidos por trombos tras recibir la vacuna de Astra Zeneca lo fueron en la primera etapa», explica. Y los datos de la EMA lo avalan. Con 34 millones de personas pinchadas con la fórmula anglosueca, los trombos han ascendido a 222, pero los fallecidos se han estancado en esos 18 ya conocidos.

Como ha ocurrido de modo recurrente con el Sars-Cov-2, cuyo comportamiento se ha ido conociendo sobre la marcha, los efectos de los medicamentos se conocen más a fondo cuanta más gente lo utiliza, por mucho que todos ellos hayan pasado por tests con decenas de miles de personas. Estas dos vacunas, creadas a partir de adenovirus desactivados, han provocado una respuesta rara en algunos pacientes. «Se ha visto que el mecanismo de producción de estos trombos con la vacuna es parecido a uno que se produce con la heparina. Cuando se administra heparina, a entre el 0,1% y el 1% de los pacientes les aparece una reacción autoinmune, alérgica. Nuestro cuerpo ataca esa heparina y se lleva por delante las plaquetas. Ese es el mecanismo en estos trombos».

Dar con esta clave ha sido fundamental para reducir la mortalidad cuando aparecen estos efectos secundarios extraños. Tan extraños que en Castilla y León, tras 184.300 dosis de AstraZeneca, no se ha registrado ninguno. «Es importante porque el tratamiento habitual de los trombos intracraneales o abdominales es la heparina, y si a estos pacientes les damos heparina pueden empeorar. Por eso la mayoría de los fallecidos aparecieron al principio. Ahora sabemos que hay otros fármacos, otros anticoagulantes que no son la heparina, con los que se pueden tratar».

Como resumen de esta evaluación de riesgos: «No es 'tengo un trombo y me voy a morir'. Me puede dar un trombo en un caso excepcional y aun así tengo tratamiento».

Que para llegar a ese punto, aclara, tiene que darse la trombosis, que no es ni mucho menos frecuente. De hecho, cuando sí es habitual es cuando uno se contagia de covid. El porcentaje de personas infectadas, incluso asintomáticas, que sufren trombos es del 1%, explica San Norberto. Si se analiza los casos que se han registrado en personas hospitalizadas, es del 10%. Y si se acude a quienes han pasado por la UCI, tienen un 25% de posibilidades de padecer trombos. «La primera vacuna de la que se empezó a hablar, AstraZeneca, publicó estudios con 25 millones de vacunados, de los que habían fallecido 18 personas por trombos, el 0,00007%. Y además en la de Janssen, con 7 millones de vacunados, ha habido un muerto, un 0,00001%», señala Enrique San Norberto.

Cifras que han mermado, incluso, cuando se ha hallado el modo de detectarlos a tiempo y tratarlos.

Se dan pocos casos y además son tratables. Pero para mayor seguridad, hay unos síntomas que avisan de que el trombo está ahí y permiten actuar. «Los provocados como efecto secundario de las vacunas son trombos de los senos venosos intracraneales y trombos abdominales. Los trombos en la cabeza, que suena muy grave, existían antes de la pandemia. Sobre todo se caracterizan por el dolor de cabeza. A las dos o tres semanas aparece un dolor de cabeza que no se quita con un paracetamol, que empeora cuando nos echamos en la cama y que se asocia con visión borrosa. A veces vemos doble, no podemos caminar o hablar bien. O se pierde fuerza en una mano», explica el especialista. «El abdominal sobre todo consiste en dolor en el abdomen y a veces con hinchazón o edema de las piernas. Se ha descrito sobre todo en sujetos vacunados menores de 60 años y a las 2-3 semanas de la vacuna. Y con Janssen, algo parecido».

La recomendación, si aparecen esos síntomas y no remiten con un simple paracetamol o se producen varios a la vez, es acudir al centro de salud o a urgencias. «Pero en esos casos, no porque me duela la cabeza y me tome un paracetamol y no se me quite, tengo que ir al hospital. Hay que estar atentos dos o tres semanas», insiste. No existen contraindicaciones, explica San Norberto, con otros medicamentos, ni siquiera con un anticoagulante de uso habitual como Sintrom.

Enrique San Norberto pertenece a la Sociedad Española de Angiología y Cirugía Vascular. Allí es coordinador del grupo de trabajo de Enfermedad Tromboembólica del capítulo español de Flebología y Linfología. Esta sociedad científica, junto a otras 46, integran la Federación de Asociaciones Científico Médicas de España (FACME), que ha hecho una serie de recomendaciones a las autoridades sanitarias respecto a estas vacunas que considera seguras.

«No consideramos oportuno establecer límites superiores de edad para el uso de la vacuna AstraZeneca. En este momento, la efectividad demostrada con su uso y la comunicación preliminar de resultados de un ensayo reciente en más de 32.000 participantes, con un 20% de los incluidos con más de 65 años, indican una buena eficacia en personas mayores», aseguraban en un comunicado hecho público el 8 de abril de 2021.

En el mismo documento, FACME ya se hace eco de las recomendaciones preventivas de la Agencia Europea del Medicamento y desaconseja «la administración de esta vacuna -AstraZeneca- en personas con antecedente de trombocitopenia inducida por heparina». La EMA, además, aclaraba en su informe sobre el suero de Janssen que los efectos secundarios más habituales registrados en este caso eran «leves y moderados» y mejoran «unos días después de la vacunación».