El sector agroalimentario participa de la revolución de los microorganismos

Producir más con menos y manteniendo la calidad es un objetivo compartido a nivel mundial por las empresas y sectores vinculados al área de la alimentación. Pero para lograrlo hay que descender al suelo, hasta «la selva de microorganismos, saber quiénes son y qué hacen», apuntó el responsable del laboratorio de Microbiología Molecular del Itacyl, Jerson M. Garita, en la Jornada sobre innovación en el campo de Castilla y León que en esta edición se ha centrado en la 'La importancia de los microorganismos en la cadena agroalimentaria'. La cita, promovida por El Norte de Castilla, contó con el patrocinio de AgroBank y la colaboración del Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León, Adastra Capital, Huercasa y Bodegas Familiares Matarromera.

El estudio de los microorganismos que intervienen en las diferentes etapas de la producción de los alimentos «es algo que conocemos desde siempre», pero que se ha acelerado en los últimos años gracias a los avances tecnológicos, «ahora la diferencia está en esa capacidad para saber qué es lo que hacen esos microorganismos, qué aportan y si interactúan. El área de microbiología es transversal y se aplica a todos los elementos de la cadena alimentaria», explicó Garita. En el caso de Itacyl, el estudio y la investigación en este campo se materializa en una amplia variedad de iniciativas como el desarrollo de biopesticidas y biofertilizantes. Puso como ejemplo un proyecto de biofumigación de los hongos que habitan en el suelo de los viveros a través de plásticos biodegradables con los que se cubren «principalmente, cultivos de fresas y zanahorias porque esos suelos suelen tener gran cantidad de hongos patógenos y los insumos químicos que podemos utilizar para controlarlos cada vez son menos».

Por su parte, la directora de Calidad y de I+D+i de Bodegas Familiares Matarromera, Sonia Villanueva, puso el foco de atención en el cuidado del patrimonio vitícola. «A veces hay ciertas zonas vitícolas que requieren de un aporte de microorganismos específicos para ayudar a la planta a conseguir la máxima calidad», manifestó. En esta línea, «es fundamental la identificación de los microorganismos beneficiosos de los patógenos. Seleccionamos aquellos microorganismos autóctonos que están en nuestras propias parcelas y que tienen esa función».

Uno de los proyectos encaminados a este objetivo lo desarrollan en una parcela en la que «hemos aportado un coctel de una micorriza a unos plantones para incrementar el sistema radicular cuando la planta es joven y así consigue que absorba el mayor número de nutrientes durante sus primeros años de vida». Asimismo, se refirió a los microorganismos presentes en la baya «que nos están condicionando las características sensoriales de nuestros vinos» y «a través del proyecto Microsel se seleccionaron levaduras autóctonas de la uva blanca y todos nuestros vinos de Emina de Medina del Campo están elaborados con esa levadura que aporta un perfil sensorial único», apuntó.

El presidente de Huercasa, Félix Moracho, intervino para subrayar que «nosotros vemos el mundo de los microorganismos como una tecnología transversal para la producción de alimentos, igual que puede ser la sostenibilidad y lo digital». Y avanzó, en la línea de creación de valor añadido y diferenciación de los productos, que «en el momento en el que profundizas en el conocimiento de los componentes bioactivos de tu producto observas que hay un universo impresionante».

Abogó por el trabajo desde el campo de la mano de los agricultores, «nuestra estrategia sería cómo conseguir a lo largo de la cadena potenciar los componentes bioactivos que nos permite tener mejor salud y calidad desde el campo, sin necesidad de añadirlo posteriormente». De este modo, se decantó por «un producto alimentario cada vez más funcional y nutritivo».

Por otro lado, también hizo hincapié, en relación a la seguridad alimentaria, en prestar atención a la higiene y limpieza, «no hay que darlo por sentado porque siendo conscientes de que se hace bien puede aparecer un patógeno, siempre buscan refugios. Tiene que haber mucha vigilancia, rigor y una apuesta por calidad y seguridad alimentaria, que es lo primero».

Otro de los ejes importantes de la investigación es la financiación que es de lo que se encarga Adastra Capital, una firma que busca fondos que inyecten capital en proyectos vinculados a la investigación. «Nacemos con la vocación de poder planificar a nivel económico que la probabilidad de éxito sea la mayor posible», explicó su socio director, Mario J. Moya, que además citó y explicó varios casos fallidos porque «de los no éxitos, el ecosistema aprende. Es un proceso que implica muchos años y se necesitan socios estratégicos» e insistió en que «el mundo agroalimentario es muy complejo, queremos planificar la viabilidad económica y tenemos un equipo para ello».

En la búsqueda de aliados y socios para los proyectos de investigación señaló que «los centros tecnológicos más cercanos suelen ser los más especializados, pero hay que poder planificar bien tus hitos y saber qué necesitas».

En el caso del Itacyl, Jerson M. Garita expuso que además de los proyectos público-privados a demanda de las empresas también ofrecen un servicio a empresas.

Todos los participantes en la jornada, moderada por la periodista Silvia G. Rojo, estuvieron de acuerdo en el potencial innovador de Castilla y León. «Hemos trabajado mucho en el ámbito de la sostenibilidad porque es necesario el cuidado de nuestro entorno y también del emprendimiento rural», apuntó Sonia Villanueva. «Hay bastante cultura innovadora en nuestra región. Al final lo importante es que haya inquietud, no es un camino fácil» opinó Félix Moracho. «Aquí hay mimbres para hacer un cesto muy bueno. Esta es una comunidad muy potente en el tema agroalimentario», cerró el foro, Mario J. Moya.

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