Setenta años de cine, reflexión y cultura
El certamen se caracteriza por su independencia, rigor y sensibilidad artística y por premiar la originalidad, honestidad y la mirada crítica de los directores
Celia Martínez
Martes, 18 de noviembre 2025, 23:18
Es un reconocimiento a estos 70 años de historia por parte de un medio de comunicación que siempre ha atendido, tradicionalmente, lo que es la cultura y que siempre ha ido de la mano de Seminci». Así se refiere el director de la Semana Internacional de Cine de Valladolid, José Luis Cienfuegos, al reconocimiento que este evento recibió en los II Premios de El Norte. Un certamen que nació en el año 1946 y que ha celebrado en este año siete décadas de vida consolidándose como uno de los grandes referentes del cine de autor, y un punto de encuentro entre arte, pensamiento y sociedad.
Esta semana, que comenzó su andadura bajo el nombre de Semana de Cine Religioso de Valladolid, ha evolucionado de forma paralela a la historia contemporánea de la ciudad. Lo que en sus primeros años fue un modesto Festival de Cine moral y educativo se ha convertido con el tiempo en una cita imprescindible para cineastas, críticos, y amantes del séptimo arte.
«La Seminci siempre ha sido un ejemplo de cómo un festival puede construir vínculos sólidos con su entorno y con los medios de comunicación», señala Cienfuegos, quien destaca el papel del periodismo cultural y su vínculo con el festival: «Es muy emocionante recibir este galardón porque soy un lector compulsivo de periódicos que siempre reivindica la vigencia del periodismo riguroso».
Desde su fundación, la Semana Internacional de Cine de Valladolid ha sido reflejo de la transformación social, política y artística del país. En la década de 1960 amplió su mirada pasando a llamarse Semana Internacional de Cine Religioso y Valores Humanos, y abriendo sus puertas a películas que, más allá de la fe, abarcaran cuestiones éticas, filosóficas o existenciales.
Durante los años 70 y ya bajo el nombre actual, el certamen consolidó su identidad como escaparate del cine de autor. En plena dictadura, se convirtió en un espacio de libertad creativa y pensamiento crítico, un lugar donde se proyectaban películas invisibles en otros círculos. Con la llegada de la democracia, Valladolid se transformó en un símbolo de apertura cultural acogiendo obras de cineastas internacionales que encontraron en la ciudad un público receptivo y comprometido.
La Seminci se ha caracterizado siempre por su independencia, rigor y sensibilidad artística. A lo largo de las décadas ha premiado la originalidad, honestidad y la mirada crítica de los directores de cine, por lo que su máximo galardón –la Espiga de Oro– se ha convertido en un símbolo de prestigio en el círculo cinematográfico internacional.
«En cada tiempo los contenidos cambian», señala el director del festival, quien añade que «si hace unos años, en los años 60, se debatía sobre si un distribuidor podía ser a la vez cristiano, ahora se plantean otros debates sobre temas más actuales». «Yo creo que la Seminci es un festival que acoge todos estos y que además, los desarrolla», plantea Cienfuegos, ya que a su juicio «la esencia del certamen sigue siendo la misma: apelar a la reflexión, al debate y al pensamiento».
Con el paso de los años, el festival vallisoletano ha mantenido su compromiso con el cine social, humano y transformador, a la par que ha sido escaparate de nuevas cinematografías y ha impulsado la presencia de mujeres cineastas, el cine documental y voces emergentes del panorama internacional. Además, ha apostado por acercar el cine a los jóvenes integrando actividades educativas, encuentros con directores y proyecciones en centros escolares.
Legado y mirada al futuro
A sus 70 años, la Semana Internacional de Cine de Valladolid sigue siendo una marca de ciudad y motor cultural de Castilla y León. Su historia está tejida con la de miles de espectadores críticos y cineastas que han pasado por sus salas, tal y como explica Cienfuegos, quien puntualiza que «en este certamen los cineastas ven películas de otros directores que admiran, aquí dialogan sea cual sea la sección en la que participen». «Esto es algo muy bonito, porque Seminci se ha convertido en un espacio de diálogo y convivencia», sentencia.
Para Cienfuegos esta dimensión de intercambio representa uno de los valores esenciales del festival, algo que combina «éxito de público con una programación exigente en pleno otoño, temporada de numerosos festivales en España y Europa».
Además, el director subraya «la importancia de la fortaleza institucional y el apoyo de la ciudad» ya que, a su parecer, «la Seminci como institución es un valor en Valladolid, este premio reconoce el trabajo no solo del equipo que está al frente, sino también del público, los 'semanistas', quienes son fieles año tras año a este festival».
Durante su historia, la Semana Internacional de Cine de Valladolid ha mantenido total libertad de programación, sorteando presiones y censura y consolidándose como un referente cultural sólido y resiliente. El certamen se ha hecho un espacio grande en el mundo cinematográfico, que permite mirar al futuro con optimismo y con la certeza de que Valladolid seguirá siendo un espacio de cine, reflexión y encuentro.