Germán Alameda: «La dulzaina tiene imaginación y trabajo, por eso atrae a los jóvenes»
El maestro dulzainero abulense, investigador musical y autor de un método de aprendizaje ensalza las virtudes de este instrumento y los porqués que justifican su cada vez mayor implantación
He aquí un hombre a una dulzaina pegado. Como suena. Porque en Germán Alameda Berrojálviz (Ávila, 42 años) la dulzaina es una extremidad, un apéndice ... más de su cuerpo. Omnipresente en su mente y en su corazón, la dulzaina es para este profesor de la Escuela de Música de Ávila su vida, literalmente su vida. Le ha dedicado tanto y ha recibido de ella tanto que ha creado hasta su propio método de enseñanza, lo que ha incrementado aún más el ya de por sí elevado prestigio que tiene dentro y fuera de España como músico de dulzaina. Él dice que no es maestro dulzainero, ni siquiera dulzainero. Pero lo que hace con la dulzaina se parece tanto a lo que hacen los grandes maestros, que ante él no puede por menos que pensarse que se está frente a un maestro.
–¿Por dónde entró en el mundo de la dulzaina? ¿O fue la dulzaina la que llegó a su mundo?
–En mi pueblo, Amavida, muy de niño me fijaba no en el dulzainero, sino en quien le acompañaba, el cajista. Hace 25 años las orquestas no eran como las de ahora. Incluso los dulzaineros eran la propia orquesta. Me llamaba mucho la atención la batería y me pasaba las horas viéndola tocar a Eladio. Hermilo, su hermano, me dijo un día que por qué no me apuntaba a aprender. Y como salió una Escuela de Dulzaina en la Diputación de Ávila, me apunté.
–¿Toda la vida, entonces, con la dulzaina?
–Empecé con la trompeta, con 10 años. Luego pasé a la dulzaina y hasta ahora, más de tres décadas do la dulzaina a cuestas.
–¿Cómo hay que tratarle: dulzainero, maestro dulzainero...?
–Maestro, lo que es maestro, yo tuve uno, Hermilo Hernández Elvira. Él me enseñó a vivir con la dulzaina como instrumento. Profesores tuve muchos; maestro, uno. Y entre los profesores, uno muy conocido, Félix Sánchez, 'El Talao', uno de los grandes, que fue el que impulsó la dulzaina en Ávila cuando llevaba desaparecida casi dos décadas. Era un virtuoso, que nos enseñó a tocar a la mayoría de los dulzaineros que hay en el panorama abulense.
–Pero como Hermilo Hernández...
–Fue mi maestro, me enseñó a trabajar la dulzaina y a hacer lo que debe hacer un dulzainero; es decir, me enseñó una forma de vida. Ahora, al cabo de darle muchas vueltas a la vida, me he dado cuenta de que soy mucho más profesor que maestro, porque por la Escuela ha pasado mucha gente, pero sí que he intentado ser maestro de bastantes chicos... ¡y creo que lo he logrado!
–¿Por qué considera eso?
–Porque los he metido en la música y ahora realmente no son solo dulzaineros, sino que son profesionales de la música.
«Quince o veinte dulzaineros tocando a la vez hubo un tiempo en que no de veía en ningún sitio»
GERMÁN ALAMEDA
–¿Hay que tener el espíritu castellano, incluso el castellanista, en perfecto estado de revista para sentir atracción por la dulzaina o esta no entiende de identidades territoriales?
–Para mí la dulzaina significa, sobre todo, un instrumento musical, y a partir de ahí lo que tú quieras hacer con él... A día de hoy, si solo tocara las cosas más tradicionales, no tendría ningún alumno, solo tendría a los jubilados. No tendría a los chavales jóvenes porque no conseguiría acercar el instrumento a ellos con solo cosas antiguas de música popular. He de buscar las vueltas de alguna forma para con el instrumento tratar de hacer música más moderna. Y una vez conseguido atraer a la gente más joven, sí, se puede empezar a mostrarles cosas más de música tradicional popular. Y a partir de ahí, experimentar otras. Funciona muy bien ahora lo que son los grupos grandes, que hace muchos años estaba muy mal visto eso de tocar la dulzaina 15 o 20 personas juntas.
–Mal visto, ¿debido a qué?
–Siempre se veía un dulzainero con una caja, dos como mucho. Se puso después de moda tocar cuatro dulzaineros con una caja y un bombo, pero normalmente siempre se veía el dulzainero con el tamborilero, su acompañante. Pero 15 o 20, grupos grandes, no se veían. Tampoco era posible verlos, bien es verdad, porque no había un repertorio para ello. Ahora, con tiempo, me he dedicado mucho a crear un repertorio que, o bien lo he compuesto yo o bien lo he adaptado. Muchos de los dulzaineros que vienen a la escuela son amateurs, es decir, no hacen procesiones, no hacen bailes, no hacen romerías. Su manera de identificarse con un instrumento es tocar con alguien, pero ¿con quién? Ahí es donde entra el grupo.
–Pero si hubiera que identificar un instrumento con nuestro territorio, ¿pondríamos en el mapa una dulzaina?
–Sin duda. Es el genuino de Castilla. Hay una cultura tradicional que lo identifica como tal.
–Se cuentan hasta once tipos de dulzaina según los territorios: Castilla y León, La Mancha, Aragón, Cantabria, País Vasco, La Rioja, Cataluña, Valencia, Murcia, Madrid y Navarra. ¿La armonización dulzainera es utopía en España o es un instrumento ejemplo de variedad?
–No, no es utopía. Los instrumentos de cada sitio no son los mismos en cuanto a su parte constructiva y técnica. La de aquí tiene llaves, la de Valencia no las tiene, tampoco las de Navarra y Aragón. Y las otras son derivaciones, entre más y menos longitud. respecto a las, cañas unas son más largas otras más estrechas... Pero el instrumento es el mismo, una dulzaina, un tubo cónico con agujeros y ya está.
–Usted se diplomó en Música en Salamanca y obtuvo el título de dulzainero en Segovia. Pero fue a Murcia a perfeccionarse. ¿Qué enseñan en Murcia que no se aprenda aquí, la tierra de Agapito Marazuela?
–Empecé a estudiar tuba en el Conservatorio de Ávila y un maestro, Daniel Férriz Azorín, muy importante para mí, cambió mi vida en el tema musical. Él es de Yecla, donde hay una escuela potentísima, que compite con las grandes bandas de Valencia y Alicante. Yo por entonces era estudiante de conservatorio, pero ya trabajaba en la escuela y como no existía entonces ningún título de dulzaina, me basaba en lo que había aprendido en la Universidad de Salamanca. El ir a Murcia con un grupo de alumnos más avanzados fue para perfeccionar.
–¿Durante mucho tiempo?
–Siete años estuve yendo, un fin de semana sí y otro no, a Yecla, donde me enseñaron todo para mejorar la técnica, también en la docencia, con profesores del máximo nivel mundial en tuba.
«La parte técnica y constructiva es lo que fija las diferencias entre dulzainas»
GERMÁN ALAMEDA
–Ha creado el método de dulzaina GAB, las iniciales de su nombre y apellidos. ¿Lo máximo para un dulzainero y para un maestro dulzainero es tener su propio método?
–Este método lo hice porque cuando empecé a trabajar aquí todos mis compañeros tenían desde siempre algún método o libro por el que regirse en otros instrumentos, pero para dulzaina no existía. Sí había canciones y el 90% de los profesores enseñaban temas, temas, temas y canciones, canciones, canciones. Pero si tienes una Escuela en la que una asignatura es el lenguaje de la música y en la que hay trompetistas, violinistas, pianistas, saxofonistas, etc, el dulzainero tiene que saber la misma música que cualquiera de los otros instrumentos.
–Ahí nació el método GAB, ¿no?
–Estábamos cojos, necesitaba hacer un método de técnica pero que fuera a la par que el lenguaje musical. En eso consiste mi método, con el que yo estudié.
–Titularse después de haber estudiado con el método que uno mismo ha elaborado...
–Aprendí cosas de mí mismo y de cómo interpretar mi método en relación con el profesor que me daba clases.
–En su obra 'Dulzainadas' dice que trata de llenar un pequeño hueco que existe en la música de cámara para dulzaina. ¡¿Música de cámara para dulzaina?!
–La música de cámara se hacía antiguamente en los palacios, de la mano de los nobles. Cámaras y grupos pequeños. El grupo dulzainero fue durante mucho tiempo el dulzainero y el tamboril. Pero, por ejemplo, yo ya nací en una época en la que había grupos de cuatro dulzainas, caja y bombo. De ahí vino 'Dulzainadas', que cada uno pudiese hacer dentro del grupo una voz distinta, la música de cámara, haciendo que el instrumento suene como cualquier otro que pueda hacer sonar esa música. Viajamos mucho por España y lo que interpretábamos sorprendió mucho a la gente. Empezamos, no a dejar de lado la jota de forma tradicional, porque es lo que más hacemos, pero dentro de eso no es lo mismo interpretar unas jota solo a una voz que a tres y haciendo dinámicas. De alguna manera empezamos a modernizar.
«La dulzaina fue concebida para tocar en la calle y para tocar mucho en la calle»
GERMÁN ALAMEDA
–Uno de sus grupos musicales se llama 'Tañer con buen ayre' y es para música renacentista, del medievo, barroca... No queda otra que concluir que la dulzaina es una gran desconocida.
–Para el momento actual que vivimos, a lo mejor sí, pero es que este tipo de música ya se hacía.
–En estos tiempos, en los que parece que los jóvenes viven acomodados en Internet, ¿qué tiene la dulzaina para atraer a tantos chicos y chicas en Ávila?
–¡Imaginación y trabajo! Es lo que llevamos haciendo muchos años: imaginar y trabajar. Hemos viajado por toda España y hemos hecho, tanto dentro como en el extranjero, muchos conciertos y viajes. Todo eso hace que esas metas tan potentes sirvan para que la gente joven se fije y diga que quiere estar ahí. Al final, la dulzaina es vista como un instrumento como los demás, abierto a las mismas posibilidades. Y con opción a tocar mucho en calle, porque la dulzaina está concebida para tocar mucho en calle.
–Atracción sobre atractivo...
–Si eres capaz de hacer actuaciones y conciertos en la calle, siempre es más llamativo y llama a más gente. Nos hemos metido desde hace muchos años en un montonazo de proyectos y eso ha hecho que a la gente joven le haya llamado la atención y muchos quieran participar en esto.
–Usted ha hecho de su vocación musical su profesión. ¡Rara avis!
–Sí, actualmente hay poca gente que pueda vivir de la dulzaina. Yo puedo vivir de la dulzaina porque no soy dulzainero.
–¿Vive de la dulzaina pero no es dulzainero? Suena a contradicción, qué quiere que le diga...
–El dulzainero como tal no es el que está aquí enseñando, es el que está en la calle tocando. Yo me puedo ganar la vida con la dulzaina porque no soy eso, soy profesor, pero dulzaineros como tal yo conozco solo a tres en España que puedan hacer doscientas actuaciones al año para poder vivir. Y eso, con la competencia que hay de todo tipo de actuaciones, es muy complicado.
–Usted es profesor y, además, miembro de 'Filigranas', en música tradicional; miembro de Alkazaba', en música étnica; de 'La orquestina de la Charanzaina', en música folk; del sexteto 'Dulzainísimo', en música de cámara; de 'Tañer con buen ayre', en órgano y dulzaina, y del grupo de 'Fusión Tresor'. ¡El día no tiene horas para tanto!
–Bueno, bueno. 'Dulzainísimo' ya no funciona, pero tengo otro grupo que se llama 'Dulzaineando'. Lo bueno de esto, además, es que cada grupo es de un sitio y los componentes, igual. Por ejemplo, los compañeros de 'Filigranas', que son con los que más me muevo, uno es de Madrid, otro de Salamanca y tres de Ávila. En 'La orquestina de la Charanzaina', dos son de Guadalajara, uno de Segovia, otro de Madrid, uno de Piedrahíta y yo de Ávila. Lo hago con mucho gusto, viajando y compartiendo. Aunque esto no se hace todos los días. Cada cierto tiempo ensayamos y, luego, a esperar los conciertos y las actuaciones.
«Dulzaineros, como tal, solo conozco a tres en España que puedan hacer 200 actuaciones al año»
GERMÁN ALAMEDA
–A causa de la pandemia se ha empezado a ver tocar la dulzaina dentro de una bolsa de tela.
–La ideó Javier Pilar, profesor de dulzaina de Olmedo y Campaspero, porque, claro, de alguna manera teníamos que empezar a tocar. Él lo soltó en su Facebook y casi nadie lo cogió, pero un compañero me llamó en septiembre, cuando estábamos a punto de empezar, le llamamos y en pocos días, de Aranda y de Ávila, casi cien fundas. Ese invento ha sido la mejor manera de volver a tocar y a ensayar.
–Además de músico en sus grupos musicales y de profesor, es usted investigador y lutier de cañas para dulzaina castellana, valenciana y aragonesa. Oiga, lo suyo es un no parar.
–No me ha quedado más remedio. El tipo de caña que yo utilizaba desde el principio llegó un momento en el que no atendía todas las necesidades que yo tenía para interpretar. Para tocar en clase necesito un tipo de caña, para tocar en la calle, otro; para un concierto, otro. Empecé a fabricar mis propias cañas, me metí en otros mundos con cañas valencianas y aragonesas y, la verdad, es que muy bien.
–¿Qué le aporta la dulzaina a su forma de ver la vida?
–Para mí, la dulzaina es mi vida. Llegar a mi trabajo a las 8 de la mañana y empezar la clase, es una felicidad absoluta. Me levanto y toco la dulzaina. Me levanto y, de lo que me gusta casi salgo antes de casa para tocar la dulzaina y dar las clases. Es mi forma de vida y no concibo la vida sin la dulzaina. Para todo.
–Una trayectoria vital tan imbricada en la dulzaina, ¿le ha dejado tiempo para pensar qué quiere ser de mayor?
–No. Vivo el presente y no quiero ser otra cosa que lo que soy.
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión