El escaño 82: Gente normal
Los partidos políticos son organizaciones que respiran una lógica tóxica que convierte al compañero en enemigo si no elige correctamente con quién se toma un café
Los partidos políticos no están hechos para gente normal. Al menos los de hoy. Lo que sigue a partir de aquí no es un análisis. ... Es una reflexión personal, hilvanada al hilo de 21 años de lidia profesional, viendo de cerca la confección de candidaturas, la formación de gobiernos, los debates y negociaciones en las Cortes y fuera de ellas y lo que hemos vivido en los últimos años, meses, semanas y días.
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Todo ello me lleva a la conclusión de que los partidos políticos son organizaciones que respiran una lógica tóxica que convierte al compañero en enemigo si no elige correctamente con quién se toma un café. No digo nada si se le ocurre expresar dudas sobre el discurso dominante o discrepar abiertamente. Convertidos en máquinas de picar carne, los partidos ahuyentan el talento y fomentan una endogamia empobrecedora. Solo hay que ver al Partido Popular en estos días y la imagen de Pablo Casado abandonando el Congreso de los Diputados el jueves, pero no es cosa exclusiva de esta formación. Es un mal extendido.
El escaparate está hoy en el 13 de la calle Génova, pero antes hubo exhibiciones en Ferraz y han firmado episodios nada edificantes, de ética nula, los partidos de la nueva política. Ese ambiente enfermo, en el que el clientelismo interno se impone a la valía personal –salvo que la suerte depare que esa excelencia milite en el bando correcto y no amenace al líder o a su entorno– aqueja a otros espacios de la vida.
Hay empresas tóxicas, pueblos tóxicos, cuadrillas tóxicas y familias tóxicas. Pero el contagio de esa toxicidad a los partidos es mucho más grave. La administración de lo público, de todos los servicios que garantizan el bienestar de una sociedad, recae en dirigentes que llegan a puestos de responsabilidad a través de los partidos políticos. Ese es el cauce.
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Y empieza a ser muy difícil que alguien con prestigio, que puede ganarse la vida en otro ámbito, se anime a hacer un paréntesis para dedicarle tiempo y esfuerzo a la política, porque la política se ha convertido en algo que tizna. Es víscera en redes sociales, mensajes simplistas que no contribuyen a solucionar problemas complejos como la despoblación y el abandono rural, la garantía de la asistencia sanitaria universal o el futuro de las pensiones, y organizaciones que tardan en detectar y expulsar a quien se corrompe. Eso, cuando no le amparan porque gana elecciones, o está en el bando de quien las gana, o porque reconocer comportamientos corruptos puede llevar a perderlas. Hoy por ti, mañana por mí, con garantía de escaño o despacho y sueldo público.
No toda la dirigencia encaja en este perfil, pero sí la suficiente como para que empiece a ser un valor toparse con gente normal dedicada a la cosa pública. Ser un tipo «normal», aplicado a un político, es un elogio. Basta seguir los informativos para darse cuenta.
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Yo no le recomendaría a un amigo entrar en una candidatura electoral ni aceptar una consejería de la Junta, pero qué nos queda como sociedad si no hay personas que lo intentan. Disculpen por el desahogo anímico. Ya mañana volvemos a lo del pacto en la Junta, al tira y afloja entre Fernández Mañueco y Vox y a las consecuencias que ese matrimonio político tendría para un PP liderado por Núñez Feijóo, el moderado.
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