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María Mulas, farmacéutica de Sanzoles, en el interior del establecimiento. A. Pérez
Mucho más que farmacéuticos

Mucho más que farmacéuticos

Los profesionales de estas zonas realizan labores que van más allá de sus tareas, se convierten en consejeros

alicia pérez

Domingo, 30 de septiembre 2018, 13:21

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Castilla y León tiene 1.623 farmacias y 1.001 están fuera de los grandes núcleos de población. Esto representa el 61,67% entre semiurbanas y rurales, según los datos facilitados por el Consejo de Colegios Profesionales de Farmacéuticos de Castilla y León (Concyl). Del total de 1.623 farmacias que hay en la comunidad, 622 (el 38,32%) son urbanas, 170 (el 10,47%) semiurbanas y la mayor parte, con 831 farmacias, es decir, el 51,20% del total, son rurales. Representantes de algunas de ellas se darán cita del 3 al 5 de octubre en Burgos en el 21 Congreso Nacional de Farmacéuticos. Al congreso acudirán 1.400 profesionales y 120 ponentes nacionales e internacionales.

Estas 831 oficinas repartidas por el medio rural prestan un servicio fundamental en los pueblos, algunos de ellos con menos de 200 habitantes y en los que la gran mayoría de los vecinos son personas mayores que no tienen coche y cuyos familiares directos viven fuera. Al frente de estos establecimientos y a pesar de las dificultades, están los farmacéuticos rurales, cuya labor en estos pequeños núcleos de población va más allá de su profesión, llegando a convertirse para los vecinos en consejeros, confidentes y amigos.

En Sanzoles, un pueblo de 500 habitantes de la Tierra del Vino zamorana, María Mulas abre a las 9:15 la farmacia. Es la farmacéutica de Sanzoles desde 2005 y la alcaldesa del municipio desde hace tres. María Mulas llega cada mañana desde Argujillo, pueblo en el que reside y que está a 15 kilómetros de Sanzoles. «La farmacia a día de hoy no es lo que era», explica. «La gente vive con el tópico de que los farmacéuticos ganan mucho dinero, pero de un tiempo a esta parte, una farmacia es un negocio normal y corriente, como cualquier otro negocio de pueblo donde las ganancias son las mínimas», afirma.

«Somos psicólogos, amigos, a veces enfermeros y un poco médicos»

Explica que ser farmacéutico en el medio rural es hacer un poco de todo. «Somos psicólogos, somos amigos, a veces enfermeros, un poco médicos. Hacemos un poco de todo porque hay veces que surgen complicaciones en la vida de los pacientes y acuden a ti», señala. La farmacéutica María Mulas ha llegado a atender a personas que han sufrido un ictus o un infarto, pequeñas heridas que llegan fuera del horario médico, quemaduras o caídas. «Sí podría decir que he llegado a tiempo en un par de ocasiones», recuerda. También le han llamado algún fin de semana porque alguien necesitaba un Paracetamol, porque turistas hospedados en las casas rurales se habían olvidado algo o porque la medicación estaba provocando efectos secundarios a pacientes terminales.

Ayudar a los demás

«Ahora me pasa menos por ser la alcaldesa porque la política no es compatible con ningún negocio, pero siempre tengo el teléfono disponible por si se necesita algo», asegura y destaca que lo más importante para ella, como farmacéutica y como alcaldesa, es la vocación social y el servicio al ciudadano.

«Los vecinos vienen, me preguntan, a veces te hacen consultas más personales que profesionales y el estar ahí a nivel personal es muy importante también. Al final lo que queda es eso, el servicio a los demás, porque a día de hoy la farmacia en los pueblos está muerta a nivel económico», manifiesta. Esta situación económica le ha hecho plantearse más de una vez el cierre. «Si yo a día de hoy no cierro, es por el vínculo afectivo y personal que tengo con el pueblo», reconoce.

María Mulas considera fundamental la labor de los farmacéuticos del medio rural. Cree que son un eslabón necesario e imprescindible en los pueblos, más ahora, cuando ni el médico ni el veterinario o el sacerdote viven en ellos. «Es una pena que se pierdan muchas farmacias porque económicamente no sean sostenibles», lamenta.

En la provincia de Zamora hay 163 farmacias, el 75% de ellas están en la zona rural, según los datos facilitados por el presidente del Colegio Oficial de Farmacéuticos, Juan Prieto.

Otra de estas oficinas es la que regenta Roberto Hernández en San Miguel de la Ribera, en la comarca de La Guareña. Hace 26 años que es farmacéutico del pueblo de 300 habitantes y se encarga también de servir a la localidad de El Piñero. Es la farmacia que abrió al acabar sus estudios y vivió en el pueblo hasta que se casó y comenzó a residir en Zamora. «Tener una farmacia en un pueblo ahora mismo es una lucha porque todo está muy complicado», asegura.

El farmacéutico de San Miguel de la Ribera, Roberto Hernández, dispensa un medicamento.
El farmacéutico de San Miguel de la Ribera, Roberto Hernández, dispensa un medicamento. A. P

Roberto Hernández, que además es tesorero del Colegio Oficial de Farmacéuticos de Zamora, explica que desde el año 2008 ha habido una serie de medidas administrativas que han ido bajando los precios de los medicamentos y que siguen haciéndolo continuamente. En diez o quince años el precio de algunos de estos productos «se ha hundido» en un 80% o incluso más, según su estimaciones.

Esto se suma a otras medidas como la retirada de ciertos medicamentos que se sirven en los hospitales, la desfinanciación de muchos de ellos o el copago, además de otros factores como la despoblación o el bajo nivel adquisitivo de los habitantes de los pueblos, gente mayor con pensiones bajas. «Todo esto hace que en los pueblos la farmacia dependa en un 90% de medicamentos con receta, ha bajado la facturación a niveles de 2004 o 2005 y la consecuencia es que se están cerrando las farmacias de los pueblos», defiende. De seguir esta tendencia, en diez o quince años podrían desaparecer el 30% de estas boticas.

A pesar de las dificultades y de ser un trabajo muy esclavo porque están solos en sus negocios, a Roberto Hernández le gusta ser farmacéutico rural. «Si no me gustara, lógicamente no habría aguantado tanto», exclama sobre un puesto de trabajo «en declive total» económicamente y que supone también una pérdida de patrimonio porque «no se puede ya traspasar a ningún precio».

Obdulia Cosme es vecina de San Miguel de la Ribera. Asegura que tener la farmacia en el pueblo supone mucho para ellos. «Si es que ya somos mayores y Roberto es maravilloso porque si no tiene el medicamento, a las cuatro de la tarde ya lo tienes aquí. Es de servicial, es de majo. Estamos encantados con él, además yo le pregunto muchas cosas. En vez de ir a la médica, le pregunto a él», asegura. Junto a ella, Choni Gutiérrez confirma que están muy contentos de tener la farmacia y recuerda que hace años había muchos negocios, hoy casi todos cerrados.

Roberto Hernández es consciente de que el cierre sería un perjuicio para los vecinos, además de por los problemas que les ocasionaría de desplazamientos, porque en muchas ocasiones necesitan tener la opinión de alguien.

«Acabas haciendo no solo las labores de la atención farmacéutica, sino desde instalarles un móvil a sintonizarles la televisión o vienen con el plan de pensiones a ver qué opinas», explica Roberto mientras sonríe, consciente de que después de 26 años, los vecinos le consideran uno más. También ha hecho de ambulancia con su vehículo particular y, el primer año que llegó, consiguió recuperar a un bebé que había sufrido un atragantamiento.

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