Un rey y un escritor, en tres encuentros
Don Juan Carlos siempre mostró su afecto por Delibes en los actos que compartieron
Angélica Tanarro
Martes, 3 de junio 2014, 08:40
«En el estilo de Miguel Delibes late el alma de Castilla». Lo dijo el Rey el 25 de abril de 1994, en el discurso que rubricaba la entrega del premio Cervantes al escritor vallisoletano. Y esta idea de reconocimiento late también de una u otra forma en todas las palabras que el monarca dirigió al autor de Las ratas cada vez que tuvo que pronunciarse sobre su vida y obra en algún acto público. Las trayectorias de Juan Carlos I como rey y de Miguel Delibes como escritor de esa rara especie que logra en vida el don de conectar con los lectores y mantenerlos fieles y cómplices hasta el final se encontraron muchas veces. Las más, fueron encuentros delimitados por el guión de las normas académicas y protocolarias en que estaban inmersos. Aunque hubo otras menos medidas, las que tuvieron origen en su afición común a la caza, al disfrute de la naturaleza, seguramente las preferidas de ambos.
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Pero incluso en las primeras, si atendemos al lenguaje corporal y gestual que desvelan las fotografías, se detecta un sincero afecto. El que supera puntos de vista divergentes es sabido que Delibes no era monárquico y atiende más a razones de pura empatía.
Los Reyes siempre se mostraron muy amables con Delibes.La última vez que le demostraron su afecto fue el 17 de octubre de 2006, cuando fueron a felicitarle a su domicilio. Era una doble felicitación: por su cumpleaños y porque ese mismo día había recibido, representado por su hijo Miguel, el premio Vocento a los Valores Humanos. Era la primera vez que la entrega de este premio se celebraba fuera de Madrid, en atención también a El Norte, que celebraba su 150 aniversario. Tras un almuerzo en el que Miguel Delibes se dirigió a los presentes agradeciendo en un vídeo previamente grabado la concesión del premio, los Reyes fueron a verle a su casa. Fue una visita distendida que hizo que casi llegaran tarde al concierto que cerraba, en el Teatro Calderón, los actos del día. Delibes tenía 86 años y un estado de salud ya bastante delicado que no le permitió asistir a la celebración, pero una vez más fue receptor del cariño de los Reyes. Don Juan Carlos había glosado una vez más su figura como la de un creador en el que vida y obra se enlazaban en estrecha coherencia y en las que la integridad había sido norma. Y se había referido a su capacidad para lograr la universalidad partiendo del alma y el carácter de Castilla.
Fue la última vez que se encontraron. En la siguiente ocasión que el Rey tuvo que referirse a Delibes en un discurso, éste ya había muerto. Fue en el transcurso del homenaje que la RAE a la que pertenecía desde 1973 le dedicó un mes después de su fallecimiento, acaecido en marzo de 2010. Una emotiva sesión que en ausencia de su protagonista se celebraba en lugar del plenillo (reunión informal de académicos) tantas veces planeado en Valladolid y nunca celebrado. Y en la que el Rey invitó a los presentes a seguir el mandato del escritor: hacer llegar al pueblo, enriquecida, la lengua que nace del pueblo.
En esta ocasión el Rey se mostró especialmente emocionado cuando recordó a «un hombre íntegro y completo, ejemplo de grandeza de espíritu, de sensibilidad y de humildad».
Una humildad que probablemente le hubiera impedido aceptar el título nobiliario que el Rey le ofreció pocos días antes de su muerte. La enfermedad le impidió contestar al ofrecimiento y éste fue reiterado posteriormente por la Casa Real a la familia, a la que le ofreció un marquesado, aunque el proyecto finalmente no llegó a cuajar.
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Respeto
Pero sin duda, el momento más importante en el que compartieron protagonismo fue la entrega del premio Cervantes, que le fue concedido al escritor por unanimidad en 1993 y entregado en el mes de abril del año siguiente.
Dos viejos conocidos se encontraban de nuevo, esta vez en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares. El ¡viva! que entonces exclamó la escritora Carmen Martín Gaite al ver a Delibes entrar en el salón, y que fue coreado por los presentes, fue refrendado por un espontáneo abrazo del Rey.
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Posteriormente, Don Juan Carlos elogiaría en sus palabras «su innata capacidad de fabulación; su sentido del oído para recoger el rico acervo de vocabulario, sintaxis y modos de hablar de Castilla y su insobornable criterio moral para lo que es justo y merece ser reivindicado».
Ya fuera de protocolo, con la inevitable intervención de la tuna compostelana, que arropó a la Reina con la capa de uno de sus miembros, Don Juan Carlos y Delibes no dudaron en entonar a dúo el consabido Clavelitos. Hay fotos que dan fe de ese momento.
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La máxima autoridad del Estado que ayer cedió el testigo a su sucesor y el creador de personajes que en la mayoría de las ocasiones representaban la escala más humilde de la sociedad se fueron encontrando a lo largo de sus vidas. El respeto mutuo marcó esos encuentros.
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