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El veterano ex alcalde de Villalar de los Comuneros, Félix Calvo, posa en la plaza de Martí y Monsó de la capital. / Henar Sastre
PROVINCIA

Félix Calvo Casasola: «Nunca he sido político, sino un alcalde de pueblo, de mi pueblo»

El exregidor de Villalar de los Comuneros recibirá el 22 de octubre la medalla de oro del municipio

TERESA LAPUERTA

Lunes, 14 de octubre 2013, 21:06

Cuando con apenas treinta años llegó a la Alcaldía de Villalar de los Comuneros, allá por los 50 del siglo pasado, no imaginaba que ocuparía el cargo durante cinco décadas. Ahí es nada. Y siempre compaginando el bastón de mando, así como los puestos de diputado provincial y presidente de la institución (1990-91), con su labor como profesor de Derecho. Félix Calvo Casasola (Villalar, 1925), que el próximo 22 de octubre recibirá la medalla de oro del municipio, no se considera un político, ni siquiera un hombre de partido, y asegura que su mayor orgullo ha sido siempre el reconocimiento de sus vecinos en las urnas y en el día a día. Por eso este nuevo homenaje le sabe a gloria, porque significa que los suyos no le han olvidado.

Posee la medalla de oro de la provincia, es hijo predilecto de su pueblo, tiene una calle a su nombre y, ahora, asomado ya a las noventa primaveras, Villalar le concede la medalla de oro.

Sí. Me parece que lo que mi pueblo está haciendo por mí es demasiado y este homenaje me llena de satisfacción, porque significa que no me olvidan. También es cierto que yo me he volcado siempre con Villalar de los Comuneros y con sus vecinos y que, salvo en la legislatura pasada en el mandato del socialista Pablo Villar, Félix Calvo fue concejal en la oposición, nunca ha habido ni problemas ni diferencias por la adscripción política de los concejales.

El homenaje lo ha organizado el actual alcalde, también socialista. ¿Tiene más mérito?

Yo creo que sí, porque es el reconocimiento a una vida dedicada al pueblo hecho desde todas las ideologías. Luis Alonso Laguna, además, fue concejal conmigo en la primera legislatura, y siempre hemos colaborado estrechamente, como ha sido la tónica general en este Ayuntamiento. Las mesas redondas, la asistencia de gente como José Luis Rodríguez Zapatero o Rodolfo Martín Villa... La verdad es que se ha hecho un esfuerzo enorme por organizar un homenaje por todo lo alto.

Comparte tributo con Demetrio Madrid (será nombrado hijo adoptivo) compañero de viaje en el municipalismo, pero también en el afianzamiento del espíritu de comunidad.

Es otro ejemplo de relación estrecha y amigable sin diferencias de matiz político. Él, desde el PSOE, yo, desde el PP, siempre hemos buscado el bien del pueblo y para mí es un orgullo compartir toda esta celebración con Demetrio.

Los reconocimientos públicos son un orgullo, pero es de suponer que lo que le hizo presentarse una y otra vez al cargo fue el aplauso de los vecinos a pie de calle, ¿no?

Han sido siete legislaturas en democracia y otros veinte años, no menos importantes, en el régimen anterior. Evidentemente eso solo se explica con el apoyo de los vecinos, con su ánimo y con su aplauso. Cada convocatoria electoral significaba el respaldo del pueblo de Villalar a mi gestión de los cuatro años anteriores.

¿Qué piropo de aquellos tiempos todavía no ha logrado olvidar?

Las distintas muestras de camino y la sinceridad con la que me los vecinos me pedían que siguiera. Frases como 'te votaría te presentases por el partido que te presentases' son un orgullo para cualquiera que aspire a ser alcalde.

En 2007 había decidido retirarse, ¿por qué accedió a seguir como concejal?

Porque me lo pidieron. El partido consideró que el hecho de que yo fuera en la lista, aunque no la encabezara y solo fuera concejal, era una garantía para atraer votos, aunque al final no fue posible y nos quedamos en la oposición.

Esa etapa fue difícil. ¿Se arrepintió entonces de dedicarse a la cosa pública?

Yo nunca me he considerado político, sino un alcalde pueblo, de mi pueblo (algunos intentaron que me presentara por el Ayuntamiento de Tordesillas y no quise). Y el mayor disgusto de toda mi trayectoria no fue ese, sino unas fiestas locales, en las que un toro casi mata a un vecino. Hubo muchos follones y yo me sentí responsable. Decidí renunciar, pero ese mismo año me eligieron diputado provincial y aquello me animó a seguir.

La sangre no solo no llegó al río sino que aún hoy sigue luchando por su municipio. ¿Qué tiene Félix Calvo de comunero?

Bastante, creo. Siento todavía el cosquilleo y muchas veces es la familia la que me frena, pero tengo esa vocación, no lo puedo evitar. ¿Cómo no me voy a ocupar y a preocupar por un pueblo que he gestionado durante toda mi vida? De todos los que he tenido, el de alcalde ha sido sin duda el puesto que más satisfacciones me ha dado.

¿Cuál fue su primera conquista cuando llegó a la Alcaldía, allá por el año 1956?

El término de Villalar de los Comuneros es una llanura y, por aquel entonces, el río Hornija estaba cegado y se había transformado en un lago. Mi primer objetivo, para sanear no solo las arcas municipales, sino la economía de los agricultores, fue dragar el río. Solicité la obra al Instituto Nacional de Colonización y las obras comenzaron a ejecutarse meses después.

¿Y aquél sueño que nunca llegó a ver hecho realidad?

El funcionamiento de la Fundación Villalar y la construcción de la sede en el solar facilitado por el Ayuntamiento, junto a la Casa de Cultura. Ahora tiene un gerente y edita publicaciones, pero no trabaja en beneficio de Villalar. No es lo que se soñó, lo que yo soñé, lo que está en los estatutos de la propia Fundación.

¿Su mayor orgullo en esas cinco décadas en las que portó el bastón de mando?

La tranquilidad que siempre he procurado establecer entre los vecinos. Si había polémicas, se solucionaron. Ha sido un pueblo sin rencillas políticas, más allá de las propias de las contiendas electorales.

Usted fue alcalde con Franco y sin él. ¿Qué diferencias había?

En la manera de comportarme yo como alcalde, ninguna. En Villalar los que querían que siguiera el régimen anterior eran minoría. La mayoría, como yo mismo, estaban muy satisfechos con el proceso democrático, y decidí volver a presentarme a la Alcaldía para demostrarlo.

Cuentan que en época franquista usted fue elegido diputado provincial por los regidores de su partido judicial, en contra de la opinión del gobernador civil. ¿El pueblo acaba encontrando cómo hablar, incluso amordazado?

Yo creo que sí. Es más libre cuando sabe que nadie le puede hacer callar, pero al final acaba manifestando lo que piensa. La anécdota que cuenta es cierta. Los inspectores del Movimiento, que eran los encargados de designar a los alcaldes, eligieron como diputado del partido judicial de Tordesillas a otro regidor, pero los quince alcaldes nos pusimos de acuerdo en que el representante provincial fuera yo. Tuve miedo, porque pensé que lo primero que harían sería destituirme como alcalde, pero tuvo la suficiente conformidad para aceptar la decisión ante el presidente de la Audencia Territorial.

La elección directa de los diputados provinciales es una asignatura pendiente.

Sin duda. Las diputaciones son ahora, si cabe, todavía más indirectas que en el régimen anterior. Antes decidían los gobernadores pero ya se ha visto que los alcaldes tenían mucho peso, pero ahora son los partidos políticos los que lo hacen. Bueno, tampoco siempre, porque Eduardo Franco no fue el propuesto por el PSOE en Medina de Rioseco y, sin embargo, acabó siendo elegido.

Ahora que mira usted los toros desde la barrera, cómo ve el futuro de su municipio?

Bastante complicado, como para la mayoría de los pueblos. La población sigue disminuyendo (aunque en Villalar la cosa parece algo estancada), está cada vez más envejecida y es poco emprendedora. Cada vez hay menos agricultura y ganadería, que es de lo que este pueblo ha vivido siempre. Es difícil mostrarse optimista.

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