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J. SANZ
Miércoles, 19 de septiembre 2012, 21:42
Los antecedentes violentos y, sobre todo, el menor arraigo de los integrantes del clan de Los Píos en la ciudad jugó el pasado lunes en su contra a la hora de que los patriarcas acordaran el destierro de todos ellos para zanjar así la disputa por la custodia de una niña que un día antes acabó con un tiroteo entre ellos y Los Lázaro en la calle Segura, enclavada en la barriada de Las Viudas de Delicias.
La familia exiliada, cuyos treinta miembros no podrán volver a poner un pie en la ciudad durante los próximos dos años, acató la decisión a cambio del compromiso expreso por parte de los mediadores de que las siete u ocho casas que ocupaban en el barrio se mantengan «intactas» hasta su vuelta. Y así será. De ello se encargarán sus propios vecinos a petición de los patriarcas que acordaron la medida.
La Policía Nacional, entre tanto, mantiene la vigilancia en el entorno y continúa, sin mucho éxito, con las investigaciones para intentar identificar a los autores de los disparos efectuados con escopetas en el entorno de la casa de Los Píos cuando los arregladores intentaban solucionar este conflicto familiar.
«Fue un milagro que no pasara nada y un aviso de que había que tomar medidas para que lo ocurrido no volviera a repetirse», señalan fuentes de la comunidad gitana antes de justificar que el clan desterrado era «el menos numeroso treinta personas y también el que menos raíces tiene en la ciudad».
Un tiroteo sin culpables
Los mediadores evitan pronunciar la palabra «culpables» en alusión a uno u otro bando y reiteran que fue más una cuestión numérica: «Uno de los dos se tenía que ir y los que llevaban menos tiempo eran ellos, además de que la otra familia es muy extensa, una barbaridad; tiene mucho más arraigo, y nunca habían tenido problemas», aclaran las fuentes consultadas, que consideran que «no había otra salida al estar muy caldeados los ánimos entre los dos por un pique que ya venía de tiempo atrás por este tema».
Los dos clanes, eso sí, son oriundos de la capital y llegaron a coincidir en su día en las viviendas del desaparecido poblado de La Esperanza algunos se beneficiaron de los realojos que puso fin al gueto.
Muchos de ellos acabaron viviendo en Las Viudas y el Grupo Aramburu, que concentran a la mayoría de la población gitana de la ciudad, «sin rencillas hasta que se enzarzaron este domingo por la noche». Allí había decenas de testigos, pero nadie vio o quiso ver a los autores.
Así que al día siguiente continuaron las negociaciones, que concluyeron esa misma noche con el segundo destierro de un clan entero de la ciudad acordado en las últimas tres décadas el primero sin delito de sangre de por medio desde la marcha de Los Miguelones por acribillar a tiros a un 'monchín' el 15 de junio de hace ocho años. 250 de sus miembros pudieron regresar a la ciudad seis meses después con la condición de no pisar Pajarillos una prima lejana fue obligada a irse de allí hace apenas tres meses y 50 no podrán volver nunca.
Custodia asegurada
El caso de Los Píos es diferente: «Dos años es tiempo más que suficiente para que se calmen los ánimos y entonces todos ellos podrán regresar a sus casas, que seguirán como están porque nos vamos a ocupar de ello para evitar problemas porque siguen teniendo allí muchas cosas», resumen las mismas fuentes. No en vano, la mudanza la realizaron las mujeres del clan escoltadas por patrullas en la madrugada del lunes al martes y los pocos enseres que cogieron los trasladaron en coche dejando atrás todo lo demás.
Las fuentes consultadas, eso sí, lamentan que lo ocurrido «es una pena para todos» y recuerdan que la función de los mediadores «para por colaborar con nuestra comunidad y la sociedad para evitar precisamente este tipo de problemas».
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