La novia más deseada
La riqueza petrolífera libia es un manjar que se disputan grandes multinacionales
P. ROSAS
Domingo, 6 de septiembre 2009, 03:54
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«Quien sea dueño del petróleo será dueño del mundo», profetizó el empresario y senador francés Henri Berenger poco después de finalizar la I Guerra Mundial. Francia había sufrido escasez de combustible durante la contienda, donde empezó a comprenderse, como admitiría el primer ministro Georges Clemenceau, que el crudo sería «tan necesario como la sangre en las batallas del mañana».
Esta lección, Muamar Gadafi la conoce bien y la ha aplicado mejor. Con unas reservas probadas de 44.270 millones de barriles, las mayores de África según datos de la OPEP del 2008, Libia se ha convertido en la gran dama que todo el mundo quiere sacar a bailar. Produce 1,7 millones de barriles al día, con cuyas exportaciones ganó 55.200 millones de dólares (38.600 millones de euros) el pasado año. El petróleo es la base fundamental de su economía, y supone el 95% de todas las exportaciones del país. De gas natural tampoco anda corto. La OPEP cifra sus reservas probadas en 1,5 billones de metros cúbicos. Las reformas económicas y el mayor aperturismo del país han facilitado que la economía libia pasase de crecer del 1,1% en el año 2000 hasta el 6,8% en el 2007, según un informe del Banco Mundial.
Pero, lo más atractivo de la Gran Yamahiriya es que gran parte de esos hidrocarburos están aún por explotar. El petróleo libio, según aseguran los expertos, es de gran calidad y fácil de extraer. Toda una rareza hoy en día, donde la necesidad de combustible ha llevado a las multinacionales a perforar el globo en lugares cada vez más inaccesibles y profundos. Sin embargo, la industria petrolera del país norteafricano, tras una década de sanciones internacionales, se había quedado anticuada y semiparalizada. Según datos de la Liga Árabe, durante el tiempo que duró el bloqueo, Libia perdió casi 3.000 millones de euros al año.
Desde que se levantaron las sanciones de la ONU en el 2003, compañías como Chevron, Repsol YPF, BP, Exxon Mobile o Daewoo se han instalado en Libia. La rehabilitación del régimen por la comunidad internacional ha sacudido el polvo a los viejos prejuicios políticos, por lo que la Yamahiriya ha recibido un aluvión de visitas en los últimos años de jefes de Estado y de Gobierno, bien acompañados siempre de grandes empresarios.
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Sarkozy, al acecho
Uno de los ejemplos más evidentes se produjo en el verano del 2007, cuando, a los pocos días de conseguir la liberación de las enfermeras búlgaras, el presidente francés, Nicolas Sarkozy desembarcó en Trípoli flanqueado por algunas de las compañías galas más representativas, entre ellas el gigante de la energía nuclear Areva. Los casos de Suiza y Lockerbie también muestran cómo la política y la economía hacen buenas migas en Libia.
Pero la inversión extranjera en el país tampoco está exenta de problemas. Una enmarañada red burocrática recibe a los empresarios, que también tienen que hacer frente a la corrupción rampante de muchos funcionarios libios, favorecida en parte por los bajos sueldos del país.
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La amenaza de la nacionalización siempre pende, como la espada de Damocles, sobre las empresas petroleras. El pasado enero, Gadafi sugirió que, para controlar mejor los precios, «quizás el petróleo debería de estar en manos de compañías nacionales o del sector público». El coronel desmintió a los pocos días que tuviera intención de iniciar una campaña nacionalizadora, pero la advertencia estaba servida.
Esta misma semana se ha conocido también que Trípoli va exigir a las petroleras extranjeras que nombren a directores ejecutivos libios para las 'joint ventures' (empresas conjuntas) que formen con firmas nacionales, según asegura el 'Financial Times'. La ley también exige favorecer a los proveedores locales de equipamiento para pozos petroleros, a pesar de que su tecnología suele ser inferior.
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