MARÍA DOLORES ALONSO ABAD
Viernes, 21 de agosto 2009, 03:32
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PEDALEAR por la Avenida de Zamora me recuerda a los trabajadores que pican el asfalto con martillos neumáticos, al sentir el rebote de la bici sobre las raíces que han invadido el carril, y las muñecas hechas fosfatina por el golpeteo contra el manillar. Ayer, al ver en esa avenida un atasco tan impropio de este mes, olvidé raíces y muñecas y el pensamiento fue para mis hijos, entendiendo su mal humor cuando los anuncios prematuros de la vuelta al cole les amargaban la mitad de las vacaciones. Tal sentía yo, en ese atasco, el adelanto de un año lleno de obras y embotellamientos, que venía a romper antes de tiempo el estado de gracia de Valladolid en agosto.
Este malestar se agudizó al leer que, por enésima vez, un grupo de vándalos ha enguarrado la nonata cafetería del parque de las Norias y el edificio de la Fundación Jorge Guillén. Me recordó que lo costoso no es el esfuerzo del trabajo, sino el dedicado a sortear las dificultades que plantean aquellos cuya única profesión es el estorbo.
Me saca del pesimismo la entrevista del domingo con Javier Angulo, su versión positiva de las dificultades y su promesa de 'joyitas' para la Seminci. Pienso en el Valladolid que quedará tras las obras y me animo a forrar los libros del próximo año... En cuanto pasen los días de ir a mi bola que aún me quedan.
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